Las piernas de Evangeline tiemblan por segunda vez tras recibir otro orgasmo. El primero había sucedido en la ducha con Magnus comiendo sus pequeños pechos, mientras Irina con su lengua se concentraba en su punto sensible. El segundo acaba de ocurrir, mientras se visten para desayunar, al Magnus haberle pedido que le devolviera el favor a su esposa.Por primera vez la castaña ha experimentado un orgasmo sin necesidad de tocarse, sólo por escuchar, sentir y ver a la rubia tenerlo.Magnus las toma de la cintura y besa a cada una a su tiempo, para luego darles un empujoncito fuera de la habitación.Irina ríe juguetona, pero Evangeline se muerde los labios, sintiéndose tan abrumada por ambos, y aun tan adolorida y caliente. Pero tiene miedo de expresarlo porque teme que decir que quiere más pueda acabar en no poderse levantar de la cama jamás.Aunque es un pensamiento extremista, siente que podría ser así.No han pasado siquiera doce horas de que ha perdido su virginidad, que ha estado c
—Tienes terminantemente prohibido estar a solas con Dexter —dice con firmeza Irina.—Pero... —Se siente confundida—. Él es mi amigo y no... no entiendo por qué…Irina niega con la cabeza, y aunque tiene intenciones de levantarse del sofá y acercarse a la castaña que parece perrita regañada, su esposo le toma con fuerza la pierna.—Dexter gusta de ti, Evangeline —Magnus afirma.Algo en la castaña explota, haciendo sus mejillas sonrojar.—¿Cómo lo sabe, señor?—Por la forma en que te mira, Evangeline. Por eso debes mantener una distancia prudencial de él. Ahora nos perteneces, no puede salir con nadie más, ni interesarte por nadie más que no seamos nosotros. ¿Te quedó claro?El corazón de la chica tiembla por lo injusto que eso suena.—Es que…Magnus pierde la cordura y en menos de cinco segundos va hasta ella, la agarra por la nuca con fuerza mientras toma el cabello largo de un tirón. Eva jadea por la impresión. Y este huele la piel de su cuello.—¿Te quedó claro, Evangeline?—S-sí se
Magnus Keller se acerca a la castaña cuando ve a su esposa irse al baño antes de que todos vayan al yate.No había tenido la oportunidad de estar a solas con la chica en todas estas horas tan asfixiantemente satisfactorias, y le emociona; le mueve algo por dentro más allá del erotismo, ver cómo ella en este instante le sonríe con timidez.—¿Haz disfrutado? —cuestiona con suavidad.La chica asiente, y este nota su sonrojo, sus labios secos y la pequeña vena de su cuello que se tensa con los nervios. La está conociendo, poco a poco, y estas pequeñas cosas lo deleitan.—Jamás pensé que terminaría en una situación como esta... —admite con timidez.—¿Te avergüenza?—Por supuesto que no —se apresura en aclarar mientras coloca su mano por encima del antebrazo del hombre.Ambos ven ese contacto, se vuelve tenso y caliente. Y cuando esta quiere apartar su toque, el ojiazul es más rápido y desliza su propia mano por todo el antebrazo de la castaña, haciéndola sentir desesperada, para luego con
La rubia deja a Evangeline cerca de la mesa después de que se vistieran y pusieran la cena. Se dirige a poner jazz para que el ambiente sea cálido y se encuentra a su esposo en el camino, así que lo fulmina con la mirada.Este parece no darse cuenta y sigue como si nada.Irina tiene que alejarse un poco de ellos para pensar con calma.Anoche cuando rompió en llanto lo hizo porque no podía parar de pensar en Telma. Sabe que debe buscar ayuda para superar eso, pero no quiere. Siente que merece sufrir. Vio en los ojos de Magnus que este pensaba que estaba celosa de la castaña, y prefirió que él creyera eso a que supiera la verdad.Pero esta mañana, cuando Evangeline se fue, ella actuó rápido después de notar una mirada inusual en él hacia la chica.Se sentó sobre su regazo y comenzó a moverse mientras hundía la cara del hombre en sus senos, casi asfixiándolo. Lo tomó del cabello con fuerza sin temer las consecuencias e hizo que la mirase a la cara.—¿Qué crees que estás haciendo? —casi l
El ojiazul pierde el color natural de su piel gracias a la fuerza de su ira por todos los recuerdos que invaden su mente. Sí, él podía y puede vivir simplemente sabiendo que su esposa no puede darle la única cosa que ella desea desde lo más profundo de su corazón. Pero recordar por qué no puede, y cómo pasaron las cosas, le revuelve las entrañas. Le recuerda que, gracias a eso, fue capaz de matar.Lo había estado ignorando incluso cuando su nombre resonó en sus oídos hace unos días. Pero él es muy buen actor, cuando se lo propone. Sin embargo, ahora, viendo a Evangeline llorar junto a su esposa en un rincón del yate, no puede ignorarlo.Aquí puede ver a una sumisa asustada y a su esposa llorando. Todo le recuerda a ese día.Aprieta los puños y siente la bilis subirle por el cuello hasta tocar la punta de su lengua.—¡Ahhhhhhhh! —grita, desplazándose por todo el yate, golpeando todo lo que ve y todo lo que encuentra—. ¡Maldita! —grita mirando al cielo.Sus impulsivos pensamientos encue
Evangeline intenta poner en orden sus sentimientos cuando al llegar a la mansión Keller se encuentra con patrullas fuera.—Tranquila cariño, quédate aquí dentro, ¿sí?Esta asiente hacia Irina y el ojiazul le da una mirada fugaz antes de bajar junto con su esposa.La castaña no sabe qué ocurre porque ninguno le comentó nada en el camino. Además, pensó que estarían de regreso por lo que había ocurrido en el Yate, no por otra cosa.Tiene miedo, por muchas cosas, pero sobretodo: por estar propensa a seguir conociendo a su jefe. Ese hombre que ha causado estragos en su cuerpo y junto con su mujer la han hecho capaz de tener los pensamiento más cochinos que jamás hubiese imaginado.Suspira, empañando el vidrio, y ve a la pareja hablando con el mismo detective que la ha entrevistado la otra vez.No quiere pensar que se trata de las cartas. Se supone que Telma está muerta, que ya no puede hacerles daño. Piensa, piensa, y recuerda las palabras de Irina hace un par de horas.« Me hizo tanto dañ
—El ADN es fresco, señora Keller. Su hija no está muerta. Seguramente ha estado oculta, esperando que fuese el momento indicado para atentar contra su otro hijo, con su esposa. Y su secretaria...—¿Quién?, ¿Telma?—No, señora Keller. Evangeline Barris.—Ah, sí, la chica huérfana... —comenta con algo de descuido.Si, sí, ella está al tanto de todo. Que Telma se quitó la vida, que su hijo y esposa tienen una nueva sumisa. No le hace falta llamarlo ni verlo todos los días para saber lo que este hace.—¿Por qué no se muestra sorprendida?—¿Ante qué? —Levanta la mirada con desconfianza—. Conozco a mis hijos. Sé que son muy abiertos en sus relaciones personales, pero no asesinos ni cobardes.—Señora Keller...—¿Para qué me trajo aquí? —Esta cuestiona cansada, rodando los ojos azules que le heredó a su hijo más exitoso.—Su hija está viva.—Eso ya lo sabía.—¿Cómo, señora?—Hace tres años recibí una carta de ella —le expresa, cansada por tanto drama y disgustada de que consideren que su hija
Es domingo cayendo el anochecer cuando los Keller junto a la castaña llegan a su nueva mansión. Está a dos vecindarios de la antigua mansión, y es un poco más campestre por el sitio en donde se encuentra, casi cerca de las montañas. Huele a tierra mojada gracias al hermoso jardín que hay en la entrada, alumbrado por grandes faroles que cuelgan del tejado. Hay árboles, casas para perros y hasta jaulas para pájaros.—No era lo que esperaba... —Evangeline menciona—. ¡Es mucho mejor! Esta da un brinco de felicidad y abraza a los Keller como una niña pequeña encantada por el sitio.—¿Realmente te gusta? —le pregunta Magnus, con una sonrisa, encantado por su emoción—. ¿No crees que es muy campestre?—La amo porque me hace recordar mis orígenes —esta le responde.Entonces el ojiazul siente esa culpa en su pecho, de nuevo. Sin embargo, toma la mano de su esposa a la cual también le ha encantado el lugar, porque siente que habían necesitado un cambio en sus vidas como este, y viendo a la dulce