Privilegios

Helena se estremeció al pensar en eso.

Fue extremo, pero tenía sentido. —Ya veo... —dijo, asintiendo con la cabeza.

—Recién vengo de hablar con el curandero de la manada. Ya he organizado tus citas, empiezas mañana, vera la condición del cachorro ahora que su padre no está cerca, el embarazo será complicado. Y para que lo sepas, dondequiera que vayas, estaré acompañado por un convoy, de guardias.

Los ojos de Helena se abrieron de par en par, pero no protestó.

Una cosa que había aprendido sobre los Alfas era el hecho de que siempre se salían con la suya en lo que querían hacer.

Las objeciones no significaban nada para ellos.

—Entiendo. —Fue todo lo que logró.

—El curandero también me informarán de tu progreso para que pueda saber que estás a salvo. ¿Estás de acuerdo con eso?

—Sí, lo estoy.

—Y para los sirvientes, estoy seguro de que ya sabes que están todos a tu servicio. Si necesitas algo. Quiero decir cualquier cosa, házselo saber o házmelo saber. Tal como está ahora, eres la persona
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