Llegando al restaurante, Miranda se encontraba acomodando sus cartas de tarot en una de las mesas, por alguna razón. Mientras que Sofía repasaba su lista de pendientes con tanta atención, que ni siquiera se dio cuenta de mi llegada. Rápidamente me puse mi delantal y gorra, empezando a limpiar las mesas con mis audífonos puestos, como solía hacer antes, cuando prefería sumergirme en la música sin fin, con tal de no levantar la mirada o volver a la realidad, a menos que fuera para cruzar la calle para no morir en el intento.
–Arion. –Se escucha desde lo lejos– ¡Arion! –gritan, lo que me pone alerta y haga que me quite mis audífonos para poder saber qué pasa.
Tras mío Sofía me mira con desconcierto puro, a tan solo un par de pa
Recogí otro de los discos en el suelo, sacándolo de su caja y pendiéndolo en el reproductor con cuidado. Después, volví al lugar en el suelo, recargándome a mi cama y cerrando los ojos por unos segundos cuando la música empezó a reproducirse por la habitación, llenándose de la dolorosa letra de Coldplay. Siento cada frase, cada letra, cada nota.Ojalá todo fuera como una canción, para poder regresar desde al minuto cero las veces que quiera y así poder sentir todo de nuevo, una y otra vez, sin parar.Sigue escribiendo en la libreta en mi regazo con rapidez, cuando escucho el chirrido de la puerta a punto de abrirse y entonces salto del susto. Rápidamente reconozco la cara de Cris, quien mira el lugar con sorpresa, entrando a esta como si se
Ally queda en un silencio, sorprendida de lo que dije y estudia cada parte de mi rostro, como si no entendiera el porqué. Después, respira hondo, carraspea y vuelve a hablar.—Se que no debería decir esto, pero ustedes dos se veían bien juntos. Tu parecías feliz, y ella... diferente a antes —comenta—. Y, bueno, si te hace sentir mejor, somos jóvenes, tenemos mucho tiempo para enamorarnos de nuevo hasta cansarnos. Las relaciones van y vienen, solo es cuestión de elegir a la persona en el momento correcto.Quedo unos segundos inmóvil, mirándola con fijeza. Sentía como si Ally pudiera ver cada detalle de una manera inconsciente, te sientes tan transparente como de confianza ante su presencia. Parecía ser tan intuitiva hasta en las pequeñas
—¿Arion? —pregunta Ally, quien estaba a mi lado—. ¿Qué ocurre?Carraspeo, pasándome las manos por la cara y pelo.—Me duele un poco la cabeza, creo que debería irme.—¿Seguro? Te puedo dar una pastilla para eso, mi mamá tiene muchas —me dice mi amigo desde el otro lado del sofá.—Si, solamente quiero descansar —aseguro con voz monótona.El queda en silencio, cauteloso al prestarme atención para saber si miento o digo la verdad. Al final, asiente sin más remedio, dándose cuenta que me quiero ir.—E
A mis siete años, casi ocho, fue la primera vez que desee desaparecer para siempre.Ese mismo día me habían dado una manta color gris que era rasposa, pero que abrigaba muy bien. Me la dieron para que dejara de temblar, aun cuando no hacía nada de frio esa tarde. A mi lado, estaba mi padre, pero a su vez no estaba. El sol estaba por ocultarse, y las luces de la ambulancia era fuertes y cegadoras. Recuerdo que en cuanto llego quise taparme los oídos para no escuchar esa horrible sirena.Frente a nosotros dos, estaban dos paramédicos hincados en el suelo con una actitud profesional, tranquila, pero sabía que estaban desesperados. La trataron de reanimar una y otra vez, hasta que anunciaron la hora y la dejaron, sabiendo que no podían hacer nada más por ella
A mis ocho años, casi nueve, creí que iba a morir, y nadie estuvo para mí.Yo recostada en mi cama mientras miraba el techo con el objetivo de dormir, pero, en consecuencia, empecé a pensar de más. Sin darme cuenta, aquellos pensamientos parecían gritarme que esta tenía que taparme los odios para callarlos. En mi pecho había algo pesado que me hacía imposible respirar, sentía la necesidad de respirar de nuevo, como si me estuviera ahogando en lo más profundo y no pudiera llegar a la superficie. Pasaba mis pequeñas manos temblorosas por mi rostro, me levantaba de la cama, me volvía a sentar, me acurrucaba, me estiraba y hacia todo lo posible para que parara lo que sea que me estaba pasando en ese momento.Decidí salir de
A los diez años, admití que me odiaba a mí misma por ser si ple mente yo. No aprendí nada más sobre ello.A mis doce años, casi trece, mis tíos nos visitaron y aprendí que, aunque fuera una niña, tenía el poder de provocar con tal solo mi propia piel y existencia.Era verano, quizás el más caluroso que recuerdo. A mi padre le habían dado días libres, y yo, obviamente, no tenía clases. Estaba en mi habitación cuando él aviso que mis tíos vendrías, yo me emocione como nunca, ya que hace mucho que no los veía. En cuanto entraron por la puerta, una sonrisa apareció en mi rostro y un rostro de emoción en mi pecho. No muy seguido me sentía así, de h
Candace-Pasado-A los catorce creí aprender a no confiar en cualquiera, cuando solo aprendí que, en realidad, era más vulnerable de lo que parezco.Mi primera fiesta, mi primer trago, mi primer beso. Todo en una noche.Llevaba puesto una falda corta, pero no tanto, color negro junto con una blusa pegada al cuerpo que me creaba más cintura de la que yo pensaba tener. Al momento de ponérmelo me sentí incómoda por un segundo, sin embargo, mis amigas solo pudieron decir lo bien que me veía, así que decidí dejarme la ropa. También me había permitido ponerme un poco de maquillaje como brillo labial, rubor
—Candace... —habló mi papá atropelladamente desde el sillón en el que antes estaba dormido—. Mi niña, eres igual de bella que tu madre.Su voz llena de tristeza me hundió el pecho. Me acerque a él y lo empuje con cuidado, ya que había tratado de pararse, pero en realidad solamente se había quedado en la orilla del sillón, a punto de caerse al suelo sucio.—Ya duerme, papá —le ordene con un susurro, cogiendo una almohada para que durmiera más cómodo.—Perdóname, hija. Te quiero mucho.Mis ojos empezaron a arder y en mi garganta se instaló algo parecido como una roca amarga que me evita