Amanda La cara de Leila, es un poema, no puede creer lo que está escuchando, creo que la acabo de bajar de su nube. —Mientes, mientes —se acerca a mi demasiado rápido, pero logro esquivarla. —No tengo porque hacerlo, preguntale, a ver si es tan ruin de mentirte en la cara, a ti, que has dado todo por él. Anda Josh, dile la verdad a la pobre. Se detiene en seco y dirige su vista a Josh, quien está parado con los brazos cruzados. —Josh, di algo. Dile a esta en su cara que... —la interrumpe el infeliz. —Basta las dos, por Dios. Leila, lo mejor será que te vayas, debo aclarar unas cosas con Amanda —lo sabía, poco hombre sin... Ash. —No puedes hacerme esto, la que se tiene que ir es ella, es solo una piedra en el zapato —réplica Leila, sin poder creer lo que escucha. Se abalanza nuevamente hacia mi, pero antes de que siquiera pueda dar un paso, Dom, la sostiene aparatandola. —No te atrevas a tocarla —habla en un tono demasiado frío, que heló todos mis huesos. —La mariposita
Leila, sigue con su drama y se aferra a una pierna de Pietro, la chica de lindas ondas, se acerca y la quita. —Suéltame, no se lo pueden llevar, no, Josh... Grita la mujer aun tirada en el piso, la verdad es que de pena, en fin, el show termina aquí. Salimos mientras Leila se sigue lamentando por la garrapata, y no nos ve,es mejor así. Aunque sé, es solo momentáneo, esta mujer no tiene ni un gramo de autoestima, pronto ira a buscarme y ahí sí, le diré sus cosas, para ella también tengo algo preparado. Mejor no lo comento, mi bello novio no me dejará hacerlo, si se entera, es capaz de amarrarme como aquella vez en el inframundo. De recordar ya me hice agua, y de todos lados, mejor que si se entere, así me gano una amarradita. —Mandy ¿Estas ahí? Regreso en mi al escuchar la voz de Dom, ya hemos subido a la camioneta y ni cuenta me había dado. —Disculpa, me quede pensando en varias cosas. —No voy a preguntar, hasta roja estás —se acerca a mi oido y susurra. Siento q
Amanda Quitando el sobresalto, me doy cuenta que la sustancia aun no hace efecto del todo. —A ma nd a —habla Josh, con súplica en sus ojos. Pensé que de alguna forma me arrepentiría, pero la verdad no, el se merece esto y más. Me pongo en cuclillas, lo veo a los ojos, repite mi nombre pero no siento ni un solo atisbo de lastima por él. —Creíste que todo lo que me has hecho, se iba a quedar así, que te dejaría ir tan fácil, pero esta vez no. ¿Sabes lo que es el miedo? ¿Lo has sentido alguna vez? No te esfuerces en responder, pero te diré varias cosas, la principal razón por la que hoy estás aquí, no es tu deuda —sus ojos se alteran, pero ya su cuerpo no se mueve —¿Qué se siente Josh? Estar así, sin poder moverte, deseando salir corriendo y no poder. Miedo ¿Cierto? Eso mismo pensé, estás a la expectativa de lo que sigue. Tranquilo ya pronto lo descubriremos. Uno de los chicos del italiano, llega con una cubeta de hierro, me entrega unos guantes gruesos. Giro y me encuent
—Creo que ha bajado el calor del momento. Que desconsiderada soy, debes tener frío ahora. Pero no te preocupes, aquí estamos preparados para todo. A la espalda de Josh, se encuentra una pequeña mesa con varios instrumentos, por decirlo de alguna forma. Jalo la mesa con ruedas, dejándola frente al hombre, nuevamente sus ojos brillan de pánico. —A ver dime ¿Con que sería bueno empezar? Ya sé, ya sé, una vez me dijiste que algo que no te gustaba, eran los choques eléctricos, creo que es una buena forma para que les pierdas el miedo, hay, pero no puedes sujetar las mancuernas, que triste. Pongo un dedo en mi barbilla y lo muevo, "pensando" en como hacer para que las sujete. —Ponlo en su pecho —grita Franco. —Sobre su ropa —ese es el italiano. —Cerca de su pequeño pen* —agrega Roman. Dom, solo se está partido de la risa, pero hace un esfuerzo y se levanta, acerca sus pasos a Josh. —Mejor le ayudamos a quitar su ropa mojada, no queremos causarle mucho daño. Y de un tirón
Dominic Después de todo el ajetreo de este par de días, pedimos que en lugar de llevarnos a la villa de los Banes, nos trajeran a casa. En realidad mi casa, pues Mandy, no quiere estar en su apartamento por ahora, es completamente entendíble. Llegamos hace cinco minutos y pedimos comida a domicilio, la señorita trae antojo de comida china. Y ojalá fueran antojos de embarazo, pero siempre que pasa por un momento de estrés, le da por comer como si nunca lo hubiera hecho. Por lo regular es comida china o mexicana. La pobre siempre finge estar bien, pero tiene ciertas conductas, que durante años, la han delatado. Al menos eso pasa conmigo, nos conocemos de tanto tiempo, que cada uno conoce el pesar del otro. En lo que llega la comida, ella se dedica a preparar alguna bebida rara, de esas que le gusta hacer. Más no me quejo, la verdad es que esa pequeña diabla, tiene manos mágicas, cualquier cosa le queda increíblemente deliciosa, ella en general es una delicia andando. Sí no se
De apoco alejo mis dedos de su interior y los llevo a mi boca para probarla, de todos los sabores del mundo, este es mi favorito. —Te extrañé tanto Dom. —Y yo a ti mi bella Perséfone. Entre besos y jadeos nos terminamos de despojarnos de nuestras ropas, estamos de pie frente a frente. Sus dedos se deslizan por mi abdomen llegando a la base de mi dureza, juega con ella, sube su mano y pasa su lengua en ella. La regresa a mi erección e inicia un masaje suave pero firme, cierro los ojos disfrutando de su delicado tacto, sus labios recorren mi pecho, haciendo que una fuerte ola de calor recorra mi espalda. Estoy a punto de derramar mi simiente en su mano, pero la detengo elevando su pequeño cuerpo entre mis brazos. Llegamos a la habitación, la que mande a acondicionar cuando me entere que Amanda es mi Perséfone. —Bienvenida al inframundo mi amor. Dejo que sus pies toquen la alfombra, es algo que le encanta, pies sus pies por lo regular están fríos. Explora un poco el lugar f
Amanda Su dedo se cuela en mi orificio trasero con delicadeza, pero aún así es un poco doloroso, de ese dolor que disfrutas. Siento como poco a poca va haciendo círculos, tratando de dilatar, esto es nuevo y excitante a la vez, lo poco que se sobre este arte de placer, es por el, mi Hades. Sus labios reparten besos en mi cuello y cara de forma dulce, con él lo acepto todo, porque me da la confianza y seguridad de hacerlo. Poco a poco va más adentro y mi boca es una ola de gemidos sin fin, su otra mano sale de entre mis pliegues y a los segundos se escucha un zumbido. Abro los ojos de golpe, me pone a la altura de mis ojos el dildo, es largo, tiene anillos con pequeñas canicas qué suben y bajan. —Disfruta mi niña —dice con voz profunda, que hace que mi amiga se haga agua. Lo lleva primero a mi boca para lubricarlo, cuando siente que ya está listo, lo saca para jugar en mis pliegues. La sensación es riquísima, las piernas me empiezan a temblar y en cuestión de segundos, llega mi
Mi señor Hades, sujetan la gota de la base y lo mueve en círculos, lo saca y mete, lo deja pegado ayudado de su mano y lo hace vibrar. No he parado de escurrir, siento una fuerte corriente en todo el cuerpo, sus manos están amasando mis glúteos, haciendo que la gota quede más adentro si es posible. Mi centro se contrae nuevamente liberando otra lluvia igual de fuerte que la anterior. Mi cuerpo pierde la poca fuerza que aun conservaba, por suerte Hades, alcanza a sostenerme por la cintura. Besa mi nuca y con uno de sus largos brazos, me va retirando las esposas de las muñecas. Se coloca frente a mi y se agacha a quitar las de los tobillos, en ningún momento me ha quitado los juguetes. Me toma en brazos y me lleva a un sillón, pensé que sería a la cama, pero no fue así. Me acomoda dejando abiertas mis piernas sobre los bordes con sujetador que tiene a cada lado. Retira el dildo de perlas giratorias y coloca su virilidad en mi entrada, pasa ese enorme trozo de carne entre