El sol de París iluminaba la sala de estar de la casa de la familia de Bianca, pero la calidez de la mañana no podía atravesa
El amanecer en Milán traía consigo una calma engañosa, como si la ciudad misma presintiera la tormenta que estaba a punto de desatarse. Luca estaba de pie frente a una mesa llena de mapas, armas y documentos, rodeado por Tao y otros hombres de confianza. La tensión era palpable en el aire, y aunque todos hablaban en susurros, las miradas eran de acero.Bianca observaba desde la puerta, su presencia tan firme como su decisión de quedarse. Desde que había regresado, no había dejado de insistir en que estaría con Luca, sin importar el peligro. Él había intentado persuadirla, incluso suplicado en momentos de vulnerabilidad, pero su determinación había sido inquebrantable.—Si piensas que voy a quedarme aquí mientras tú arriesgas tu vida, no me conoces tan bien como c
El sol comenzaba a salir sobre Milán, pero para Luca y Bianca era más que el inicio de un nuevo día. Era el amanecer de una nueva etapa en sus vidas. Después de la brutal batalla que había puesto fin a la guerra, la ciudad estaba tranquila, como si incluso sus calles estuvieran aliviadas por el fin del conflicto. Pero para ellos, la calma no era suficiente. Sabían que quedarse significaba arriesgarse a que el pasado volviera a atraparlos.Luca observaba la ciudad desde el balcón de su penthouse. Sus ojos estaban fijos en el horizonte, pero su mente estaba en un torbellino de pensamientos. Milán había sido su hogar, el lugar donde había construido su imperio, pero también el escenario de todas las pérdidas que había sufrido. Detrás de él, Bianca lo observaba en silencio, sabiendo que ese momento era cruci
El sol de la mañana se filtraba por las ventanas de la pequeña casa que Marco y Bianca habían alquilado en un pueblo costero del sur de Italia. El sonido de las olas rompiendo suavemente contra la orilla llenaba el aire, un contraste absoluto con los ruidos de la bulliciosa Milán que habían dejado atrás. Bianca estaba en la cocina, preparando un café con movimientos lentos, casi ceremoniales, mientras Marco se encontraba en el jardín, inspeccionando la mesa de madera que había comenzado a construir días antes.A pesar de la paz del lugar, ambos sentían el peso de la transición. Habían huido del caos y del peligro, pero la incertidumbre de esta nueva vida comenzaba a hacer mella en ellos.Bianca miraba el mar desde la pequeña terraza de la casa. Su taza de café
El sol brillaba sobre las colinas del pequeño pueblo costero donde Marco y Bianca habían encontrado refugio. Desde afuera, su vida parecía idílica: la casa sencilla, los días tranquilos junto al mar, y las noches compartidas bajo las estrellas. Pero para Bianca, esa paz tenía una grieta, una que se hacía más evidente con el paso de los días.Marco comenzaba a desaparecer por horas, a veces sin explicación. Su teléfono sonaba en momentos extraños, y aunque siempre encontraba una excusa, algo en sus respuestas parecía forzado. Bianca intentaba convencerse de que solo era su imaginación, pero no podía ignorar el peso de la duda.Una mañana, mientras Marco estaba en el jardín, Bianca decidió revisar discretamente su teléfono. Lo encontr&oa
La vida en el tranquilo pueblo costero parecía un respiro de la tormenta, pero el pasado siempre encuentra la manera de abrirse camino. Una mañana, mientras Luca reparaba una cerca en su jardín, un coche desconocido se detuvo frente a su casa. Luca se tensó al instante. El hombre que salió del vehículo era alguien que conocía bien: Marco, un antiguo asociado de sus días en Milán.Marco se acercó con paso nervioso, mirando alrededor como si temiera ser observado. Luca dejó caer las herramientas y se cruzó de brazos, su expresión endurecida.—¿Qué haces aquí, Marco? —preguntó con un tono que dejaba claro que no estaba para juegos.—Luca, no tengo a quién más acudir —respo
El aire fresco y salado del pequeño pueblo costero comenzaba a ser familiar para Bianca, aunque todavía sentía que el lugar no la acogía por completo. Habían pasado semanas desde que se instalaron, y mientras Luca lidiaba con sus propios fantasmas, ella decidió que necesitaba salir de casa y encontrar su lugar en esta nueva vida.Al principio, los habitantes del pueblo eran amables pero reservados. La llegada de una mujer tan elegante y claramente de fuera despertaba curiosidad, pero también cierta desconfianza. Sin embargo, Bianca no se rindió. Se esforzaba por visitar el mercado local, saludar a los vecinos y participar en pequeños eventos comunitarios.Fue en una de esas visitas al mercado cuando conoció a Marco, un hombre que vendía pescado fresco junto al muelle. Era un hombre de media
El sol se reflejaba en las aguas cristalinas del pequeño pueblo costero mientras Bianca y Luca caminaban juntos por el muelle. Era una rutina que habían adoptado en las últimas semanas, una forma de desconectarse del pasado y reconectar entre ellos. El aire salado, los colores vibrantes de las casas y el sonido del mar se habían convertido en un bálsamo para sus almas.Bianca sostenía la mano de Luca, sintiendo una calma que hacía tiempo no experimentaba. Él, por su parte, había comenzado a relajarse en esta nueva vida, aunque los ecos de su pasado seguían acechándolo en los momentos más inesperados.—¿Te imaginas que esto sea todo lo que necesitemos? —preguntó Bianca de repente, mirando al horizonte.Luca la mir&oa
El sonido del cartero dejando correspondencia en el buzón no solía llamar la atención de Marco, pero aquel día, una carta sin remitente lo inquietó. La tomó con cuidado y la abrió mientras Tao preparaba café en la cocina. Lo que leyó lo dejó frío: una amenaza velada acompañada de detalles sobre su paradero actual, información que nadie debería tener."Sé quién eres y dónde estás. Si no quieres que todos lo sepan, estarás dispuesto a pagar un precio. Nos encontraremos pronto."Marco arrugó la carta con fuerza. El pasado que tanto había intentado enterrar estaba, una vez más, acechándolo. Miró hacia la cocina, donde Tao tarareaba una melodía mientras servía las tazas. No podía preoc