Mateo Acosta Temblando de rabia, el hombre dio media vuelta y salió como alma que lleva el diablo del jardín, el rugido del Ferrari, en la entrada le aviso a ella que él salió de la mansión a toda velocidad, tan afectado como ella por la discusión que acababan de tener.Marie se quedó congelada en el mismo lugar por demasiado tiempo, aunque no le quedaba mucho tiempo en la mansión, estaba segura que el tiempo que estuviera aquí iba a ser una completa pesadilla para los dos, sintiéndose desafortunada, no dejaba de preguntarse qué error o pecado había cometido en el pasado para merecerse tanto odio y desprecio del hombre por el cual aun latía su corazón enamorada.Al siguiente día siguiente Mateo acude a una cita con el dueño de industras Spears, una empresa con la cual tiene algo de tiempo trabajando y son muy importantes para el…—Estimado Mateo, gracias por responder a mi llamado —Dijo el dueño de Industrias Spears y abuelo de Michael, dándole la bienvenida a su empresa—Es un placer
Marie Moreau — ¡Maldita... sea mi suerte, pequeña! Tal vez pudieras hacerme un espacio, preferencial; debería de tener más derechos por antigüedad. ¿No crees? — declaró justo cuando se detenía el auto. —Tal vez antes... —Respondo sin terminar la oración porque la puerta es abierta por el mismísimo Michael en persona – Señor Mateo, Marie... ¡Estás hermosísima! —Michael puso fin al desagradable intercambio con su oportuna aparición.—Gracias, Michael, tú estás muy guapo como siempre—Respondió al tiempo que Michael depositaba un tierno beso en la mejilla.Michael ignoró la mirada asesina de Mateo y acompaño a la joven al salón donde se encontraban reunidos la gran mayoría de los invitados.—Abuelo, tengo el honor de presentarte a Marie Moreau, protegida del señor Mateo Acosta y la mujer más linda de Estados Unidos — Anunció Michael haciéndome poner roja hasta la raíz del pelo, ¡Qué pena!— ¿Seguro que no te has quedado corto, muchacho? Yo diría que la más bella del mundo. —Había una enc
Marie Moreau El resto del viaje prefirió ver pasar la oscuridad por la ventanilla del coche que mirarla a ella, no se sentía capaz de mantenerse estoico. Marie, por su parte, se sentía tan humillada que el resto del trayecto mantuvo la mirada en las manos entrelazas sobre su regazo.Apenas, el auto se detuvo frente a la Mansión, ella salió de auto como si estuviese ardiendo en llamas, el— ¿Qué demonios te pasa? —Mateo bramó detrás de ella pero Marie no se dignó a responder.Con grandes zancadas subió las escaleras y no paró hasta llegar al despacho de Mateo, con él pisándole los talones.— ¿Qué piensas hacer con esa botella de vino, Marie? —La detuvo del brazo al ver que tampoco recibiría una respuesta, ella tenía tanta rabia contenida, era tan injusto con ella—Creo que esto no es de tu incumbencia, así que, por favor, ¡déjame en paz! —De un fuerte tirón se zafó de la sujeción y lo miró con odio—. Si te preocupa lo que te costó, la botella agrégala a la lista de gastos que el homb
Marie MoreauEn compañía de sus amigos, Marie se obligó a festejar su noche y dejar tristezas, anhelos y sinsabores para el mañana; filosofía que aplicaba desde la muerte inesperada de su padre y que le ayudaba a seguir con el día a día.La fiesta de cumpleaños estaba resultando, todavía no era ni medianoche y la festejada ya no podía dar paso por el dolor de pies de tanto bailar y sospechaba que también se había pasado de con el trago porque ya empezaba a sentir los estragos se tambaleaba un poco al caminar y no podía dejar de reír como una tontaMateo por su parte no podía decir lo mismo, Sofia no se le despegaba ¡ni para ir al baño! y la imagen de la feliz Marie, de brazo en brazo, era una tortura para él.Se veía sensual, provocativa con esa pierna dorada, que lo estaba volviendo loco y moría por las ganas de tocar, de atrevido escote, que mostraba más de lo que él le hubiera permitido de sus turgentes senos, hombros y brazos; un pecado envuelto en seda dorada. La blanca piel, su
Mateo Acosta—Tú y yo tenemos una conversación pendiente, Marie—. Mateo la interceptó cuando estaba a punto de ascender la escalera rumbo a su habitación. La tomó del codo con firmeza, sin dejar duda de que lo acompañaría a donde él dispusiera, y ese lugar era el despacho, donde se trataban los temas de mucha seriedad.Marie fue obligada casi a volar para seguirle el paso en el trayecto, si no quería perder su brazo, aun así alcanzó a observar cómo los sirvientes terminaban de recoger el desorden de la fiesta, como si tuvieran esa varita mágica que ella necesitaba para volver el tiempo atrás.En el interior de la habitación fue liberada de forma abrupta, pero solo para que su Mateo metiera llave a la puerta, quién sabe con qué enferma intención.}Ella, por su parte, avanzó al centro para rodearse de espacio, por si necesitaba correr, mientras veía cómo el hombre que con una aura amenazadora se acercaba a ella.En un acto inconsciente se tallaba una y otra vez las sudadas manos en la
Mateo Acosta Su cuerpo le exigía hacerla suya antes de perderla, estar dentro de ella y dejarse llevar por sus deseos y anhelos aunque solo fuese una vezDecidido a llevarla al límite, abrió un pequeño espacio entre los cuerpos para mover sus manos con libertad, amasó los pechos con gula mientras sus oídos se regocijaban con los gemidos sensuales de la chica entre sus brazos. Dejó a cargo de sus labios la tarea de acariciar la tersa piel que asomaba por el escote y a sus dientes jugar con las aureolas que se dibujaban por debajo de la tela.Sus manos siguieron el recorrido hacia abajo, una se posó en el trasero redondo que antes recibiera su castigo, para hacer presión contra él y la otra se coló por debajo de la falda para acariciar la piel interna de los muslos.Cuando Marie impulsó su cadera hacia él, lo tomó como una invitación para ir más adelante. Con los dedos logró sortear la ropa íntima que se sentía pequeña y delicada, hacer contacto con el centro de su deseo Marie jadeó e
Marie Moreau Entre gemidos se revolvía en la cama y suplicaba por que la tomara, Mateo, obediente, se alzó sobre sus rodillas, se acomodó entre las piernas de Marie y metió las manos bajo su trasero para mejorar el ángulo con el que ambos firmarian un antes y un despues en sus vidas.Pero algo que ninguno se esperaba sucedió, Marie pegó un alarido involuntario de dolor y Mateo descubrió que acababa de desflorar a Marie, ella era virgen, cosa que el jamás se imagino.. — ¡Pero qué diablos! ¿Cómo es posible que tú... que yo...? —Entre balbuceos, incoherentes, la primera reacción de Mateo fue quedarse estático,—. ¿Por qué demonios me hiciste creer que eras de todos? — planteó rígido como una estatua sobre sus brazos.A Mateo le tomó unos segundos asimilar lo que estaba sucediendo, justo entonces empezó a deslizarse hacia afuera, pero Marie roto sus caderas con las piernas, emitiendo un suave gemido en el proceso.¡Dios!.— Gimió el sin moverse, pero era muy tarde para deternerse—Mateo
Mateo AcostaPasaba de media tarde cuando Mateo pensó que ya era hora de buscar a Marie para acordar la fecha de la boda, no podía darse el lujo de que el acostón tuviera consecuencias y los envolviera el escándalo.Al no verla en el comedor, preguntó por ella a Cristal, pero esta tuvo a bien recordarle que, según sus indicaciones, nadie debía despertarla.Pero eso no era aplicable para él, que ya se sentía en total control de la situación como para lidiar con lo que le arrojara ella.Impaciente por finiquitar el trámite, Mateo tocó a la puerta en repetidas ocasiones sin recibir respuesta, por lo que se decidió a entrar.La habitación se encontraba sola, la cama deshecha casi como cuando se marchó la noche anterior, aunque el desgarrado vestido dorado no se encontraba tirado en el piso.Sin entender por qué, sintió cómo se iba instalando en su pecho una pesadez que le impedía respirar con libertad, paseó la mirada por su alrededor y luego procedió a abrir cajones.Notó que no faltaban