Después de su obvio don para la vacilación, Edmond se inclinó y besó a Belinda en la boca. Si él no la hubiese distraído deteniéndose antes de besarla de nuevo, se lo hubiese dicho. Pero cuando sus manos empezaron a recorrer todo su torso, sus piernas y su culo, ese segundo de vacilación fue olvidado.Preocupada por una mayor separación, la conducta distante Edmond causó que Belinda le deseara aún más. De repente, un simple beso era como agua para una garganta seca, el aire para un nadador a punto de ahogarse. Tal vez él sintió su necesidad, o tal vez incluso se sentía de la misma manera, lo que explicaría la manera insistente en que después la llevó a su regazo.—¿Quieres ir arriba?,—preguntó él, con la respiración entrecortada anticipando lo que se avecinaba.A pesar de que le había oído, Belinda no contestó por miedo a romper el trance momentáneo que había permitido a Edmond deshacerse de su desánimo y responderla exactamente de la forma que ella necesitaba. En su lugar, ella tiró
Edmond le oyó de casualidad. Se había despertado en mitad de la noche, con un pensamiento errante molestando a su conciencia. Había ido al baño para tomar un sorbo de agua y había escuchado gemidos procedentes de otro lado del pasillo. Lentamente, Edmond lo cruzó hacia la habitación de Anthony, hasta que estuvo parado en la puerta de su hijo. La luz estaba encendida, como siempre, lo que permitió a Edmond ver con claridad a su hijo inmerso en una pesadilla.—…Mamá… ¡Aquí! ¡No, estoy aquí!— Anthony comenzó a agitarse y moverse de forma salvaje en la cama.Edmond se quedó helado por un momento, preguntándose si las mismas reglas sobre el sonambulismo se aplicaban a las pesadillas. ¿Se suponía que no debía despertar a Anthony?Su primer pensamiento fue llamar a Belinda y preguntarle, pero eran casi las tres de la mañana, y seguramente a ella no le haría mucha gracia que la despertara cuando tenía que ir a trabajar seis horas más tarde.Edmond tendría que hacerlo esta vez por su cuenta.—
—¡Es mío! ¡Lo necesito!— chilló.—No lo necesitas.——¡Si que lo necesito! Tengo que llevárselo a Santa para que sepa qué vestido conseguirle a la Abuela—.—Anthony…— Edmond suspiró. Iba a ser la tercera vez en una semana que tendría que recordarle a Anthony que su abuela estaba en el cielo con su madre. Y, francamente, estaba cansado de ver morir la luz de los ojos de su hijo cada vez que lo recordaba. Esta mañana, Edmond simplemente no era capaz. —Ve a buscar tu mochila. Vas a llegar tarde al colegio—.Edmond mantuvo la mano sobre la foto y Anthony entendió la indirecta de que no podría tratar de cogerla al pasar de camino a las escaleras hasta su habitación para recoger su material escolar.Veinte minutos más tarde, mientras iban de camino a la escuela primaria, Edmond deseó que el día fuese una distracción suficiente para Anthony para mantener su mente y conducta bajo control.Pero cuando Edmond regresó a la escuela seis horas más tarde, la expresión del rostro de Belinda le dijo q
—¿Sabes qué? Me olvidé por completo que le dijiste a Anthony que decoraríamos el árbol esta noche después del festival de Navidad. Así que, sí, voy a organizarme para ir a tu casa después de recoger algunas cosas de la mía y luego iremos al espectáculo juntos. Podemos decorar antes de irnos,— reconsideró Belinda. Edmond asintió de acuerdo. Puso su brazo alrededor de la cintura de Belinda y le dio un ligero apretón antes de besarla suavemente enla mejilla. A pesar de que ninguno de ellos reconoció su acto desinteresado, ambos sabían lo que estaba haciendo sin declararlo. —Gracias, cariño,— susurró Edmond. De camino a casa desde el colegio, Edmond consideró si debía o no decirle algo a Anthony sobre cómo había actuado en el colegio. Es cierto que Belinda había manejado la situación y a Anthony ya le habían castigado. Pero Anthony realmente debía entender que Edmond tampoco quería que él actuara de esa manera. No sólo tenía que comportarse en la escuela, no había dos tipos de tipos de
—Edmond, ¿tiene alguna sesión antes de que nos vayamos a Oregón?— Preguntó Belinda.—¡Eso es lo que está provocando esto!— Edmond casi gritó. —Desde que le llevo a esa maldita psiquiatra se ha convertido en esto…—Edmond no llegó a terminar de decir lo que pensaba porque Anthony regresó con su caja de adornos y algunos juguetes que por la razón que fuese quería poner en el árbol.El ambiente estaba cargado de una falsa sensación de alegría navideña mientras Belinda y Edmond se movían ligeramente alrededor de Anthony, asegurándose de mantener alto su estado de ánimo y humor.Después de que el árbol estuviese terminado, Belinda preparó un baño de burbujas para Anthony y luego comenzó a prepararse para el festival de Navidad de esa noche. Anthony parecía haberse olvidado del anterior disgusto y volvió a reír y estar emocionado por el espectáculo.Edmond se sintió como si estuviera constantemente conteniendo el aliento mientras salían por la puerta y volvían a la escuela. Permaneció en si
Belinda parecía un pez mientras abría y cerraba la boca sucesivamente. Edmond estaba de pie ante ella, expectante, pero ella simplemente no podía detener el bucle de indecisión que pasaba por su mente.Al principio había sido firme en su decisión de no decirle a Edmond lo que le había dicho su madre. Creía que era imperativo que cuando Edmond se enterase de la verdad sobre su infancia, su madre debía ser quién estuviera frente a él para proporcionar todos los detalles.Sin embargo, Edmond, en todo su obstinado esplendor, había demostrado que si Belinda no le decía lo que Caroline le había dicho lo más probable sería que él nunca lo averiguase. Así que, por eso, ella estaba sentada en el sofá de Edmond tragándose su condena y esperando a que él regresara de arropar a Anthony esa noche.Cuando Edmond volvió a la aquel edificio de abajo, se sentó al lado de Belinda con las manos entrelazadas colgando entre las rodillas.—No me lo vas a decir, ¿verdad?— preguntó con los ojos clavados en l
Por supuesto, siendo realista, sabía que el Edmond que ella había llegado a conocer y amar no era el tipo de hombre que mostraba dramáticas reacciones emocionales, pero esperaba algo más allá que el hombre complaciente que estaba sentado frente a ella. —¿Edmond?— se inclinó para mirarle a los ojos bajos que él tenía entornados. —¿Está abrumado?— —¿Huh?— se estremeció él, como sacudiendo un mal pensamiento. —Uh, no. No, sólo estoy escuchando…— —¿Quieres hablar de ello?— Belinda se sintió deslumbrado inmediatamente por la encantadora media sonrisa ladeada que le ofreció Edmond. —¿No es eso lo que hemos estado haciendo durante casi una hora?— —Edmond, ya sabes lo que quería decir,— Belinda le dio un manotazo juguetón. Dejó escapar una carcajada sincera. —No, estoy bien.— Acababa de descubrir que todo lo que sabía de su infancia no era cierto y ¿estaba bien? —¿Estás seguro?— Preguntó Belinda mientras ponía su mano sobre su muslo. —Sí—. Edmond se puso de pie, deshaciéndose de la m
—Si, Si que lo estoy. Quiero decir que cuando pienso en este pequeño bulto que es parte de Jayden y parte mía, es increíble. Pero entonces, cuando pienso en todo lo que va a cambiar… No sé… Siento como no hay manera en la tierra para sentirse preparado para esto.— —Pero, esperar,— dijo Rosalía de repente. —¿Estás embarazada de tres meses?— le echó una mirada al abdomen de Ariana cuando la carretera estaba despejada. —Todo lo que leía decía que no se debe decir a nadie hasta que hayas completado el primer trimestre, y eso es lo que hice. He leído todo lo que he podía alcanzar con mis manos y todavía me siento como si no supiese nada. Es tan abrumador,— se quejó Ariana. —¿Pero no es eso lo divertido del viaje?— Preguntó Belinda. —Esa es la aventura de ser padres.— —Eso es lo que dice una mujer sin hijos,— murmuró Camille. Antes de que Belinda pudiera protestar, Ariana miró por encima del asiento a Anthony, que estaba mirando a las mujeres que le rodeaban con gran interés. —Estoy t