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04 Capítulo: Grabado a Fuego en mi Mente

Coral también preparó comida para ella misma. Aquel martes era el segundo día más difícil hasta ahora, cada segundo era realmente complicado. Era urgente para ella encontrar un trabajo pronto para solucionar todos los problemas económicos que tenían en ese momento. Sus ahorros se estaban agotando y tristemente ya no sabía qué hacer.

—¿Por qué no estás comiendo? —preguntó, mirándola con cierta preocupación al verla distraída en algún punto de la cocina, sin comer apenas nada.

Elizabeth, al darse cuenta de que su hermana se había dado cuenta de su estado de preocupación, decidió disimular rápidamente antes de levantar más sospechas. A decir verdad, no tenía apetito porque su cabeza estaba llena de angustias. Sentía que en cualquier momento no podría soportar guardar más tiempo en secreto que había perdido su trabajo y terminaría contándole todo a su hermana. Sin embargo, no lo haría porque no quería preocuparla aún más.

—Quizás no tengo mucho apetito porque desayuné tarde.

—Bueno, ¿no tienes que ir a trabajar estos días? —preguntó, esbozando una sonrisa contenta de encontrar a su hermana en casa y no trabajando por la noche.

Para la joven, era extraño que tuviera algo similar a unas vacaciones de su exigente trabajo en el prestigioso restaurante.

—Sí, ya te dije que no tengo que ir a trabajar estos días en el restaurante. De hecho, estoy pensando en buscar otro empleo —reveló, como una forma de ocultar la verdad y tener una buena razón para explicar por qué ya no estaría en el restaurante trabajando.

Su hermana abrió los ojos sorprendida, no podía creer que su hermana renunciara tan repentinamente a un trabajo que ofrecía muchos beneficios y una buena remuneración, gracias a eso habían conseguido muchas cosas.

Le parecía extraño que de la noche a la mañana ella quisiera dejar el restaurante para buscar otro empleo. La única razón por la que podría tomar una decisión tan drástica podría ser que ya no le funcionaba trabajar allí debido al agotador horario, por lo que era posible que todo estuviera relacionado con su horario extenuante que la dejaba exhausta. Si ese era el motivo, la entendía perfectamente y esperaba que encontrara otro lugar que se adecuara a ella.

—Bueno, ¿puedo saber por qué ya no vas a trabajar en el restaurante? Sé que el sueldo es bueno, aunque me siento mal de que tengas que trabajar tanto —dijo, sintiéndose un poco triste.

Elizabeth le regaló una sonrisa y tomó su mano sobre la mesa para luego acariciarla sutilmente y transmitirle tranquilidad, además de que no debía preocuparse y que lo que estaba haciendo era para asegurar un mejor futuro. De hecho, Elizabeth estaba decidida a interpretar su papel de hermana mayor y protegerla hasta el final.

—Está bien, como sabes, en el restaurante me exigen mucho y tengo que trabajar muy duro. Pero sé que todo el esfuerzo vale la pena porque recibo un buen salario. Sin embargo, quiero encontrar un lugar donde realmente me sienta más cómoda. No tienes de qué preocuparte, me encargaré de todo y estoy segura de que cuando deje el restaurante encontraré el lugar que quiero o algo similar —le volvió a sonreír.

—Me gustaría poder quedarme tranquila, pero no puedo hacerlo sabiendo que te esfuerzas tanto para darme lo mejor y eso te agota. Quiero que cumplas tus sueños y que no solo te desvivas por mí —le confesó, haciendo un puchero.

Coral comenzaba a sentirse como una carga para su hermana mayor. Elizabeth siempre se había preocupado mucho por ella y trabajaba arduamente para darle todo lo que necesitaba. La joven quería devolverle todo eso. Solo así se sentiría una mejor persona.

—Bueno, precisamente por eso te repito que lo mejor que puedes hacer ahora es seguir esforzándote en tus estudios y más adelante podrás ayudarme si tanto lo deseas. Por ahora, debes vivir cada momento de tu vida y disfrutar. Sinceramente, tengo la ligera sensación de que lo mejor está por venir.

—Tal vez tengas razón o tal vez soy demasiado positiva.

—Me parece extraño escucharte decir eso. Siempre has sido una chica bastante positiva y ahora que yo intento serlo, no piensas lo mismo —le comentó.

—No, no soy negativa y tampoco me considero alguien muy positiva. Solo quiero mantener los pies en la tierra y no hacerme falsas expectativas.

Elizabeth suspiró profundamente antes de lavar el tenedor en el puré de papa que había preparado. Coral la observó mientras lo hacía.

—Quizás podríamos salir a tomar un poco de aire más tarde, ¿quieres venir conmigo o tienes muchas cosas por hacer? —preguntó.

La joven volvió a sacar el labio inferior.

Estaba a punto de entrar en la ducha cuando su teléfono comenzó a sonar. Al ver el nombre de Alicia como remitente, decidió contestar la llamada. Le parecía extraño que Alicia la estuviera contactando de nuevo.

—Hola, Alicia.

—Elizabeth, espero que estés bien. Oye, tengo algo que decirte, espero que no te enfades. Es sobre el italiano, sí, me refiero al hombre al que accidentalmente le volcaste el agua encima.

—¿Qué? No te estoy entendiendo en absoluto. ¿Acaso ha vuelto al restaurante a reclamar cuando ya ni siquiera trabajo allí? —expresó incrédula ante esa posibilidad.

—No, no es eso. Bueno, sí lo es, pero en esta ocasión no ha venido a reclamar nada. Ese día en que accidentalmente le tiraste el agua, quiso hablar conmigo y preguntó por ti. Le dije que ya no trabajas en el restaurante, así que me dejó dinero asegurando que es tu propina y que te lo diera. Solo estoy cumpliendo con decirte lo que él me pidió.

—¿Qué? No puedo creer que ese tipo haya ido nuevamente y encima deje una propina. No quiero su dinero. Quédatelo tú —bufó.

—La verdad es que esto no son solo unos centavos, son dos mil dólares. Me quedé anonadada cuando vi la cantidad de dinero que me dio. Incluso le dije que era demasiado y él aseguró que no se había equivocado.

Elizabeth estaba incrédula ante la cantidad mencionada. Claramente, no se iba a volver millonaria con eso, y era obvio que para ese hombre, dos mil dólares eran solo una propina.

—No, no quiero su dinero. Puedes quedártelo.

—Ahora mismo estoy trabajando y tú no. No me sentiría bien usando un dinero que te puede servir. No seas así y tómalo. Puedo hacerte un pago y me quedo con el efectivo. No podré ir a encontrarme contigo, estoy muy ocupada.

—Entiendo. Mejor quédate con la mitad, ¿de acuerdo? No aceptaré un no por respuesta, Alicia —advirtió, antes de que rechazara el dinero ofrecido.

—Bueno, ya que lo dices de esa manera, lo aceptaré.

—Vale, muchas gracias por avisar.

Después de colgar el teléfono, se quedó pensando un poco. Seguía pensando que ese hombre tenía una actitud bastante extraña con ella. No había ninguna razón para que fuera al restaurante a dejarle una propina y mucho menos tanto dinero, después de haberse enfadado aquel día por lo que sucedió. No entendía por qué ese hombre parecía comportarse de esa manera.

Sinceramente, no quería aceptar ese dinero que venía de su parte, pero en este momento, era como si le cayera del cielo una ayuda. Así que se veía obligada a usarlo para cubrir algunos gastos que tenía. Pero pensándolo bien, era lo menos que ese hombre podía hacer por ella luego de hacer que la despidieran del trabajo.

Elizabeth miró la hora en la pantalla de su teléfono, se estaba haciendo tarde para la salida, así que se dio prisa y entró al baño para empezar a ducharse y no llegar tan tarde.

Mientras estaba debajo de la cascada de agua, empezaron a surgir en su cabeza demasiadas hipótesis y pensamientos sobre aquel italiano. ¿Por qué de repente no podía dejar de pensar en él? No entendía esa necesidad incontrolable de tener su nombre clavado en la cabeza, aunque no quisiera.

Elizabeth había grabado su rostro en su mente como si lo hubiera mirado muchas veces, cuando en realidad solo fue en esa ocasión. ¿Tenía algún significado para ella? No solía creer en esas cosas, pero lo que estaba ocurriendo parecía una señal de lo que podría pasar en el futuro, y estaba segura de que algún día se lo iba a encontrar y no sabría cómo reaccionar. Aunque ahora estaba decidida a reclamarle, no sabía qué haría llegado el momento.

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