Tardaron unos minutos en irse. Cuando la pesada puerta del baño cerró, salí caminando a paso lento. Estaba confundida, sin saber si arrojarme como una ingenua paloma, a las garras del amor o huir despavorida. Había esperado toda mi vida por esto, él era la personificación del Eros, tenía todas las cualidades que buscaba en un hombre.¡AAAHHH! ¡QUÉ DIFICIL ES ENAMORARSE!Salí corriendo de ese lugar, ya no deseaba pensar más en esta situación, era agobiante. Sin darme cuenta, tropecé con alguien. El choque fue tan fuerte que caí de espaldas al piso. Aquel golpe me devolvió a la realidad, mi realidad, aquella de la que escapé cuando flotaba en las nubes rosas que empezaron a llenar mi mente.-¿Estás bien? –Extendió su mano.-Si, no se preocupe –dije intentando pararme–. Soy yo la que debe preguntar si se encuentra bien –sonreí elevando la mirada hacia mi interlocutor, para darme cuenta que a quien había golpeado, era el hermano menor de Mr. Stevens–. ¡Oh por Dios! –Exclamé asustada–. Los
-No juegues conmigo Henderson –cogí mi saco que dejé en la mesa al entrar–. Podrías terminar viviendo de nuevo en ese basural del que te sacamos. -Vamos –extendió los brazos–. ¡Solo jugaba hombre! No lo tomes en serio, eres mi hermano y te quiero –palmeó mi espalda. Estaba harto de sus bromas. Ninguno de los dos tenía sentimientos filiales por el otro, es más, podría asegurar que nos odiábamos. Desde que lo conocí, nunca le mencioné el lugar de su nacimiento, ni las desdichas que padeció con la insensibilidad de mi padre, no porque sintiera lástima por él o por miedo a herirlo, sino porque no me interesaba; es más, nunca bromeamos sobre algún tema, no teníamos esa confianza, pero siempre lo llamé “hermano”, aunque no tuviera el más mínimo sentimiento de cariño hacia su persona. -Me mandan esto del departamento de estadísticas –dijo una delicada voz desde la puerta. Era Vanesa, la habían enviado desde el 5.º piso, a la oficina de este bastardo para entregar los documentos. Es un ali
Lancé un suspiro al aire. Por alguna sibilina razón, me sentía extrañado. Una parte de mí no quería hacerlo. Una callada vocecilla en mi cabeza, no dejaba de repetirme que no estaba bien, que me olvidara de todo y me fuera a casa, pero mi carne me incitaba a continuar. Ya había avanzado y aguantado suficiente, como para frenarlo y decantarme por abandonar los planes que había trazado.- En fin –moví mi cabeza para despejar todos los pensamientos negativos que me saturaban–. Hoy será la noche en que tome lo que es mío. Me cobraré hasta el último centavo que perdí en ti, Vanesa –pensé mientras subía al automóvil y encendía el motor.#Él salió de la oficina y después de unos minutos –como me había indicado–, salí para darle el encuentro en la planta baja. Antes de llegar al ascensor, me encontré con Melina, quien también se iba a casa.- ¡Melina! –Exclamé elevando los brazos para saludarla–. Ya es muy tarde, pensé que te habías ido antes.- No hija –resopló agotada–. Creo que me jubilar
- ¿Pizza? –Una esporádica risa afloró en su rostro. Esta vez la pude ver con más claridad. Un halo brillante iluminaba su ser.Creo que él deseaba llevarme a uno de los restaurantes que suele visitar con frecuencia, ya lo había hecho un par de veces, pero me incomodaba sobremanera la forma en que esas personas me miraban y siempre terminábamos cenando en este rinconcito de comida rápida, aunque él no probaba bocado, espero que esta noche si le apetezca.- Sí, es que… Nunca he probado la pizza de ese lugar y me gustaría saber…–volví a mirarlo sonriente– ¡Cuál es su sabor! –Moví las manos dibujando una pizza imaginaria– ¿Se siente el queso?, ¿A qué sabe la mozzarella?, ¿Es cierto que se estira como en los comerciales? –Desvié mi rostro hacia él, quien me miraba estoico. Me sentí avergonzada y empecé a morder mis uñas, la ansiedad me invadió–. O mejor, lléveme a casa de una vez.- No –recalcó frenando el auto en medio de dos avenidas–. Te llevaré a cenar, no has comido nada en todo el dí
Nunca antes me habían hablado así. La mayoría de las mujeres que decían estar enamoradas, solo buscaban mi dinero; me di cuenta de eso porque siempre estaban pidiéndome cosas, que las llevase a lugares caros y reuniones de sociedad, las que no me gustaban para nada. Por eso dejé de buscar amor en ellas y me centré en el placer que podían concederme. Pero con Vanesa todo fue diferente, incluso con la comida. Esta noche me atreví a probar aquello que ella siempre come, y estuvo realmente delicioso. Creí que terminaría vomitando, pero no fue así, disfruté cada bocado.Yo la había traído a este lugar con una sola intención:Arrebatarle aquel tesoro natural que la mayoría de hombres desean.Pero no imaginé que algo semejante sucedería. Nunca pensé escuchar desbordarse un alma, y menos proferir palabras tan abrigadoras y cálidas.Ella era tan joven, hermosa, cándida, frágil. Capaz de enamorar cualquier corazón.¿Por qué tendría que elegir a un viejo lobo como yo? Aunque ya conocía que ella
- Lo amo –besé su cuello–. Permítame estar a su lado, por favor.- Vanesa –exhaló sin moverse–. ¿Me amarás cuando no pueda caminar? ¿Acaso vas a soportarme cuando me convierta en un anciano inútil?- La edad son solo pretextos suyos –enfaticé rozando mi nariz con la fina textura de su cerviz.- Tengo 40 años.- ¿40? ¿Años? –Susurré estupefacta. Creí que tenía 30, 33 como máximo. El tiempo había sido benévolo con él.- ¿Te asustaste? –Una ligera risa osciló su cuerpo–. ¿Sigues pensando lo mismo que antes? –Sentí claramente como sus brazos estrujaron mi pecho. Tenía miedo que cambiara de opinión.- Sí –volví a rodearlo, dándole aquella seguridad que le arrebaté sin querer–. Lo amo Mr. Stevens. Ahora, respóndame usted ¿Quiere ser mi enamorado? –Sentí claramente arder mis mejillas. Él se levantó, sonrió y mirándome a los ojos, me besó con delicadeza.Una extraña y desesperante delicadeza que me hacía desearlo más.No entendí bien lo que este beso significó, pero no podía exigirle más; cre
Coloqué la bandeja sobre la mesita de noche y sentándome en el borde de mi cama, me dispuse empezar sin perder tiempo.Quería borrar este sentimiento que se adueñaba de mí, quería volver a ser el de antes; después de una lujuriosa sesión, seguro todo quedaría en el pasado. Olvidaría todas esas bobadas del amor.¿Yo enamorado de una chiquilla? ¡En que diablos estaba pensando! Hasta decirlo suena ridículo, el amor no está hecho para mí y yo no deseo tenerlo.Ellas se quitaron la ropa entre coqueteos. Tocándose entre sí, pretendían encender esa tóxica flama libidinosa, pero solo conseguían asquearme. Sus cuerpos eran demasiado voluptuosos, sus rostros estaban exageradamente maquillados, la ropa que usaban, solo resaltaba sus defectos.En otros tiempos, lo que Marilyn y su acompañante hacían, me hubiera excitado sin pensarlo dos veces; ahora solo las comparaba con mi Vanesa y eso no estaba bien.Con sumo esfuerzo, ahogué esos pensamientos que me estancaban e impedían disfrutar del momento
En realidad, no la modifiqué como pensaba, pero si abrí las persianas de la ventana que colinda con el exterior –la cual estaba cerrada–, para que la claridad del día ilumine sus quehaceres; limpié su estante, tiré los papeles de su cesto de basura y acomodé los documentos en su escritorio.- Buenos días, jefecito –escuché decir a una de las secretarias.¡Estaba cerca!¡Por fin!Corrí hacia el ascensor que estaba a punto de cerrarse y me subí en él. Quería estar presente cuando vea cómo había limpiado su lugar de trabajo. Mi emoción fue tal que las personas dentro empezaron reír y mirarse entre sí, como intentando descifrar que era lo que estaba ocurriendo, entre ellos, el joven Henderson quien me observó desconcertado. Mr. Stevens se paró frente a las puertas y pude apreciar su varonil rostro por unos escasos segundos, antes que la entrada se cerrara para empezar a subir. Iba perdido revisando mensajes en su celular, por lo que dudo que haya logrado verme.Dentro de poco me diría lo