Puse mi camisón negro de vuelta, sintiendo la suave tela deslizarse sobre mi piel. Mientras ajustaba las correas, mi mente estaba ocupada con pensamientos tumultuosos sobre qué hacer a continuación. La curiosidad por las cosas de Michele Nicaso aún me consumía, pero también sentía el peso de la intrusión en mi conciencia.Antes de que pudiera decidir, la puerta se abrió abruptamente, rompiendo mis ensueños. Entró un hombre calvo, sus ojos examinándome con sorpresa. Era uno de los matones de Michele, un rostro familiar, solo no recordaba de dónde lo conocía."Esperaba encontrar al Sr. Nicaso aquí", dijo, su voz áspera resonando en el silencioso ambiente de la oficina.Lo miré, manteniendo mi postura firme."Michele ya se fue por un compromiso", respondí, mi voz sonando tranquila a pesar de la tensión que sentía.
Estaba recostada en mi cama, absorta en las páginas de un libro, cuando la puerta de la habitación se abrió, anunciando la llegada de Michele. Su rostro cansado revelaba los desafíos enfrentados a lo largo del día, pero sus ojos brillaban al encontrarse con los míos."Pensé que ya estarías durmiendo", dijo él, su voz suave resonando en la habitación.Lo miré por encima del libro, una sonrisa jugueteando en mis labios. "Todavía no", respondí, cerrando el libro y apartándolo a un lado. "Aunque la cena fue hace un tiempo".Michele se sentó en el borde de la cama, sus ojos cansados buscando los míos. "Lo siento", murmuró él, su expresión cargada de preocupación. "Tuve algunas reuniones muy difíciles hoy".Lo miré, curiosa, mientras él tomaba un frasco de medicina de la mesita de noche. "¿Sobre
Estaba sentada en la cama, aun procesando las palabras de Michele. Quería casarse conmigo de nuevo. Fue una sorpresa tan grande que apenas podía articular una respuesta coherente. Él dijo que quería empezar de nuevo, y la idea de un nuevo matrimonio parecía tentadora. Lo miré, sin palabras, tratando de asimilarlo todo."Pero dijiste que ya estábamos casados", logré decir finalmente, mi voz cargada de incredulidad.Michele me miró a los ojos, con expresión serena y decidida."Sí, lo somos", asintió, "pero después de todo lo que ha sucedido, creo que merecemos una nueva oportunidad. Un nuevo comienzo."Sus ojos buscaron los míos en busca de una respuesta. Y, aunque sorprendida, una sensación de calidez se extendió dentro de mí. Una sonrisa se formó en mis labios y asentí con la cabeza."Por supuesto que me casaré contigo de nuevo", respondí, mi voz suave, pero llena de convicción.Michele se acercó a mí, sus ojos brillando de felicidad."Este ha sido el segundo día más feliz de mi vida"
Caminaba junto a Michele, apretando firmemente su mano mientras nos dirigíamos al ascensor. El imponente edificio parecía envolvernos con su aura de misterio y seriedad, y yo me sentía pequeña frente a su grandiosidad. Las puertas del ascensor se abrieron con un suave sonido, revelando el nombre del Dr. Tommaso Esposito grabado en la pared de la entrada al piso al que nos dirigíamos.Al ver el nombre del médico, una punzada de curiosidad surgió en mi pecho, acompañada de una ligera aprensión. Me volví hacia Michele, levantando una ceja en señal de pregunta, y le pregunté por qué estábamos visitando la consulta del Dr. Tommaso Esposito."¿Por qué estamos aquí, Michele?" pregunté, con la voz cargada de curiosidad y una pizca de aprehensión."El Dr. Tommaso Esposito pidió que viniéramos en cuanto hubiera algún cam
Estaba sentada frente al Doctor Tommaso Esposito, conectada al detector de mentiras, mientras él sostenía una hoja de papel en sus manos. Su mirada seria y centrada en mí dejaba claro que esa sería una sesión intensa de preguntas."¿Es verdad que te llamas Catarina Piromalli?", comenzó él, su voz calmada llenando el silencio de la habitación.Lo miré directamente a los ojos y respondí sin dudar."Sí, es verdad."Asintió brevemente antes de hacer su siguiente pregunta."¿Es verdad que has sido criada desde los cuatro años por Don Salvatore Mancuso?", preguntó, sus ojos analizando cada reacción mía.Una vez más, respondí sinceramente. "Sí, es verdad."El doctor continuó con sus preguntas, una tras otra, y yo respondí a cada una de ellas con la misma determinación. Hasta que llegó la pregunta que cambiaría el curso de esa sesión."¿Es verdad que aceptaste casarte con Michele?", preguntó él, con la mirada fija en mí.Mi expresión se volvió seria, y mi respuesta fue directa."No", respondí
Sentada en la recepción del consultorio del Dr. Tommaso Esposito, esperaba la llegada de Michele Nicaso, mi corazón cargado con el peso de las revelaciones de la consulta. Cuando finalmente apareció Michele, sus ojos encontraron los míos, y lo miré seriamente, preparada para enfrentarlo."¿Conseguiste lo que querías?" pregunté, mi voz cargada de tensión.Michele me miró, su expresión compungida, y respondió en un tono suave."Lo siento, Catarina. No era mi intención ofenderte."Mi irritación se intensificó, y me levanté bruscamente de la silla, decidida a irme."Sí me ofendiste", declaré, mi voz firme. "Y quiero irme."Caminé hacia el ascensor, decidida a dejar esa situación atrás. Sin embargo, antes de que pudiera presionar el botón, Michele se acercó, sus palabras cargadas con el peso de años de espera y sufrimiento."Necesitas entender, Catarina", comenzó él, su voz llena de emoción contenida. "Tampoco fue fácil para mí. Han sido años, más de una década, esperando por ti."Lo miré,
El sol de Milán bañaba las calles en tonos dorados mientras Michele y yo caminábamos de regreso al coche, después de la emocionante visita a Bulgari. Yo sostenía la cajita del anillo de compromiso, pero mi corazón aún estaba lleno de dudas e incertidumbres.Michele, a mi lado, parecía radiante y lleno de entusiasmo, pero yo no podía compartir completamente su alegría. Todavía estaba preocupada, atormentada por los eventos en el consultorio del Doctor Tommaso Esposito, cuestionando si había cometido un error al aceptar su propuesta de matrimonio. Sus ojos buscaron los míos, rebosantes de expectativa y preocupación, como si supiera que algo me molestaba profundamente."¿Estás feliz?", preguntó, su voz suave cargada de ansiedad.Lo miré, esforzándome por ocultar mi aflicción detrás de una máscara de normalidad.
En la penumbra del comedor, observé a Michele saboreando su cena en silencio, mientras la inquietud crecía dentro de mí como una llama que amenazaba con consumir todo el aire a su alrededor. La necesidad de claridad, de comprensión, latía en mis venas, clamando por una respuesta que aún no me había dado."Michele", llamé suavemente, apartando mis ojos del plato de comida para fijarlos en él. "No respondiste a mi pregunta."Levantó la mirada hacia mí, un destello de curiosidad iluminando sus oscuros ojos.En esa atmósfera silenciosa del comedor, observé a Michele"¿Qué pregunta?", preguntó, su expresión cargada de curiosidad."Pregunté sobre no poder elegir quién me ayudará con los preparativos", aclaré, mi determinación aún fuerte a pesar del malestar que comenzaba a instalarse en mi pecho.