- Yo…–Por primera vez en mi vida no quería estar a su lado, tenía pánico. Cada mirada suya era como un mortífero golpe al corazón–. Quiero ir a casa.- Como si fuera a dejar que eso sucediera –respondió bufando como un toro embravecido.- Por favor –froté mis dedos cerrando los ojos temerosa–. No me lastimes… Tengo mucho miedo.El automóvil se detuvo de improviso. Si no me aferraba al asiento, en estos momentos tendría que llevarme de emergencia al Hospital, para que suturen la herida en mi frente, producida por los vidrios que se romperían en mi cabeza.Ahora estaba más aterrada.Volteé para abrir la puerta y salir corriendo, pero no logré hacerlo; el único que podía abrirla, era el conductor.Mr. Stevens giró su rostro con parsimonia hacia mí. Estaba muerta.¿Qué podía hacer?Se quitó el cinturón de seguridad y apagó el coche.Su exagerada respiración revolvía su largo flequillo. Podía notar las venas de su cuello y frente, palpitar inflamadas de furor. Creo que esta vez no podría c
Dudé unos instantes si seguir con lo que había planeado o detenerme; quizás me precipité por algo sin importancia, debí dejarla explicar el…¡No!¡Basta!¡Deja de ser tan débil!Acaba con esto de una vez.Ahogué el sufrimiento que me producían sus alaridos. Mordí mis labios hasta hacerlos sangrar solo para traerme al presente, y no dejarme embaucar una vez más por la dulzura de sus frases. Separé sus finas piernas colocándome en medio de sus tibios muslos.Introduje mis dedos bajo su pantalón y empecé a acariciarla. Vanesa emitió un sutil gemido que encendió mi lívido. Bajé como un lobo hambriento por sus pequeños pechos, solté sus manos y arranqué el sujetador que los aprisionaba.Era maravillosa, su rosada piel hacía juego con el rojo intenso de sus mejillas. Quedé extasiado observándola. Era perfecta. No podía hallar un solo defecto en su cuerpo. Ella solo me miraba, mientras lágrimas rodaban por sus ardientes pómulos.Intentó cubrirse, pero no se lo permití. Inmediatamente atrapé
El dolor que sentí en el momento que entró a mí, disminuyó con cada movimiento suyo hasta tornarse agradable.No quería que terminara y deseaba con fervor que se quedara así por mucho tiempo.Para ser sincera, me agradó más el final. Sentir aquel cálido líquido que llenaba mi interior, fue como descubrir una fruta, cuya delicia prohibida carcome tus sentidos hasta convertirte en un devoto esclavo de su sabor. Ahora espero que sus dudas se hayan disipado como el espumoso rastro de un bergantín que surca el inmenso mar.Mr. Stevens, yo le pertenezco en cuerpo y alma; no me deje marchar nunca, áteme con fuerzas a las barandas de su vida.#Cuán confundido estaba.Ella decía la verdad. Nunca se había acostado con otro, y yo fui el primero como siempre quise, pero ¿Por qué no me siento satisfecho con este resultado?Debí creerle, debí llevarla a mi departamento, allá tenía todo preparado para una noche tan especial como esta.Renegando por lo sucedido, me acomodé la ropa y salí fuera.Nec
Esa revelación fue como un certero golpe al corazón. Sentí claramente como una parte se resquebrajaba y despedazaba hasta hacerse añicos.Estoy segura que el dolor de Prometeo no se asemeja en nada al que sentía en este momento; era como si una manada de leones, engullera mi interior hasta dejarme vacía, seca; querían asolarme, destruirme.Justo cuando creí que la noche se ponía mejor, tuvo que decirme esto; hubiera preferido que lo guardara en secreto, elegiría mil veces ignorar lo que sucedió entre esa mujer y mi amado Príncipe.- Solo fue una vez –pegó su cuerpo al mío–. No volví a salir con ella –mi respiración se volvió profunda–. Quería que lo supieras, no pretendo mentirte.Tenía tantas ganas de llorar, abofetearlo y salir corriendo de ahí para no volver jamás.Henderson había dicho que Mr. Stevens tenía suerte con las mujeres, que muchas jóvenes lindas lo buscaban. De seguro Marilyn era una de ellas.- ¿La amas? –Pregunté cabizbaja–. Si es así no quiero interferir entre ustede
- Me siento orgulloso de ti… Hijo –mi padre lo abrazó delante de su socio. Tal vez la edad lo estaba volviendo loco, ya tenía setenta y dos años y no pensaba descansar. Amaba más a la Empresa que a su propia familia–. Pero me preocupa ese dolor que sientes en el estómago, deberías ir a la clínica.- No es nada grave –mirándome–. Solo es un leve dolor producto de algo que no digerí bien por salir a correr.- Vayamos a celebrar –dijo Freddy–. Los ingresos han aumentado y eso se merece una recompensa ¿Verdad Henderson?Se robaba un crédito que no le pertenecía.Si la Empresa había subido sus cifras, era por mí, yo me esforzaba a diario para que las ganancias sobrepasaran a la de los meses anteriores y no era justo que me dejaran de lado.#- ¡Lo dices en serio! –Exclamó impresionada Melina. Tapándose la boca, echó a reír–. Por eso traes puesta su camisa.- Sí –confirmé emocionada. Encogiéndome de hombros, dejé que mis largos risos cubrieran parte de mi rostro.Nos encontrábamos conversan
Ella se acercó a mi lado sin titubear. Rodeándome con sus brazos, confortó mi alma consumida por la amargura. Poco a poco, sentí como la ira dejaba mi corazón hasta desaparecer completamente.- No me dejes solo nunca –sumergí mi rostro en su seráfico pecho–. Mi niña. Te amo –una osada timidez ruborizó mis mejillas.Sin la mínima intención de hacerlo, le declaré mis más profundos sentimientos. Sí, la amaba y no me avergüenzo de decirlo. Sé que, para ella, estás palabras tienen una importancia que supera al valor del oro, y al igual que él, no se devaluarán nunca.- Stevens –una tímida sonrisa floreció en su joven rostro–. Yo también lo amo.Me besó con tal ímpetu, que caímos de espaldas al suelo. Sus labios no dejaban un solo espacio libre en mi boca; me arrebataban el oxígeno, estaba a punto de desmayarme por falta de aire, pero no importaba. Esa angustiante sensación me recordó que aún estaba vivo y no había razón para desplomarme por una estupidez como la acaecida.- Vanesa…–Exhalé
A pesar de mis escasos años, me di cuenta que Marcus pretendía manipular a su hijo conmigo.Si lograban retenerme, Mr. Stevens no se iría y así su padre no perdería su gallina de los huevos de oro; sin embargo, no entendía cuál era el afán por parte de Henderson para que me quedara en CODALU. Si Mr. Stevens se iba, él podría ocupar ese importante cargo y convertirse en un personaje tan relevante como mi Príncipe.¿Para qué me necesitaría?- Si deseas que me quede –acotó Mr. Stevens–. Discúlpate con Vanesa.- ¡Yo! ¡¿Disculparme con esa mujer barata?! ¡Olvídalo!- Adiós padre –dictaminó con determinación.Encendió el auto y arrancó dejándolos atrás.Yo sé lo importante que es para él este trabajo, y verlo renunciar así debe ser muy difícil. No supe que hacer para consolarlo, solo incliné el rostro y me disculpé. Él no se merece una mujer inútil como yo.#Me sentía liberado.Sabía que al cortar lazos con CODALU, podía iniciar una nueva vida, con un mejor trabajo –en el que la gente no m
El cielo oscureció y sutiles gotas inundaron el ocaso.No nos dimos cuenta que las nubes pronosticaban una noche extremadamente fría. Las calles se tornarían resbalosas en cuestión de minutos. No le dimos importancia, si no, hasta que la gélida precipitación cayó sobre nosotros, empapándonos por completo.Empezamos a reír mientras corríamos al automóvil; ya dentro, nos besamos como dos adolescentes excitados después de hacer una travesura –claro, yo aún era joven, pero Mr. Stevens, ya no tenía edad para andar en chiquilladas–, después nos observamos escasos segundos antes de dar rienda suelta a nuestras pasiones.Me gustó la manera varonil en que mi Príncipe me hizo el amor. Era la segunda vez y fue algo doloroso –menos que la anterior–, pero ese sufrimiento fue agradable, placentero.Él me preguntó si deseaba que fuera delicado, le dije que así estaba bien; me agradaba el ímpetu con que se deslizaba dentro de mí, y la fuerza con que apretaba mi cuerpo entre sus brazos.- Te amo