Stefano NarraElla se quedó dormida en mis brazos. Me destrozaba verla así, porque no podía hacer nada más que acompañarla, estar con ella, y procurar que Mía recibiera el mejor tratamiento posible. Pero aún así no podía garantizarle que la vida de Mía no estaría en peligro.La llevé a la cama y siguió durmiendo. Por la mañana, mi sorpresa fue enorme al ver que ella se levantó como si nada hubiese pasado. Se dio una ducha y se maquilló, creo que intentaba disimular sus ojos hinchados e irritados por tantas lágrimas derramadas.Se dirigió al cuarto de los niños, y despertó a Mía muy suavemente, llenándola de besos, idolatrándola, le repitió miles de veces que la amaba y que era lo mejor que le había pasado en su vida.Luego del desayuno nos fuimos a dejar a los niños en la guardería.Ya sin los niños, todavía en el auto le pregunté.― ¿Cómo estas, Beatriz? ¿Cómo te sientes, amor?― Estoy bien. Y estoy segura que puede ser un error. Mi hija está sana, no puede tener cáncer ― me dijo, c
Narra BerthaStefano me había pedido que cuidara a Mía y a Thommy, ya que debía ir al médico con Beatriz. Notaba a mi hermano demasiado triste y a mi nueva amiga completamente ausente. Sólo esperaba que no pasara nada malo con su bebé.Me hacía inmensamente feliz verlos a los dos juntos, y que pudieran vivir ese embarazo unidos y llenos de amor. Incluso hasta me daba un poco de envidia, y cuando pasaba, alejaba eso de mi mente. No podía permitirme pensar en aquello.Por suerte, la tarde con los niños pasó rápido y Mía y Thommy después de cenar, se quedaron dormidos.Estaba un poco preocupada porque no regresaban, sin embargo los esperaría un poco más y en caso de que no llegara, los llamaría por teléfonoDe repente, escuché como Mía daba gritos y fui corriendo a la habitación donde ella estaba llorando.― ¿Qué pasa, princesa? ¿Por qué lloras?― Tuve una pesadilla. Soñé que me ponían muchas inyecciones – respondió la pequeña, aún llorando.― Fue solo un mal sueño, cariño. No te preocu
Narra BerthaEra un día de verano… me podía ver en un gran predio, hermoso, verde, el calor era sofocante. En mi mano sostenía una copa de vino, sabía delicioso, podía notar la sonrisa en mi rostro, mi cara completamente embobada mirando esos ojos azules que me hablaban, que me halagaban.Caminamos alejándonos de aquella carpa grande donde era la exposición, él me tomaba por la cintura y me guiaba hacía una supuesta muestra privada, yo podía sentir el suave mareo por efecto del vino.De pronto todo se volvió oscuro, casi negro. Recuerdo sus manos tocándome todo el cuerpo, al principio era suave, pero cuando le dije que no quería que pasara nada, me tomó por la fuerza. Sus manos dejaron de acariciar mi cuerpo para tocarlo brutalmente, me besaba con fuerza, hasta que mis labios sangraron, mi manos estaban inmovilizadas sobre mi cabeza con una de sus manos, mientras que la otra subía por mis muslos, levantando mi falda, arrancándome la ropa interior. Grite, lloré y pedía ayuda, pero lo ú
Narra Bertha Me desperté muy tarde. Luego de esa pesadilla, donde mis más dolorosos recuerdos me acorralaron, pude dormirme nuevamente en los brazos de mi mamá. Necesitaba tanto ese contacto… había soñado tantas veces con el momento de que mi mamá me consolara, con el momento en el que pudiera confesarle todo lo que había pasado, todo lo que me había tocado vivir, y que justo ―como anoche― que ella se quede a mi lado y no se alejara. Miedo al rechazo. Esas eran las tres palabras que definían mi situación en la actualidad. Apuesto lo que sea, que mi terapeuta estaría más que satisfecho por el avancé logrado en estos días. Fue mucho mayor que esos casi dos años de terapia en Londres, sin contar con los meses anteriores en Volterra. Al fin poco a poco podía ir mostrando a mi familia como me sentía, podía poco a poco identificar esas emociones que me atormentaban. Pude aceptar el contacto físico de otras personas, de las personas que me querían. Mi móvil sonó, era un mensaje de Stefan
Beatriz Narra Era viernes, por la mañana, llevé a los niños a la guardería, quería que mi pequeña aproveche esos días con sus amiguitos ya que no sabía cuando podría volver, luego me dirigí al centro comercial, debía comprarle un regalo a Stefano , debía elegir el mejor regalo de cumpleaños que podía darle al hombre más especial en mi vida, di varias vueltas y nada me convencía, hasta que me tope con una joyería, y ahí en la vidriera pude ver un hermoso reloj, era plateado con detalles en negro, ni muy grande ni muy pequeño, justo para las hermosas manos de mi Dios griego, entré muy entusiasmada y la encargada del salón me atendió de inmediato. Señora ¿en qué puedo ayudarla?— dijo cortésmente Quisiera ver el reloj que tiene en vidriera, ese de allí— dije señalando la hermosa pieza Bien, deme un segundo— y se dirigió a buscarlo Aquí lo tiene señora, es una pieza exclusiva— comenzó a enumerarme las cualidades y todas las funciones que tenía.— Lo llevo— dije Si quiere podemos grab
Narra Milton Estuve diez días en total junto a Rachel, hasta que finalmente decidí volver a Washington. Mi vuelo llegaba el viernes por la mañana, así que a pesar de que hubo un retraso en el vuelo, al medio día estaba en Port Angeles. Rápidamente me dirigí a La Push… quizás, hasta podría encontrar a Beatriz todavía en la reserva, y pedirle perdón por como la había tratado. Quería decirle, que pese a todo lo que había hecho, necesitaba tenerla cerca: pero esta vez como mi amiga, que pensar en ella de esa forma ya no dolía. Rápidamente me dirigí a casa de mi padre, quien estaba haciendo algunas llamadas telefónicas. En cuanto cortó la ultima llamada, se acercó para abrazarme ― Jake que bueno que vienes hijo, ¿cómo estas? ― Bien, padre. Estos días con esos chiquillos me han hecho muy bien, y por aquí, ¿cómo va todo? ― Aquí todo es un desastre, hijo. Necesitamos urgentemente buscar nuevos profesores, y a esta altura del año es muy difícil… ― Pero, ¿qué ha pasado? Me voy diez días
Después de que los invitados se fueran, ayudé a Beatriz a levantar las tazas de café que habían quedado en el living.― Cielo, mañana vienen mis padres ― comentó mi diosa.― Ah… no lo sabía ― respondí sorprendido, y no podía negar que el último encuentro que había tenido con Gerard no era de lo más emocionante, o emotivo. Era todo un fiasco, él me odiaba y con justa razón. Pero lo soportaría porque sabía que mi princesa necesitaba a sus padres cerca. Al fin y al cabo, tendría que acostumbrarme a ellos, también formaban parte de mi familia.― Se quedarán el fin de semana solamente, querían pasar un tiempo con Mía ― y pude notar sus ojitos llorosos, que me partía el alma.Solo la abracé y le di un beso. ― Creo que deberíamos irnos a la cama.Nos dirigimos a la habitación, entré al baño a ponerme mi pantalón pijama, cuando salí, pensé que Beatriz estaría ya en la cama, pero no; estaba sentada.― Bien ― dijo. ― Espérame aquí ― y se encerró en el baño.Mi teléfono sonó unos cuantos minutos
― Papi, papi, ¡Feliz cumpe! ― Y se trepó en Stefano . En ese momento se percató que sus abuelos estaban en casa. ― ¡Abuelitos! ― gritó, saltando de los brazos de su papi, a los de Gerard. ― Mía, ¿Cómo estas, pequeña? ― preguntó mi papá, mientras la giraba en el aire. ― Basta abuelo… que me estoy mareando ― mi padre paró bruscamente el juego y la dejó sobre la mesa. ― ¿Estás bien, mi niña? ¿Te sientes bien? ¿Quieres que vayamos al doctor? ― la cuestionó, asustado. ― No abue… pero no me gires así. ― Ma… má lete ― dijo Thommy, al tiempo que Stefano me pasaba su biberón. ― Así que tenemos un nieto nuevo, eh Beatriz ― interrogó mamá. ― Si, Thommy me dice mamá, así como Mía le dice papá a Stefano ― contesté con una hermosa sonrisa, dejé al niño en su sillita y comencé a preparar hot cakes. Servimos el desayuno y hablamos de muchas cosas, creo que mientras cambiaba a los niños Stefano y Gerard estuvieron hablando porque las cosas ya estaban más tranquilas. ― Cielo, nosotros nos