–Arion, despierta... –escucho una voz lejana que hace eco en mi mente–. Despiértate, maldito corderito –dicen antes de que alguien me de un seco zape en mi frente, obrando que levante mi cabeza mi cómoda almohada de golpe, empezando a ver a mis alrededores como un loco.
A un lado de mi cama está Candace con el ceño fruncido parada en la semi-oscuridad.
–No puedo creer que puedas dormir con ese oso roncado a un lado tuyo –señala la cama del otro lado.
Giro en su dirección, encontrando a Cris dormido cómodamente -demasiado diría yo- en una extraña posición de estrella con la boca abierta y ronquidos altos saliendo de él. Vuelvo mi vista a la mesita d
Los días pasaban deprisa, más de lo que uno podía estar esperando. El verano ya casi terminaba, y siquiera era consciente de ello. Aquel pensamiento empezaba a carcomerme por alguna razón.Al llegar al trabajo, solo encontré un silencio por la casa entera. Mis padres se habían ido a una cita con el abogado de la abuela, después de posponerla una y otra vez desde su muerte. Primero Mamá puso la excusa de que era mejor concentrarse en mi cumpleaños, pero cuando regresamos de la playa no tuvo nada mejor que decir. Estaba triste, y pensar en ello la ponía peor.Me dirijo a la cocina para agarrar algo de comer, encontrándome con un pequeño traste con comida dentro y un papel pegado por encima."Te hice la cena Atte: Mamá", es lo que dice la nota, y como un instinto hago una mueca, sin querer. A
Sentado en la silla frente a mi escritorio, noté como un rayo de luz, que duras penas había podido entrar por mis cortinas cerradas, caía justo en mi almohada, donde debería de estar yo. Así fue como supe que ya era de día.Me incorpore de la silla giratoria mientras tallaba mis ojos, que ya estaban secos de más, por así decirlo. Me dirigí directamente al baño, tomando una toalla del suelo y abriendo la llave de la regadera. Al momento en que me desvestí y toqué el agua cayendo de la regadera, se me pusieron los pelos de punta. Estaba fría, y, por alguna razón, no me importo mucho, sólo me dedique a introducirme para poder ducharme rápidamente.Sentí como caía el agua helada en mi cuello, mientras me sosten&iacut
Llegando al restaurante, Miranda se encontraba acomodando sus cartas de tarot en una de las mesas, por alguna razón. Mientras que Sofía repasaba su lista de pendientes con tanta atención, que ni siquiera se dio cuenta de mi llegada. Rápidamente me puse mi delantal y gorra, empezando a limpiar las mesas con mis audífonos puestos, como solía hacer antes, cuando prefería sumergirme en la música sin fin, con tal de no levantar la mirada o volver a la realidad, a menos que fuera para cruzar la calle para no morir en el intento.–Arion. –Se escucha desde lo lejos– ¡Arion! –gritan, lo que me pone alerta y haga que me quite mis audífonos para poder saber qué pasa.Tras mío Sofía me mira con desconcierto puro, a tan solo un par de pa
Recogí otro de los discos en el suelo, sacándolo de su caja y pendiéndolo en el reproductor con cuidado. Después, volví al lugar en el suelo, recargándome a mi cama y cerrando los ojos por unos segundos cuando la música empezó a reproducirse por la habitación, llenándose de la dolorosa letra de Coldplay. Siento cada frase, cada letra, cada nota.Ojalá todo fuera como una canción, para poder regresar desde al minuto cero las veces que quiera y así poder sentir todo de nuevo, una y otra vez, sin parar.Sigue escribiendo en la libreta en mi regazo con rapidez, cuando escucho el chirrido de la puerta a punto de abrirse y entonces salto del susto. Rápidamente reconozco la cara de Cris, quien mira el lugar con sorpresa, entrando a esta como si se
Ally queda en un silencio, sorprendida de lo que dije y estudia cada parte de mi rostro, como si no entendiera el porqué. Después, respira hondo, carraspea y vuelve a hablar.—Se que no debería decir esto, pero ustedes dos se veían bien juntos. Tu parecías feliz, y ella... diferente a antes —comenta—. Y, bueno, si te hace sentir mejor, somos jóvenes, tenemos mucho tiempo para enamorarnos de nuevo hasta cansarnos. Las relaciones van y vienen, solo es cuestión de elegir a la persona en el momento correcto.Quedo unos segundos inmóvil, mirándola con fijeza. Sentía como si Ally pudiera ver cada detalle de una manera inconsciente, te sientes tan transparente como de confianza ante su presencia. Parecía ser tan intuitiva hasta en las pequeñas
—¿Arion? —pregunta Ally, quien estaba a mi lado—. ¿Qué ocurre?Carraspeo, pasándome las manos por la cara y pelo.—Me duele un poco la cabeza, creo que debería irme.—¿Seguro? Te puedo dar una pastilla para eso, mi mamá tiene muchas —me dice mi amigo desde el otro lado del sofá.—Si, solamente quiero descansar —aseguro con voz monótona.El queda en silencio, cauteloso al prestarme atención para saber si miento o digo la verdad. Al final, asiente sin más remedio, dándose cuenta que me quiero ir.—E
A mis siete años, casi ocho, fue la primera vez que desee desaparecer para siempre.Ese mismo día me habían dado una manta color gris que era rasposa, pero que abrigaba muy bien. Me la dieron para que dejara de temblar, aun cuando no hacía nada de frio esa tarde. A mi lado, estaba mi padre, pero a su vez no estaba. El sol estaba por ocultarse, y las luces de la ambulancia era fuertes y cegadoras. Recuerdo que en cuanto llego quise taparme los oídos para no escuchar esa horrible sirena.Frente a nosotros dos, estaban dos paramédicos hincados en el suelo con una actitud profesional, tranquila, pero sabía que estaban desesperados. La trataron de reanimar una y otra vez, hasta que anunciaron la hora y la dejaron, sabiendo que no podían hacer nada más por ella
A mis ocho años, casi nueve, creí que iba a morir, y nadie estuvo para mí.Yo recostada en mi cama mientras miraba el techo con el objetivo de dormir, pero, en consecuencia, empecé a pensar de más. Sin darme cuenta, aquellos pensamientos parecían gritarme que esta tenía que taparme los odios para callarlos. En mi pecho había algo pesado que me hacía imposible respirar, sentía la necesidad de respirar de nuevo, como si me estuviera ahogando en lo más profundo y no pudiera llegar a la superficie. Pasaba mis pequeñas manos temblorosas por mi rostro, me levantaba de la cama, me volvía a sentar, me acurrucaba, me estiraba y hacia todo lo posible para que parara lo que sea que me estaba pasando en ese momento.Decidí salir de