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Capítulo 2

Los dormitorios estaban separados para hombres y mujeres, lo cual era un alivio por dos cosas. Primero, solo eran cuatro mujeres asique estarían muy cómodas en el espacioso dormitorio pensado para albergar a diez personas. Segundo, durante los días que estuvieran en celo era mejor estar apartadas de los Alfas macho no enlazados dispuestos a arrancarse parte de la carne al entrar en peleas por ganarse a la Omega que estuviera en aquellos días. No era complicado el asunto cuando una ya estaba enlazada a su compañero, pero ese no era el caso de Tau, aún no encontraba a aquel Alfa que debería unirse a ella, y dudaba si realmente estarías dispuesta a hacerlo. Enlazar con alguien era un acto, no solo íntimo, sino que, en su caso, por ser una Omega, de sumisión, y esa era la última palabra que la definiría jamás. Por ello sabía que llegado sus días de celo debería tomar enormes cantidades de supresores que la ayudara a disimular su olor y que no dejaran a su cuerpo presentar los síntomas de aquella etapa. El estar rodeada de pocas personas, dos de ellas enlazadas, la ayudaría a estar segura y podría lidiar mejor con esa situación.

Su dormitorio sería compartido con las dos mujeres que estaban a su lado en la ceremonia de ingreso, más otra que se había ubicado al final de todos los reclutas, en un claro gesto de rebeldía a la decisión de colocar a todas las mujeres juntas, como en una vidriera a su parecer.

Saira era la más grande de las cuatro por mucho. Ella era una Alfa de rinoceronte, de ahí su carácter protector y reservado. Su fuerza era enorme, su expresión prácticamente nula y la mirada penetrante la hacían parecer una persona imposible de intimidar. A Tau no le llevó más de veinte minutos darse cuenta que esa era una fachada. La mujer realmente era amable y cuidadosa. Por algo, que ninguna pudo explicar, se entendieron desde el primer momento. Saira ya se encontraba enlazada con un Omega de elefante, bastante intimidante según las fotos que pudo ver en el teléfono de la mujer. Ella se veía feliz al lado de aquel sujeto que era de su tamaño. Ambos poseían el pelo negro, solo que Saira lo usaba hasta los hombros, dejando su afro, en general, suelto. Sus ojos eran negros y penetrantes, pero a Tau le transmitían calidez, lo que la hacía sentir cómoda con esa enorme mujer.

Alice era una Alfa de lobo blanco. Su corto pelo era del color del pelaje de su animal. Los ojos celestes transmitían mucha energía. Alice no dudaba en hacer amigos rápido, por lo tanto era bastante conversadora y un tanto risueña, parecía casi irreal ese carácter en aquel lugar, pero Tau no iba a juzgarla, ella tampoco caía en los estereotipos pensados para las personas que serían integrantes del SSE. Alice ya estaba enlazada con un Omega de lobo. Un hombre bastante atractivo que trabajaba para los servicios secretos, pero en la parte de investigación, por lo tanto el macho estaba casi toda su jornada laboral detrás de una computadora.

Por último Nahali era una Alfa de tigre de bengala, no estaba enlazada aún, al igual que Tau, pero su nivel sexual era bastante alto. Ella poseía un cabello largo y liso de color castaño, con preciosos y enormes ojos oscuros. Su sonrisa era de lado y con dejes de seducción. Su andar demostraba la seguridad y orgullo que poseía.

Las cuatro mujeres acomodaron sus cosas en los pequeños armarios metálicos que estaban en la pared izquierda del gran salón que hacía de dormitorio. A la derecha se encontraban alineadas las cuatro camas y en el fondo una puerta blanca daba paso al baño que contaba con seis duchas y seis compartimientos individuales con inodoro. 

-Asique cuentanos cómo una Omega llegó hasta aquí - pidió Nahali cruzando sus piernas sobre la cama mientras que Tau se sentaba enfrente de la mujer que parecía querer devorarla con la mirada seductora.

-Nada, lo de siempre. Ejército, carta de recomendación, Servicio de Seguridad Estatal - explicó desestimando el verdadero esfuerzo que tuvo que hacer para alcanzar aquel lugar.

-Vamos, sabemos que es así para un Alfa - decía Alice - pero no para una Omega. No quiero hacerte a menos, pero hay algo más.

-No - contestó ella sin agregar ningún detalle.

-Bueno pequeña - esa era Saira -, si tienes algún estúpido molestándote nos avisas - le dijo mientras se sentaba a su lado y pasaba uno de sus pesados brazos por encima de los pequeños hombros de la muchacha.

-Gracias pero me defiendo sola - respondió ella quitando el brazo de su compañera -. Si me están defendiendo otros Alfas seguimos en lo mismo.

-Bueno, ten en cuenta que te cuidaremos igual - Nahila volvía a sonreírle de costado -. Además somos las únicas mujeres asique debemos estar unidas.

Maliv Acar se refregaba las manos con entusiasmo. Pensaba que con el apoyo de las dos naciones más grandes y poderosas del mundo su mandato estaba asegurado. Había hecho una gran alianza con el embajador Lassim donde su nación le entregaría dinero y seguridad a cambio de que él perdonara los impuestos de su país a todos los productos provenientes del de Lassim. Por otro lado, con Barommé habían fijado tasas diferenciales en cuanto a impuestos aeronáuticos y navales cada vez que los vehículos de la nación de éste atravesaran las ventajosas rutas que Acar poseía bajo sus dominios.

El dictador pensaba en lo ventajoso que ahora sería todo para su desarrollo, principalmente el de sus cuentas bancarias personales.

El gran comedor contaba con filas de grandes mesones azules. La fila para retirar el alimento se encontraba a la izquierda y allí se dirigieron las cuatro mujeres. Ninguna pasó de alto las miradas de aquellos machos que creían que ellas no darían con el talle para ser parte de los Servicios, principalmente porque dos de ellas, Saira y Tau, serían entrenadas para los equipos de asalto.

-¿Algún problema? - la voz firme de Saira, mientras miraba a un hombre que las observaba fijo, rompió el silencio en el que se hallaba el lugar en cuanto ellas pusieron un pie allí.

-Solo me preguntaba si tendrían tiempo de hacerse las uñas antes de entrenar - respondió el sujeto con una sonrisa socarrona abriéndose paso en sus labios.

-¿Quieres que te invitemos? - respondió Nahila acercándose más al sujeto.

-No linda - le respondió él guiñando un ojo -. Pero si me quieres invitar para otras cosas no tengo problema - se acercó aún más a la enojada castaña.

-Te encantaría que te invitara, pero yo no me enredo con mierdas - rebatió la mujer mirándolo despectivamente -. Además hay una linda Omega que es mucho mejor candidata que tú.

Y los ojos del hombre cayeron en Tau, que seguía de pie, firme, detrás de Nahila. El hombre dió un paso al costado para poder observarla por completo. La mirada despectiva que le regaló hizo que la pequeña mujer comenzara a hervir de rabia.

-¿Necesitas algo? - preguntó Tau con evidente irritación y desafío en su voz.

-Oh, la pequeña Omega sí tiene carácter - respondió el sujeto tratando de acercarse a la pequeña, pero apenas dio un paso al frente la fuerte mano de Saira en su hombro lo detuvo -. ¿Perdón? - preguntó él mirando la mano de la mujer y luego los ojos de la misma.

-No se te ocurra - le gruñó Saira.

-¿Acaso necesita cuidado? Si es así entonces se equivocó de lugar - respondió el sujeto volviendo su mirada a Tau que no dudaba en sostenerle la mirada.

-No lo necesito. Tú necesitarás un nuevo culo cuando me cansé de patearlo - respondió ella acercándose al hombre y colocando su dedo índice con fuerza en el amplio pecho del sujeto.

-Quiero verlo - lo retó el hombre y cuando la pequeña iba a tirarse sobre él la puerta del comedor se abrió con fuerza dejando entrar a dos de los sujetos que habían estado en la tarima junto al Comandante.

Anwar era un Alfa de león, capacitado para entrenar a los mejores hombres que se dedicarían a enfrentar cuerpo a cuerpo al enemigo. Su olor a tabaco y chocolate llegaron al instante a la nariz de Tau que debió contener con todas su fuerzas a su puma que no dejaba de inquietarse. El hombre, de cabello castaño rojizo y ojos marrones, caminó directo hacia ellos con la mirada clavada en el dedo de la mujer apoyado en el pecho del hombre. Debió contener con todas sus fuerzas las enormes ganas que tenía de golpear al sujeto y tomar a esa pequeña mujer para alejarla de todos aquellos Alfas.

-¿¡Qué sucede aquí!? - preguntó el rubio que caminaba al lado de Anwar con un fuerte grito.

-Nada, señor - respondió el idiota que aún se encontraba entre las mujeres.

-Mejor así - respondió el rubio antes de mirar a las cuatro mujeres y al sujeto -. No voy a tolerar mierdas en mi turno ¡¿Entendido?! - gritó con voz firme y fuerte para que cada persona de ese sitio lo escuchara muy claro.

-¡Sí, señor! - respondieron todos.

Anwar solo se dedicó a observar la situación. No se sentía lo suficientemente firme para retar a nadie y además a Mark le encantaba hacerlo asique le dejaba el espacio necesario para que hiciera muestra de sus encantos.

El par continuó su camino hacia el mostrador donde rápidamente se les entregó una bandeja con comida y dos botellas de agua. Listos con sus comidas se dirigieron a paso firme fuera del salón.

-Me encanta gritarles - dijo Mark rompiendo el silencio.

-Lo sé, por eso te dejo romperte las cuerdas vocales en paz - respondió Anwar aún con el olor a jazmines en sus fosas nasales.

-No puedo esperar tenerlos para entrenar. ¿A cuántos crees que podré hacer llorar esta vez? - sonrió mirando a su amigo que rió mientras negaba con la cabeza.

-Veremos si superas tu marca del último grupo - propuso provocando una carcajada en su amigo.

Ni bien terminaron de cruzar el enorme pasillo se encontraron frente a la puerta doble de color verde que separaba el espacio de los hombres de mayor rango con el del resto de los integrantes. Siguieron su camino hacia el salón destinado para comer. Atravesaron la puerta del mismo verde que la anterior y se ubicaron en la enorme mesa ovalada de madera. No pasó mucho hasta que la secretaria del Comandante les indicó que Borvachov los esperaba en su despacho. Ambos asintieron y terminaron a prisa sus almuerzos.

-Al fin señoritas - dijo Borvachov apenas los vio atravesar la puerta de su enorme oficina.

-Debemos comer antes de enfrentar a los inútiles novatos - exclamó Mark con una sonrisa burlesca.

-De eso les quería hablar - respondió el Comandante.

-¿Y Xumac? - preguntó Anwar mirando en cada rincón de la oficina.

-Ese muchacho ya está alistando las armas para el primer grupo que va a entrenar con él - se limitó a responder el Comandante -. Mark te toca lo de siempre - y el rubio extendió su sonrisa malvada degustando lo hermoso que le resultaba las súplicas de los hombres pidiendo descanso. Él no se los daba -. Y tú Anwar - suspiró pesado -. Este año te va a tocar algo especial - el castaño lo miró con curiosidad. Él siempre se encargaba de enseñar técnicas de asalto que iban desde desprenderse de edificios hasta saltar con paracaídas -. Tenemos a esa pequeña Omega que, si no fuera porque el mismísimo Coronel la recomendó, ni en sus más alocados sueños la hubiera dejado ser parte de este escuadrón - Anwar comenzaba a inquietarse por la expectativa de lo que le diría su jefe -. Debes entrenarla más que al resto. Quiero que te encargues que dé con la talla de lo que pedimos para esta unidad - el castaño disimulaba con mucho éxito la enorme felicidad que sentía en su pecho. Él, y solo él, la entrenaría en privado.

-¿Cómo quiere que lo haga? - se limitó a preguntar.

-Ella deberá ser parte de los entrenamientos normales asique debería ser antes de que comiencen las actividades de la mañana.

Dicha orden le llamó la atención a Anwar ya que eso significaba que la muchacha debería entrenarse el doble que cualquiera de los Alfas. Eso era mucho trabajo y esfuerzo físico, y sin estar enlazada con un Alfa que le ayudara a recuperarse con más rapidez, debería sustituir la sangre de aquel, que causaba rápidos efectos de recuperación en el Omega que fuera su compañero, con algún polvo sintético que trataba de simular los efectos de la sangre del más fuerte. 

¿Cómo Anwar sabía que no estaba enlazada? Por el simple hecho que ella no desprendía el olor de ningún Alfa. Solo se podía percibir su perfume a jazmín.

-¿Entrenará extra todos los días? - no pudo evitar que algo de preocupación de filtrara en el tono de voz.

-Decídelo tú. Pero debes estar seguro que su entrenamiento extra no perjudique el adiestramiento normal que debe seguir, aunque debe ser el suficiente para que no haga quedar mal a todo el escuadrón.

-Perfecto - se limitó a responder.

El resto de hora que les quedaba de reunión se usaron en terminar los detalles necesarios para que los nuevos reclutas llegaran a alcanzar la excelencia que aquel Servicio buscaba.

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