Veneno

Cuando terminaron, Helen no podía sentir sus órganos abdominales y le dolía la garganta por todos los gritos que hizo mientras el rey metía y sacaba su gran polla dentro y fuera de ella.

Había sido diferente.

Intenso.

Ella sintió su polla en su hígado. Allá arriba.

Había masticado y exprimido las sábanas. Nunca había sentido algo tan doloroso y, al mismo tiempo, tan placentero. Estaba sin aliento. Su mente estaba en blanco. Lo único que tenía en los labios era el nombre del rey y cada vez que lo pronunciaba, lo convertía en una bestia furiosa.

La había follado tal como pretendía y estaba satisfecho. Sabía que la amante no lo habría satisfecho tanto. Por eso cambió de opinión.

Helen sintió como si la hubieran jodido como diez hombres al mismo tiempo. No le quedaba energía como resultado de sus frecuentes orgasmos. Su coño palpitaba y le dolía mucho. Estaba tan agotada que podría dormir durante unos cuantos siglos.

Cuando llegó a la puerta de su habitación, llamó, pero no obtuvo respue
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