Apenas hice la pregunta me arrepentí, la cara de enojo de María Joaquina fue suficiente. —Desconozco la razón por la que te reuniste, anoche con Alejo. Comenzó con su sabiduría, otra de sus virtudes, la cual adoro, ya me había calzado, teníamos diez minutos de gabela. » Pero si hago un análisis de estos cinco años pasados del matrimonio de nuestro amigo, deduzco varias cosas, comparando con los tres que vivió con Virginia. Pero por ningún motivo seré la causante de inclinar la balanza sobre esa indecisión silenciosa. Por momentos he notado en Alejo por más de su manera de ser jocosa, los ojos no mienten. Solo él debe decidir sobre lo que siente. Él escogió a Sandra, sabrá los motivos que lo llevaron a decidirse, Virginia lo respetó y la última semana la vimos muy mal. Tanto Fernanda y yo fuimos testigos del llanto derramado por él. » No tengo idea si para Virginia Alejo sea agua pasada, como te dije no hablamos del tema. Tampoco me sentiría leal con Sandra, que, aunque siempre me h
—¡Yo no sé cocinar! —gritó Fernanda. —Yo solo sé hacer desayunos, no sancocho. —comentó Carlos. —¿Cómo carajo se hace una lasaña? —preguntó Alejandro que se veía relajado—. ¿Tú sabes? —Le preguntó a la chica y ella sonriendo respondió que no. —¿Por qué no nos pusieron a hacer algo como eso? ¿Por qué una torta? —preguntaba María Joaquina. —Está comprobado que hacer una actividad diferente a su rutina en pareja afianza la confianza. —comentó Deacon. —Bueno, tienen tres horas. —dio la orden Blanca. Decir que nos aburrimos sería mentira, decir que no discutimos sería otra. No dejamos de reír, la primera se nos volvió una nada, la segunda fue presentable y la tercera que hicimos nos quedó perfecta. Cada media hora metimos una hasta llegar a perfeccionarla, era el segundo al mando, no tenía idea de cómo partir un huevo, en eso mi mujer era la experta, sabía cocinar, pero teníamos ayuda en nuestra casa para esa labor. Pero si nos quedamos en un lugar sin ayuda, ella nos deleitaría con
Esperábamos a que llegaran nuestros amigos, como siempre César y yo llegamos a tiempo, al igual los anfitriones. Luego llegó Fernanda con Carlos, los veía felices, al parecer mi amiga había empezado a asimilar lo del bebé y el ser mamá. Alejandro llegó solo, ninguno dijo nada, Sandra seguía extraña. Fernanda, Blanca y yo intercambiamos miradas.—Sandra decidió regresar a Colombia, su madre la necesitaba.El silencio fue general, era cierto que los hijos deben honrar a sus padres, pero una vez te casas eres harina de otro costal, si no estoy mal hasta en la biblia lo dice, creas tu propio nido.Deberás y seguirás amando y ayudando a tus padres, porque debes honrarlos con tu proceder, con la crianza que te dieron, acompañándolos sin que interfieran en tu relación. Sandra estaba dejando en evidencia que su matrimonio no empiece a peligrar al no darle importancia, un mesero llegó a nuestra mesa.» Un Whisky.Pidió Alejo, eso nos hizo reaccionar. Fernanda pidió un coctel sin alcohol, yo pe
—No me la digas, por respeto a ellos, que debes mantener eso solo para Sandra y Alejo. Al principio a ella le costó entrar a nuestro círculo de amistad, créeme, Fernanda no se la pone fácil a nadie.—Por eso quise conocerla, ¿te parece correcto lo que ha hecho estos días? Tienes razón y no pensaba decirte lo descubierto, pero tengo mucha rabia. A Alejandro lo estimo, aunque nos hemos alejado.» Nuestros lazos de amistad no variaron y juro no separarme de ustedes de nuevo, así tengamos un océano de por medio. —suspiró—. Tengo información que destruiría el matrimonio de ellos. No te imaginas todo lo que revela las pruebas psicológicas y siento que ella lo sabe y por eso actúa de ese modo.—Te voy a decir lo mismo que le dije a César cuando me pidió enviarle una foto a Virginia de Alejo.—Ella me dijo que habla una o dos veces por mes contigo. —afirmé.—Es la madrina de Julián, por cierto, mi hijo habla con ella una vez al mes y en cada cumpleaños Virginia le manda su detalle, yo le camb
Jenaro nos esperaba en el aeropuerto, nos despedimos de nuestros amigos, era lunes, los niños se encontraban en la escuela, dentro de poco los veremos. Carmen nos recibió con mucha alegría, yo la abracé, César era más seco ante esos gestos de afecto. Volver a casa era lo más gratificante. Socorro y Carmen me ayudaron a sacar todo de las maletas.—Bonita, estaré en el despacho, voy a hablar con Teresita para mirar lo más urgente, mañana me reincorporo en la oficina, hoy quiero quedarme para recibir a los niños.—Bien, te amo. —Me besó y besó mi vientre, la mirada de Carmen era de asombro y afirmé—. ¿Mañana me acompañarás a la prueba de embarazo?—Por supuesto, dejamos a Samuel en el jardín, antes de llegar a la oficina vamos al laboratorio, eso no se demora, ¿cierto?—Perdón, ¿Se encuentra embarazada, señora?—Eso parece, hace varios días debió llegarme el periodo y nada.—Carmen, Socorro y por favor infórmenle a Yamile que deben cuidarla y consentirla. —besó mi frente—. Me encerraré a
Esperaba el comentario de mi hermana.—Esta tarde fuimos a su casa, José tenía que comentarle algo familiar, Sandra nos dijo que no había llegado, es más, la noté extraña, no me gustó cómo vi a Ernesto, se notaba que el niño había llorado. A José tampoco le gustó, con decirte, el niño se les lanzó a los brazos y le decía a su tío que lo llevara donde su papito.—Pero, Alejandro…—Cuando lo llamamos nos dijo que estaba en la oficina, poniéndose al día, le comentamos lo de Ernesto y nos pidió llevárselo. No sé, algo pasó. —suspiré.—No tengo idea. —mentí.—José no lo dejará en paz hasta sacarle la verdad, tú sabes que en la familia Daza, Sandra no es de su devoción, a mí me parece una mujer un poco plástica, pero no mala gente.—Caras vemos y corazones no sabemos. —Mi hermana apartó la mirada—. ¿Pasa algo?—No, nada. Tengo hambre.Algo le pasaba a mi hermana, la vi mirar con pesar, ¿a su esposo? ¿Tan ciega he estado con mis problemas que no me percaté a lo que pasaba a mi alrededor?—Pa
Teresa se dirigió a la puerta.—Entonces lo dejo trabajar, señor. Lo felicito por la boda y bienaventurado el nuevo bebé. Me llena de satisfacción haber aportado en su reconciliación, sabe que lo aprecio como a un hijo más. Me puedo ir feliz a mi jubilación.—No te voy a dejar ir. —negó sonriendo—. Lo sabes.—En las sesiones con el terapeuta le pediré una para que no sea tan posesivo. He de confesar que ya estoy muy vieja. Deseo descansar. —No te vas a ir. Y gracias por todo Teresita.Me quedé solo en la oficina, quiero hablar con María Joaquina, pero debe estar reunida con el padre, además tenía mucho trabajo acumulado. Me sumergí tanto en mis obligaciones que las horas pasaron.—Señor, ¿le pido almuerzo?Miré el reloj, ¡ya eran las doce!, afirmé, tomé mi celular, no tenía mensajes de mi mujer, era extraño, busqué la ubicación y seguía en la parroquia. ¿Todavía ahí? Le marqué y se fue a buzón. Le dejé un mensaje. Llamé a Jenaro.—Señor, buenas tardes.—Hola, Jenaro, ¿María Joaquina
Preguntó uno de los oficiales, el más bajito. Negué.—Aún no he recibido llamada. Pero les daré lo que me pidan.—No demora en llegar el personal de antisecuestro, por ningún motivo les dé dinero antes de estar en contacto con nosotros.—¡Mi mujer se encuentra embarazada! Les daré el puto dinero que pidan, no me importa con tal que la devuelva sana y salva.Hasta ahí llegó mi serenidad, todo el cuerpo comenzó a temblarme. María Joaquina debe estar muerta del miedo.—Señor, eso no es todo, esta persona. —Jenaro mostró el rostro de un hombre de facciones toscas, cara de malandro donde se meta—. Es Alias Garriga.—¿Quién demonios es ese? —Mis suegros permanecían en silencio.—Es cabecilla de uno de los frentes de un grupo subversivo.Literalmente las piernas me flaquearon, ¿la guerrilla? Se supone que ya dejaron las armas.» ¡Por Dios! En el país se firmó el acuerdo de paz contra ellas.—Usted sabe, unos dejaron las armas y otros quisieron seguir delinquiendo. —dijo el otro oficial, quie