Esperaba el comentario de mi hermana.—Esta tarde fuimos a su casa, José tenía que comentarle algo familiar, Sandra nos dijo que no había llegado, es más, la noté extraña, no me gustó cómo vi a Ernesto, se notaba que el niño había llorado. A José tampoco le gustó, con decirte, el niño se les lanzó a los brazos y le decía a su tío que lo llevara donde su papito.—Pero, Alejandro…—Cuando lo llamamos nos dijo que estaba en la oficina, poniéndose al día, le comentamos lo de Ernesto y nos pidió llevárselo. No sé, algo pasó. —suspiré.—No tengo idea. —mentí.—José no lo dejará en paz hasta sacarle la verdad, tú sabes que en la familia Daza, Sandra no es de su devoción, a mí me parece una mujer un poco plástica, pero no mala gente.—Caras vemos y corazones no sabemos. —Mi hermana apartó la mirada—. ¿Pasa algo?—No, nada. Tengo hambre.Algo le pasaba a mi hermana, la vi mirar con pesar, ¿a su esposo? ¿Tan ciega he estado con mis problemas que no me percaté a lo que pasaba a mi alrededor?—Pa
Teresa se dirigió a la puerta.—Entonces lo dejo trabajar, señor. Lo felicito por la boda y bienaventurado el nuevo bebé. Me llena de satisfacción haber aportado en su reconciliación, sabe que lo aprecio como a un hijo más. Me puedo ir feliz a mi jubilación.—No te voy a dejar ir. —negó sonriendo—. Lo sabes.—En las sesiones con el terapeuta le pediré una para que no sea tan posesivo. He de confesar que ya estoy muy vieja. Deseo descansar. —No te vas a ir. Y gracias por todo Teresita.Me quedé solo en la oficina, quiero hablar con María Joaquina, pero debe estar reunida con el padre, además tenía mucho trabajo acumulado. Me sumergí tanto en mis obligaciones que las horas pasaron.—Señor, ¿le pido almuerzo?Miré el reloj, ¡ya eran las doce!, afirmé, tomé mi celular, no tenía mensajes de mi mujer, era extraño, busqué la ubicación y seguía en la parroquia. ¿Todavía ahí? Le marqué y se fue a buzón. Le dejé un mensaje. Llamé a Jenaro.—Señor, buenas tardes.—Hola, Jenaro, ¿María Joaquina
Preguntó uno de los oficiales, el más bajito. Negué.—Aún no he recibido llamada. Pero les daré lo que me pidan.—No demora en llegar el personal de antisecuestro, por ningún motivo les dé dinero antes de estar en contacto con nosotros.—¡Mi mujer se encuentra embarazada! Les daré el puto dinero que pidan, no me importa con tal que la devuelva sana y salva.Hasta ahí llegó mi serenidad, todo el cuerpo comenzó a temblarme. María Joaquina debe estar muerta del miedo.—Señor, eso no es todo, esta persona. —Jenaro mostró el rostro de un hombre de facciones toscas, cara de malandro donde se meta—. Es Alias Garriga.—¿Quién demonios es ese? —Mis suegros permanecían en silencio.—Es cabecilla de uno de los frentes de un grupo subversivo.Literalmente las piernas me flaquearon, ¿la guerrilla? Se supone que ya dejaron las armas.» ¡Por Dios! En el país se firmó el acuerdo de paz contra ellas.—Usted sabe, unos dejaron las armas y otros quisieron seguir delinquiendo. —dijo el otro oficial, quie
No he dormido después de que desperté en un catre mal oliente quién sabe dónde, he escuchado golpes y los gritos de dos personas, una mujer la cual se encuentra en la habitación de la derecha y un hombre en la izquierda. —acaricié mi vientre.Debo evitar a toda costa un golpe, si me porto rebelde podría perder a mi bebé, eso no podría superarlo. ¿Cómo se encontrarán en la casa? César debe estar desesperado y mis hijos. ¡Dios!, dame fuerzas, mi relación contigo había sido distante, aunque he tratado de cumplir tus mandamientos, pero una intimidad contigo la comencé desde lo ocurrido con César.Perdón por ello y perdón por pedirte esto, «te suplico que me des fortaleza». César hará lo que sea para encontrarme… Dios, ¡mi mamá!, toda la familia debe estar muy preocupados. «Protege a mis hijos, Señor, incluyendo al que se gesta en mi vientre».La habitación en la que me dejaron era muy pequeña, parece una celda de dos metros por metro y medio. Sin ventanas, no sé si era de madrugada, de dí
Todos ellos cuidarán a mis bebés. —limpié mis lágrimas—. Piensa María Joaquina, piensa… luego lloras, no es momento de mostrarte débil. Deja el llanto para cuando regreses. Era cierto. Eres analítica, controla la situación, si pierdes el control harán contigo lo que se les dé la gana. Aunque suene a locura, se una paciente de ti misma usa tu carrera por primera vez en ti. Busca los pros y los contras: Era un hecho mi secuestro, no puedo cambiar ese hecho por más que lo desee, así llore, grite o patalee no cambiará la situación de rapto, para qué me desgasto, eso alteraría los nervios y tenía una vida en mi vientre. Ahora bien, si me pongo de mujer maravilla, solo obtendré una golpiza y eso debo evitarlo a cualquier costo. —respiré profundo, acaricié con sutileza mi vientre. Aquí está mami mi amor, ya verás, tu papá nos sacará de aquí. Ahora lo pienso con más claridad, no tengo el corazón desbocado, todo fue planeado, tenía que mirar si hay una conexión entre los secuestrados o fue
—Siempre he sido remilgosa para la comida, dicen que Dios castiga, no sé si es por no definirme si creer o no en él, ahora siento que me está pasando factura. —No es por Dios. —contestó Benjamín, quien se puso al frente de nosotras—. Cada uno se labra su destino. —Los dos tienen razón. —dije—. Dios ajusta, pero no mata, él nos dio el libre albedrío, lo que significa que cada uno labra su propio destino, tomamos nuestras propias decisiones para bien o para mal, es uno quien decide no Dios y, aun así, le echamos la culpa de todo lo malo a nuestro alrededor. —¿Segura de lo que dices? —Me retó el médico. —Por completo. Nos tardamos en comprender los designios del Creador, pero todo tiene un porqué y un para qué. —Benjamín, ¿qué tiempo tienes de casado? —preguntó la profesora. —¿Quieren saber mi amarga historia? —Debemos hablar de algo, sería como escuchar una película por radio. —sonreímos ante el comentario de Regina—. No veo las estrellas para contarlas. —La miré—. Al menos averig
Nos dejaron quedarnos juntos, pero esta vez no hablamos, de manera silenciosa comprendimos y preferimos volver a hablar en la noche, no ahora. Caminamos y caminamos, sorteando bichos y cuando la selva se puso más inhóspita solo actué como caballo cochero. Si veo una rana verán a una María Joaquina desquiciada, descontrolada e histeria. Por momentos Regina me tomaba de la mano, en otras era Benjamín quien nos ofrecía la suya para ayudarnos en algún tramo. Cuando había pasado el mediodía, con las fuerzas al límite, miré a los hombres que iban caminando, ¿cómo les puede gustar esto?, no veo un ideal aquí ni el sentido de una lucha patriótica, más bien intereses personales. Luego de una hora más de camino vi que había más personas y todos saludaban al comandante, habíamos llegado al campamento, no sé si sentirme feliz o triste, espero que al menos podamos bañarnos y tener una cama donde dormir. —Por fin. —dijo Benjamín. —No sé si esto sea bueno o malo. —respondió Regina. No dije nada
—Psicóloga barranquillera y vivo en Bogotá.El doctor y Regina hicieron lo mismo, yo me acerqué al segundo sujeto, volví a dar mi nombre y él se presentó.—Santos Domínguez, estudiante.Lo único que resaltaba de su suciedad eran los ojos azules, era un muchacho, no debe llegar a la mayoría de edad. Llegué hasta Vladímir, al estrecharnos la mano lo hicimos fuerte.—Vladímir Kozlov, inversionista. Un placer conocerla. —habló con su acento marcado.—El placer es mío.Volvimos a apretarnos la mano. El lugar era bastante inhóspito, sucio, con muchas ramas por el lugar, en el área que cubría el pedazo de techo colgaban tres sabanas.—¿Algo que debamos saber de este lugar y como debemos comportarnos?Preguntó Benjamín. Ellos nos ofrecieron sentarnos en el piso, no podíamos recostarnos, porque nos lastimaríamos con el alambre de púas. El esposo de mi prima me miraba desesperado, miles de preguntas se afloraban en su mirada, mientras que el jovencito estaba emocionado.—¿Qué día es hoy? —pregu