Capítulo 16

CAPÍTULO 16

Una de las cosas que había visto Sebastián en Alay, era su forma de hablar tan pausada y tranquila. Como si la paloma de la Paz le hubiese meado encima o fornicado con una humana y de ella hubiera nacido semejante mujer diminuta.

Era diminuta por su contextura física pero todas la partes de su cuerpo tenía lo suyo. Pechos medianos, cintura pequeña y trasero de manzana. Era una joven de muñecas chiquitas, tanto que, juraba que algún apretón podía rompersela.

De la nada terminaron charlo en un jardín, viendo como varios jóvenes ya habían tomado varios caballos para montarlos y seducir a mujeres que tomaban el té.

—Siento que el tiempo aquí será tan eterno como tedioso—le dijo Sebastián—¿tú eras de mi escuela?

—Sí, era tu compañera en física, aleman y matemáticas—le responde ella.

—Nunca te había visto o simplemente no te recuerdo. Lamenta mi mala memoria.

<> piensa Alay, con tristeza.

—No te preocupes—le dice ella—. Creo que las cosas siempre se dan por
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