El rescate

La noche era densa y opresiva, como si el mismo aire se hubiera alineado con el peligro que acechaba. Luca, de pie frente a una mesa llena de mapas y documentos, dirigía a sus hombres con una precisión que demostraba su experiencia y determinación. Su mandíbula estaba tensa, sus ojos oscuros como un pozo de furia contenida.

—Marco, ¿tenemos algo? —preguntó, su tono frío y cortante.

—Sí, jefe. Rastreamos las llamadas desde el teléfono que usaron para contactarte. Están en un almacén abandonado en las afueras de la ciudad, cerca del puerto —respondió Marco, señalando un punto en el mapa.

Luca asintió.

—Nos movemos ahora. Quiero a cada hombre en posición. No cometeremos errores esta vez.

Mientras tanto, Bianca estaba sentada en una silla de metal en el rincón de un oscuro almacén. Sus manos estaban atadas con fuerza, pero su espíritu permanecía indomable. Había pasado horas intentando mantener la calma, recordando las palabras de Luca cuando le había dicho que nunca debía dejar que el mi
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