—Pues, escuché que parece que la abuela Bernard se enfermó, la culparon de robar el brazalete, así que...—¿Entonces por eso lo rompió? Si de verdad le importara, no lo habría hecho. Sabía bien lo que significaba ese brazalete para la pobre abuela.—Pff, ¿entonces estás tan molesto porque no te da la hora?Me sorprendieron las palabras de Alan.¿Es en serio? ¿Mateo está molesto por eso?Para él, yo no soy más que una amante sin valor, ¿cómo podría afectarle si le presto atención o no?Como era de esperarse, Mateo se rió:—Lo que me molesta es que todo el cariño y la sinceridad de la abuela Bernard no valen nada para ella, hasta se queja de eso.No, eso no es cierto, ¡yo adoro a la abuela Bernard!Grité por dentro, y las lágrimas me empezaron a brotar sin control.A estas alturas, diga lo que diga, Mateo ya no va a creerme.En el estudio, Alan suspiró:—Por lo menos la abuela está bien, si no... ah, digo, si le hubiera pasado algo, ¿qué habrías hecho? ¿Es cierto que te las ibas a cobrar
Era una noche de otoño, y la brisa era suave, un poco fría.Arrastraba mi maleta mientras caminaba por la calle, perdida en mis ideas.De pronto, me pregunté: ¿y si nunca hubiera conocido a Mateo?Aunque mi familia se hubiera venido abajo, por lo menos habría podido empezar de cero, sin este dolor encima. Me detuve bajo una farola, miré el cielo oscuro y respiré profundo.No tenía idea de cuánto me iba a tomar olvidarme de ese tipo, ni cuánto tiempo iba a tardar en sanar.Las hojas secas giraban a mi alrededor, empujadas por un viento lleno de gotas de agua diminutas que me daban en la cara, una sensación fresca.Me subí el cuello del abrigo, sintiendo que este otoño se sentía más duro que otros años.Me quedé ahí, parada bajo una farola, un buen rato.Cuando por fin decidí moverme, seguí la dirección que mi hermano Carlos me había dado, hasta llegar a su departamento.Vivía en un lugar bastante apartado, en una zona llena de casitas humildes. Las construcciones estaban pegadas unas a o
Casi que me arrastré por las escaleras hasta el sexto piso. Cuando por fin llegué, agotada y llena de hambre, el muchacho ya me estaba esperando en la entrada del pasillo:—¿Cuál es el número de tu cuarto?—Parece que… es la 606.Quería decirle que yo podía con la maleta y que no se preocupara, que llegaba sola.Pero bueno, él ya me había ayudado y no quería quedar mal rechazándolo.Cuando me escuchó, enseguida llevó la maleta hasta la puerta de la 606, volteando de vez en cuando para hablar:—Mi mamá y yo vivimos en la 602. Si te hace falta algo, puedes tocar la puerta cuando quieras.—Vale, te lo agradezco.Cuando llegamos, se me quedó mirando, como esperando que abriera, sin intención de irse. De repente me sentí incómoda, sin saber bien qué hacer.Esperé unos segundos, tomé la maleta y le dije:—Gracias por todo. Un día los invito a ti y a tu mamá a cenar.—No fue nada, solo un favorcito —dijo él, pero seguía ahí, mirándome sin moverse.No sabía qué hacer.Si no lo invitaba a entrar
Tenía el celular apretado en la mano, mirando fijo el nombre que apareció en la pantalla.Después de que la abuela Bernard se enfermara por mi culpa, lo llamé varias veces, pero nunca me contestó.¿Y ahora por qué me estaba llamando?¿Será que se enteró de que me mudé y venía a reclamarme?¿No decía que no quería volver a verme nunca más?Si me fui, ¿no debería estar contento?Aunque no quería, sentí algo en el pecho. Sentí algo de esperanza.Me mordí el labio y, sin pensarlo más, contesté.Solo podía oír su respiración, mientras mi corazón latía como loco. No sabía ni qué decir.Después de un rato sin hablar, por fin dijo algo.Su voz sonaba cortante, como si estuviera dando una orden:—La abuela Bernard quiere verte. Mañana ve al hospital.Se me vino abajo todo lo que había sentido.Sonreí como una boba.Pensé que me llamaba por la mudanza, pero para él eso no tenía la menor importancia.Si no fuera porque la abuela lo pidió, seguro ni me habría dirigido la palabra. Mucho menos me lla
No pude evitar sonreír, todo era tan irónico.Al final, soy la única de la familia que no ha logrado acostumbrarse a pasar de tener dinero a no tener ni para el bus.Vean a mi hermano, ya se adaptó a vivir así, ¿por qué yo no puedo?Y toda esa gente que se parte el lomo trabajando, ellos sí pueden vivir en este lugar. ¿Y yo, que debo hasta lo que no tengo y traigo los bolsillos vacíos, con qué cara voy a criticar?Me limpié la cara y me subí a la cama, obligándome a dormir.Mañana tengo que trabajar, no puedo seguir agotándome así.Desde mañana empiezo de cero, ahora sí en serio.¡Una nueva vida, lejos de Mateo!Al día siguiente, cuando entró el sol por la ventana, sentí como si se llevara toda la pesadez que traía en el pecho.Me lavé la cara y al terminar, ya andaba más pila.Compré algo de desayuno en un puestito y, mientras comía, me fui caminando a la parada del bus. Había un montón de gente yendo a trabajar.Cuando llegué, ya estaba hasta el tope.Después de batallar un buen rato,
El señor Martínez estaba recostado en su silla tomando café.Cuando me vio entrar, soltó la taza y me dijo:—¿Si estás tan mal, por qué no te tomaste unos días más para descansar?Su tono ya no era como antes, tenía un toque de burla.No sabía si le había molestado que faltara al trabajo.Rápido le respondí:—Ayer tuve un problema en casa y no pude venir, lo siento. A partir de ahora cumpliré el horario y no faltaré ni un día.Se quedó mirándome un momento y, de pronto, bajó la vista hacia mi abdomen.Esa mirada me incomodó y, sin pensarlo, me cubrí la panza con las manos.Se rio con sarcasmo:—¿Es cierto que estás embarazada?Me quedé impactada y negué enseguida:—No, es un chisme nada más.¡Por Dios! También él pensaba lo mismo.Y lo peor es que ni siquiera debería importarle.Apenas estoy empezando en esta empresa, ¿qué más le daría si fuera cierto?Y no sé si era mi idea, pero cuando me preguntó eso, su mirada se sintió distante, y su voz no sonaba nada amigable.¿Qué estaba pasando
El celular no había ni vibrado, Mateo no me había vuelto a dirigir la palabra desde la llamada que me hizo anoche.Tal vez él ya sabía que me había mudado de la casa, pero simplemente ya no le importaba.Saqué las dos partes rotas de la pulsera.Hoy había quedado con el maestro para reparar esta pulsera, aunque no sabía si podría arreglarla.Llegué a la tienda donde trabajan joyas, y el maestro, al ver las dos partes rotas de la pulsera, dijo sorprendido:—¡No puede ser! Hoy en día no hay ni dónde conseguir pulseras tan bien hechas. ¿Cómo dejaste que se te rompiera esta belleza?Cuando lo escuché, se me vino a la mente el momento en que la abuela Bernard me la dio, y sentí una culpa horrible.Le pregunté al maestro:—¿Crees que se pueda arreglar?Me contestó:—Con algo así de valioso, claro que voy a usar la mejor técnica para dejarla como nueva, pero…—No importa cuánto cueste, mientras se pueda arreglar —dije rápido.—No se trata del dinero. Aunque logre que no se note nada, la grieta
De pronto, Mateo se dio cuenta de que había alguien afuera, junto a la puerta.Suspiró y fue directo hacia allá, apurado.Me entró el pánico y me volteé de inmediato, metiéndome al pasillo de al lado.Entré en un cuarto vacío.Me quedé ahí un buen rato, pero no se oían pasos ni nada afuera.Me mordí las uñas y, con cuidado, abrí la puerta para echar un vistazo.Y ahí estaba Mateo, parado justo a la salida del pasillo, junto a… Camila.No sé de qué hablaban, pero Camila sonreía y él tenía una cara tranquila.Me burlé de mí misma y apreté los labios.Mateo no era un tipo frío por naturaleza, solo mantenía su distancia con quienes no le caían bien. Mira nada más cómo veía a Camila, siempre con ese cariño.Al rato, Mateo la llevó a ver a la abuela Bernard.Está claro para todo el mundo, Mateo quiere es a Camila, y tarde o temprano ella se va a convertir en la nuera de la abuela Bernard. Y bueno, alguien tan linda y buena onda como Camila seguro le va a caer bien.No ver a la abuela Bernard