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Aunque no se quejó, Belinda se dio cuenta de que estaba incómodo pasando la jornada de trabajo con Ernest, y luego la noche cenando con Camille. Después de la segunda noche, Edmond estuvo bastante callado y, a continuación, tan pronto como Camille se marchó de vuelta a su apartamento, desahogó sus sentimientos al respecto.

—No le voy contar ni una mierda sobre Ernest, así que espero que no pregunte,— dijo.

—No lo hará,— dijo Belinda, aunque no estaba convencida de ello. —Pero por si acaso, creo que deberíamos planear simplemente no decir nada relacionado con ellos. Tampoco debes decirle a Ernest cosas que ella diga.—

La expresión en la cara de Edmond reveló que quizás ya era tarde para tal pacto.

—Edmond, ¿No lo hiciste… verdad?— preguntó Belinda.

—A Ernest le da igual,— declaró Edmond, contestando la pregunta de forma indirecta. —Se alegra de que se mude. Así no tendrá que cruzarse con su impertinente culo en la gasolinera nunca más.—

—¿Eso dijo?— Belinda estaba decepcionada. Aunque
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