Un grito alto y agudo se volvió atronadoramente aparente, cuando llegó tras la puerta de la clase de Belinda. De repente, la Señora Walden irrumpió en el aula, prácticamente arrastrando a Anthony que parecía muy angustiado y asustado junto a ella.—¿Qué está pasando?— Belinda saltó de su asiento y corrió hacia donde se encontraban.—Este va al despacho del director,— anunció la Señora Walden nerviosa. —¡Ya está bien! ¡Es suficiente, Anthony! ¿Me oyes?— Luego se volvió hacia Belinda. —Vengo a ver si tiene algo de ropa extra. Se puso de pie en el centro de la clase y se orinó. Me miró fijamente y se hizo pis encima. Ni siquiera pidió permiso para ir al baño—.Belinda solo escuchaba a medias a lo que la Señora Walden tenía que decir. La mayor parte de su atención estaba centrada en el pequeño Anthony, y la mirada en su cara que era como la que tenía la noche que lo recogió de la casa de Vicki.—Ven aquí, cariño,— Belinda abrió los brazos a Anthony. Él se dejó caer en ellos y ella le abra
Después de un momento de vacilación, Anthony lo hizo.—Edmond, tal vez deberías pensar en lo que dijo el Señor Schwartz,— Belinda ofreció, tendiéndole la tarjeta. —No puede hacer daño.——Belinda, ¿cuántos hijos tienes?— Edmond le soltó.—Dieciocho,— dijo sin perder el hilo—Ya sabes a que me refiero, y no es lo mismo,— argumentó. —Vosotros pensáis que todo necesita un médico. Tal vez simplemente está cansado. ¿Has pensado en eso?— Edmond no esperó una respuesta. Tomó a Anthony en brazos y salió rápidamente de la clase, dejando a una estupefacto Belinda tras su paso.—¿Vosotros?— murmuró al aula vacía.Para cuando Belinda terminó su día, tenía un palpitante dolor de cabeza. Intentó llamar a Edmond, pero él no contestó. Instintivamente sabía que no era porque no estuviera disponible. Por alguna extraña razón la estaba evitando, y aunque no acababa de entender por qué, algo profundamente dentro de ella no le permitía tomárselo como algo personal. Tanto Edmond como Anthony parecían estar
La pierna de Edmond se movía de arriba abajo repetidamente mientras sus ojos se precipitaban por la habitación decorada con serenidad. Anthony estaba de pie contra la pared opuesta, con la nariz casi pegada a un acuario de gran tamaño en forma de cúpula lleno de exótica fauna marina.—¿No crees que deberíamos dejar esto de lado hasta después de Navidad?— Edmond le susurró a Belinda. —Anthony parece estar bien ahora,—dijo Edmond, aunque olvidó decirle a Belinda que Anthony había tenido un accidente justo esa noche. Estaba completamente convencido de que no tenía nada que ver con sus emociones. Le había dejado tomar un vaso de agua antes de acostarse.De todos modos, Belinda no fue participe de su razonamiento. Simplemente le acarició la pierna para que dejara de moverla y sonrió hacia Anthony.—Le encanta la pecera. Tal vez deberías conseguirle una. Cuesta poco mantenerlas,— dijo.Edmond se burló sin tapujos. —Otra boca que alimentar,— murmuró. Belinda le hizo una mueca, pero no dijo u
Los ojos enojados se separaron de la joven que ofrecía una mano simbólica. Un pecho cubierto por unos brazos cruzados y una boca que no ofreció ninguna respuesta completaban el papel de un chico joven cansado que ya había escuchado todo eso antes.Y la joven terapeuta, ansiosa de poner su recién obtenido título en buen uso, sufrió por el rechazo de su simbólica rama de olivo. Poco después, sus eran iguales a los de la juventud ante ella: vacíos, aburridos… sin esperanza.El recuerdo estaba fresco en su mente mientras Edmond salía de la habitación. Él no dijo ni una palabra más hasta que se dejó caer en la silla junto a Belinda.—Esto es una mierda,— dijo.Belinda miró inmediatamente preocupada. —¿Por qué? ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Anthony?——Ella quería hablar con él sin mí. ¿Qué clase de mierda es esa? ¿Qué es lo que le está diciendo que no quiere que yo lo oiga?——Creo que el objetivo es permitirle decir cosas que quizás necesite decir, pero que no dirá porque él no quiere que las
Pero ella no preguntó nada. Su boca, en lugar de vocalizar palabras, estaba siendo utilizada para conectar con él físicamente. Besó su bíceps. Después su codo. Su pecho. El poco de piel expuesta en su vientre, debido a su brazo levantado. Su ombligo.Y mientras sus labios rendían homenaje a su piel, la mano de Belinda lentamente le acarició el muslo. Arriba… abajo… arriba… abajo…Cuando su mano se deslizó hacia adentro, hacia la ingle, Edmond se tensó, pero no dijo nada. Su cuerpo estaba atentamente calentándose bajo la trayectoria de su mano, pero su mente estaba rígida por la idea de lo que estaba por venir. Seguro estaba malentendido el gesto. En cualquier momento, Belinda le besaría fugazmente, se sentaría y luego le pediría que le contara todo lo que había pasado. En cualquier momento iba a hablar y estaría de acuerdo con él en que Leisel era un farsante rastrera a la que deberían prohibirle practicar de inmediato. Los dos estarían de acuerdo en que la terapia era el último lugar
Belinda y Camille se sentaron en la pequeña mesa de la cocina de Belinda, hablando mientras tomaban una taza de café a media tarde. Anthony había terminado rápidamente su merienda anticipando poder ir a pintar en el libro de colorear que había comprado en la tienda de la guardería con cinco ‘centavos positivos’ de su cuenta de comportamiento.—¿Qué es un centavo positivo?— Preguntó Camille cuando Anthony excitado le contó sobre dicha transacción.—Es de mi cuenta,— explicó Anthony. —Los consigo por terminar los trabajos de mesa y estar en fila en silencio.—Camille rió. —¿También tenéis ‘monedas de cinco centavos para traviesos’ y ‘monedas de diez centavos para el aburrimiento?,—Anthony la observó por un momento, como si estuviese hablando una lengua que él no entendía, antes de mirar a Belinda para que se lo tradujera.—Intentamos centrarnos más en el refuerzo positivo en la guardería,— le dijo Belinda. —Y nos limitamos a los centavos en mi clase. No soy economista.—Belinda miró a
Aunque no se quejó, Belinda se dio cuenta de que estaba incómodo pasando la jornada de trabajo con Ernest, y luego la noche cenando con Camille. Después de la segunda noche, Edmond estuvo bastante callado y, a continuación, tan pronto como Camille se marchó de vuelta a su apartamento, desahogó sus sentimientos al respecto.—No le voy contar ni una mierda sobre Ernest, así que espero que no pregunte,— dijo.—No lo hará,— dijo Belinda, aunque no estaba convencida de ello. —Pero por si acaso, creo que deberíamos planear simplemente no decir nada relacionado con ellos. Tampoco debes decirle a Ernest cosas que ella diga.—La expresión en la cara de Edmond reveló que quizás ya era tarde para tal pacto.—Edmond, ¿No lo hiciste… verdad?— preguntó Belinda.—A Ernest le da igual,— declaró Edmond, contestando la pregunta de forma indirecta. —Se alegra de que se mude. Así no tendrá que cruzarse con su impertinente culo en la gasolinera nunca más.——¿Eso dijo?— Belinda estaba decepcionada. Aunque
Después de su obvio don para la vacilación, Edmond se inclinó y besó a Belinda en la boca. Si él no la hubiese distraído deteniéndose antes de besarla de nuevo, se lo hubiese dicho. Pero cuando sus manos empezaron a recorrer todo su torso, sus piernas y su culo, ese segundo de vacilación fue olvidado.Preocupada por una mayor separación, la conducta distante Edmond causó que Belinda le deseara aún más. De repente, un simple beso era como agua para una garganta seca, el aire para un nadador a punto de ahogarse. Tal vez él sintió su necesidad, o tal vez incluso se sentía de la misma manera, lo que explicaría la manera insistente en que después la llevó a su regazo.—¿Quieres ir arriba?,—preguntó él, con la respiración entrecortada anticipando lo que se avecinaba.A pesar de que le había oído, Belinda no contestó por miedo a romper el trance momentáneo que había permitido a Edmond deshacerse de su desánimo y responderla exactamente de la forma que ella necesitaba. En su lugar, ella tiró