La mirada perdida. Debe ser hereditaria, Belinda meditó en silencio mientras observaba a Edmond que miraba misteriosamente hacia la pared interior de la sala de estar. No podía dejar de recordar la forma en Anthony miraba fijamente la pared del baño cuando lo rescató antes esa noche… o ayer, Belinda se dio cuenta cuando miró de reojo el reloj.Eran cerca de la una de la mañana y Edmond no había ofrecido todavía una explicación adicional sobre el acosador del coche blanco, alias su madre. Parecía bastante conmovido y por esa razón, Belinda se sentó en silencio junto a él en el sofá, acunando a Anthony en sus brazos.—Voy a acostarle,— Belinda susurró antes de llevar a Anthony con ella a la habitación de invitados. Ella esperaba que Edmond pillara la esencia de lo que estaba diciendo: que esperaba que Edmond dejara a Anthony allí esta noche, y ella quería que Edmond se quedara también. Aparte de su expresión fantasmal, era evidente que él no estaba en condiciones de conducir. Estaba ago
—No quiero ir más a casa de Vicki,— dijo Anthony de la nada.Edmond y Belinda intercambiaron miradas de preocupación. Belinda reconoció la petición de Anthony para hablar. Estaba listo para decir su parte de la historia.—Anthony, mírame,— Edmond espero hasta que tuvo la atención del pequeño. —Nunca tendrás que hablar o ver a Vicki, jamás. ¿Vale?——Vale,— Anthony parecía satisfecho con la declaración.Cuando Edmond no dijo nada más al respecto, Belinda se aclaró la garganta.—¿Te dijo Vicki por qué te pegó?— preguntó Belinda. Edmond se tensó visiblemente recordando lo que su hijo había sufrido, físicamente, por culpa de Vicki.Anthony miró a los dos adultos que tenía delante tímidamente. Su labio inferior empezó a temblar y parpadeó en exceso al llenarse sus ojos de lágrimas.—¿Dinos que pasó? No nos vamos a enfadar, Anthony,— prometió Edmond.—Si, no te estas portando mal,— reiteró Belinda.Anthony jugueteó con los cereales de su cuenco mientras contemplaba que debía decir. Con su ca
El sábado por la noche, ella y Edmond habían estado al borde del precipicio de admitir algunas cosas. Ella desde luego estaba segura lo que iba a decir antes de ser interrumpidos por el incidente voyeuristico. Y a juzgar por su lenguaje corporal, ella sabía lo él que iba a decir.¿Qué había cambiado?El teléfono de Belinda vibró en su mano y contestó sin mirar quién llamaba, seguro que era Edmond. Por fin.—Entonces, ¿Aún me odias a muerte o qué?—Ariana.—Odiar es una palabra fuerte,— suspiró Belinda. —Creo que he evolucionado a disgustada—.—Vamos, Belinda. Sabes que no se puede confiar en mí para guardar un secreto. Todo el mundo lo sabe. Hablo mucho. Es lo que hago,— dijo Ariana. —Y sobre todo cuando estoy borracha.——Ya he tomado nota,— dijo Belinda con ironía.—En serio… ¿todavía estás enfadada?——No… no por eso.——¿Seguimos hablando de mi?——Ariana, ¿cómo pudiste llevar a Anthony con Vicki? ¡Vicki! ¿Te haces idea de…?— Belinda interrumpió su verborrea, preguntándose si Edmond s
Mientras él hablaba, Belinda se dio cuenta de lo tonta que estaba siendo, llena de sentimientos de rencor contra Edmond, porque no la había incluido en sus planes de reubicación. Esto no se trataba de Belinda y no se trataba de Edmond, que probablemente era muy feliz en su apartamento de una habitación antes de que Anthony llegara a su casa.No, esto trataba de Anthony, un niño que se merecía felicidad más allá de sus sueños más salvajes, pero lo único que quería era su propia cama y una colcha azul.Por suerte era la mitad de su jornada de trabajo y de la de Edmond, que le impidió hacer llamadas telefónicas sin seso, inducidas por las hormonas pidiendo perdón por un delito que él ni siquiera sabía que ella había cometido.Y aún tuvo más suerte todavía, cuando recibió una llamada telefónica de Ariana tan pronto como llegó a casa, preguntando si podía pasarse de camino a casa del trabajo para que le prestara un molde para hacer una torta en forma de rosco. Encontrar, limpiar y embalaje
Sin embargo, el reguero de pequeñas lágrimas que rápidamente baño sus mejillas mientras escuchaba a Edmond explicar cómo se veía él a través de sus ojos, fue superado rápidamente por una avalancha de emoción mientras ella luchaba por llegar a las palabras adecuadas para describir cómo que sentía por él en realidad.Pero él siguió hablando, y con cada palabra, se puso de pie más alto y fue menos destrozado mientras le decía, por primera vez, quién era y lo que ella significaba para él.Belinda tomó un pañuelo que tenía cerca y trató de contener el torrente de lágrimas mientras tomaba las medidas necesarias para cerrar la brecha entre ella y Edmond. Pasó sus manos arriba y abajo por los brazos de él mientras buscaba su voz y la valentía para mirarle directamente a los ojos mientras hablaba.Edmond, dejaste de ser un buen hombre el día que cogiste la autopista y diste la vuelta a tu vida para acoger a tu hijo. Un hombre cualquiera no hubiese hecho eso, y sé que tú vida no ha sido fácil.
—No fue mi intención observarte tan de cerca. Pero… el día que te vi en la tienda… con el niño… no espero que me recuerdes, pero hablé contigo ese día. Te dije que tu pequeño me recordaba mucho a mi hijo cuando tenía esa edad.—Al principio no pensé nada. Pero, cuando saliste de la tienda estabas aparcada junto a mí y observe a tu pequeño y mientras éste esperaba a que le dejaras subir en la camioneta hizo esa cosa con su pelo, casi como si estuviera tirando y empujando de su cuero cabelludo, al mismo tiempo. Yo simplemente… recordé tan vívidamente a Edmond haciendo lo misma, y lo supe. Supe justo entonces, que era de Edmond y que tal vez Edmond estaba cerca. Así que te seguí a tu casa y ahí fue cuando vi a Edmond. Cuando llegó para recoger a su hijo. Le vi.—Caroline parecía tener una conversación por su propio beneficio en ese momento y Belinda miró a su alrededor con ansiedad, asegurándose de que había otra gente alrededor por si las cosas se ponía más extrañas de lo que ya eran.—
Era un lugar muy confuso, el limbo en el que él y Belinda maniobraban. Pero incluso si Edmond hacía caso omiso, los sentimientos durante la vida real se lo recordaban. Primero fue Denise en el supermercado, y después la madre de Taylor cuando Edmond fue a recoger a Anthony en la escuela esa tarde. Desafortunadamente, o por suerte, Edmond no estaba tan seguro, esto último pasó delante de Belinda. El aula de la guardería era un mar de movimiento, mientras los padres abrigaban a sus hijos antes de llevarlos a fuera al tiempo casi comparable a un monzón con el aguacero de la tarde. Belinda está ocupada, padre tras padre le hacían distintas preguntas, pero no estaba tan ocupada como para no dedicarle una rápida sonrisa a Edmond como saludo mientras que, discretamente, él se acercaba a ella. Estaba a punto de alcanzarla cuando la madre de Taylor le interceptó. —Edmond, hola.— Su tono cortante y la forma en que ella lo observaba dejaron claro que ella no quería simplemente ofrecerle un s
—¿En serio?— —Si.— —Vale.— Con la perspectiva de pasar la tarde con Belinda, a Edmond no le molestó ir a Port Angeles el viernes. Afortunadamente, para Belinda, ella no le indicó mal. Encontraron unas literas de pino en el Ejército de Salvación, y el dueño fue lo suficientemente amable para reservárselas durante una hora mientras iban a Windfall para ver si tenían algo mejor. Fue como si estuviera allí en la tienda, esperándoles. O, más bien, esperando a Anthony. Edmond y Belinda caminaron directamente hacía ella, mientras buscaban a través de la pequeña, estrecha y llena tienda. —Hey, Edmond, ¿de que tamaño es tú cama?— Belinda preguntó mientras permanecía de pie ante un cabecero de aspecto masculino de hierro forjado y madera. Edmond se acercó y se detuvo junto a ella y miró el artículo. A decir verdad, le importaba más bien poco si su cama tenía cabecero o no. Ni siquiera tenía sábanas. —’Queen’, creo—, respondió, no obstante. —Hmm,— Belinda golpeó su dedo índice contra su