El aire fresco y salado del pequeño pueblo costero comenzaba a ser familiar para Bianca, aunque todavía sentía que el lugar no la acogía por completo. Habían pasado semanas desde que se instalaron, y mientras Luca lidiaba con sus propios fantasmas, ella decidió que necesitaba salir de casa y encontrar su lugar en esta nueva vida.
Al principio, los habitantes del pueblo eran amables pero reservados. La llegada de una mujer tan elegante y claramente de fuera despertaba curiosidad, pero también cierta desconfianza. Sin embargo, Bianca no se rindió. Se esforzaba por visitar el mercado local, saludar a los vecinos y participar en pequeños eventos comunitarios.
Fue en una de esas visitas al mercado cuando conoció a Marco, un hombre que vendía pescado fresco junto al muelle. Era un hombre de media
El sol se reflejaba en las aguas cristalinas del pequeño pueblo costero mientras Bianca y Luca caminaban juntos por el muelle. Era una rutina que habían adoptado en las últimas semanas, una forma de desconectarse del pasado y reconectar entre ellos. El aire salado, los colores vibrantes de las casas y el sonido del mar se habían convertido en un bálsamo para sus almas.Bianca sostenía la mano de Luca, sintiendo una calma que hacía tiempo no experimentaba. Él, por su parte, había comenzado a relajarse en esta nueva vida, aunque los ecos de su pasado seguían acechándolo en los momentos más inesperados.—¿Te imaginas que esto sea todo lo que necesitemos? —preguntó Bianca de repente, mirando al horizonte.Luca la mir&oa
El sonido del cartero dejando correspondencia en el buzón no solía llamar la atención de Marco, pero aquel día, una carta sin remitente lo inquietó. La tomó con cuidado y la abrió mientras Tao preparaba café en la cocina. Lo que leyó lo dejó frío: una amenaza velada acompañada de detalles sobre su paradero actual, información que nadie debería tener."Sé quién eres y dónde estás. Si no quieres que todos lo sepan, estarás dispuesto a pagar un precio. Nos encontraremos pronto."Marco arrugó la carta con fuerza. El pasado que tanto había intentado enterrar estaba, una vez más, acechándolo. Miró hacia la cocina, donde Tao tarareaba una melodía mientras servía las tazas. No podía preoc
El aire fresco del amanecer en el pequeño pueblo costero tenía algo especial. Era un nuevo día, un nuevo comienzo. Bianca y Tao caminaban de la mano hacia una antigua casa de piedra que habían decidido comprar. Había estado abandonada durante años, con ventanas rotas y una estructura que parecía al borde del colapso, pero ambos vieron algo en ella: una oportunidad para construir un hogar, juntos.—¿Estás segura de esto? —preguntó Tao, observando las grietas en las paredes y la maleza que crecía descontrolada en el jardín.—Absolutamente —respondió Bianca, con una sonrisa decidida—. Esta casa somos nosotros: tiene sus cicatrices, pero con esfuerzo y amor, puede ser hermosa de nuevo.Tao rió ante su analogía, pero no pudo evitar sentirse conmovido. Estaba dispuesto a hacer de ese lugar un símbolo de todo lo que habían
El sol apenas despuntaba sobre el horizonte del pequeño pueblo costero cuando Bianca despertó con una sensación extraña. No era el cansancio habitual de las últimas semanas, ni las náuseas que había intentado ignorar. Algo dentro de ella parecía diferente. Sin decirle nada a Marco, salió temprano hacia el consultorio médico local, con el corazón latiendo acelerado por una mezcla de esperanza y miedo.Horas después, Bianca sostenía entre sus manos el resultado de la prueba. Positivo. Su mente giraba en espirales de emociones: alegría, nerviosismo, y un atisbo de temor. Este bebé no solo cambiaría sus vidas, sino que también sería una prueba definitiva de que habían dejado atrás el caos del pasado.Cuando llegó a casa, encontró a Marco en el jardín trasero, reparando una cerca que había sido dañada
El tren serpenteaba por el paisaje italiano mientras Bianca miraba por la ventana, absorta en sus pensamientos. Volver a su ciudad natal no era fácil; cada kilómetro que la acercaba parecía añadir peso a su pecho. Desde que había elegido a Marco, la relación con su familia había estado marcada por reproches, silencios y un distanciamiento que a menudo dolía más de lo que estaba dispuesta a admitir. Pero ahora, con un bebé en camino, sentía que era el momento de enfrentar esas heridas.Cuando llegó, la casa familiar estaba igual que siempre, con su fachada de piedra y las buganvillas trepando por los muros. Bianca respiró hondo antes de tocar la puerta. Fue su madre quien abrió, y aunque su rostro mostró sorpresa, también hubo un destello de calidez en sus ojos.—Mamá —dijo Bianca, sonriendo con timidez.—Bianca... no esperaba v
El sol comenzaba a descender sobre el pequeño pueblo costero, pintando el cielo de tonos anaranjados y rosados. Bianca miraba por la ventana de la sala, observando cómo los habitantes comenzaban a reunirse en la plaza principal para una celebración organizada en su honor. La noticia del bebé que esperaba había corrido por el pueblo, y la comunidad, que inicialmente los había recibido con cautela, ahora se volcaba en mostrarles su apoyo.Luca entró en la sala, ajustándose la camisa blanca que Bianca le había insistido que usara. Parecía nervioso, lo que era poco común en él.—¿Estás listo? —preguntó Bianca, girándose hacia él.Luca asintió, aunque sus manos se movían inquietas.—No estoy acostumbrado a esto —admitió, mirando hacia la plaza donde los sonidos de risas y música comenzaban a
El pequeño hospital del pueblo estaba lleno de una expectación silenciosa. La noche había caído, y la calma de las calles contrastaba con el bullicio controlado en el interior del quirófano. Luca caminaba de un lado a otro por el pasillo, pasando las manos por su cabello y lanzando miradas ansiosas hacia la puerta cerrada. Aunque había enfrentado batallas y sobrevivido a los peores enemigos, nunca antes había sentido un miedo tan visceral como ahora.De repente, el sonido de un llanto de recién nacido rompió el silencio. Luca se detuvo en seco, su corazón deteniéndose por un momento antes de acelerarse con fuerza. La puerta del quirófano se abrió, y una enfermera salió con una sonrisa.—Felicidades, señor. Es un niño.Luca tragó saliva, incapaz de decir nada por un instante. La enfermera lo llevó adentro, donde encontró a Bianca acostada en la cama, con el rostro cansado pero lleno de alegría. En sus brazos sostenía a su hijo, envuelto en una manta blanca.—Mira, Luca —dijo Bianca con
El sol brillaba intensamente sobre el tranquilo pueblo costero, y las risas de los niños jugando en la plaza central llenaban el aire. Matteo, ahora un pequeño de apenas un año, balbuceaba emocionado mientras jugaba con una pelota que Luca le había comprado. Bianca observaba desde un banco cercano, sonriendo con ternura ante las payasadas de Luca, quien se inclinaba para ayudar al pequeño a recuperar la pelota cada vez que rodaba fuera de su alcance.Parecía un día perfecto. Sin embargo, la paz de ese momento se rompió en un instante. Matteo, emocionado, corrió tras la pelota que había rodado hacia la calle. Antes de que Luca pudiera reaccionar, una bicicleta apareció de la nada, con el ciclista gritando para alertar al niño. Luca alcanzó a Matteo en el último segundo, levantándolo en sus brazos mientras el ciclista frenaba bruscamente y caía al suelo.El corazón de Luca latía con fuerza mientras sostenía a Matteo, quien comenzó a llorar asustado. Bianca corrió hacia ellos, su rostro p