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Capítulo 3. ¿Estás listo?

Me quedo perpleja, mañana es viernes, y no es como que el sábado estuviera tan lejos. 

Parpadeo varias veces, sin dejar de clavarle mis ojos. 

—¿Estás listo? 

Suspira, regresa hacia el sofá y se sienta a mi lado. 

Toma mis manos atrayéndome a él. 

—Como nunca antes, sé que estás asustada, temes su reacción pero peor es dejar que pase más tiempo. 

Tiene razón. 

Pero… 

Pero, ¡tengo miedo! No me quiero ni imaginar el hecho de que me quieran separar de él. Muero. 

—Tienes razón —toco su mejilla. —. Pero tengo mucho miedo, yo estoy dispuesta a renunciar al resto con tal de estar contigo. 

—No tengas miedo, estoy seguro de que estarán encantados, son amigos, además acepten o no, yo contigo me caso… 

Sonrío, quiero tomar con ambas manos su rostro y besarlo pero, el zumbido de su celular nos interrumpe. 

—Lo siento —se aparta y contesta. 

Pasea por cortos minutos y luego cuelga. 

—De todos modos se va a quedar para el sábado, mi padre dice que me necesita el viernes en la noche, dice que tiene la solución para la empresa —me dice frustrado, en sus ojos puedo ver la decepción, como siempre queriendo hacer las cosas bien. 

—Lo siento, esto es mi culpa, es solo… que no quería que ellos pensaran que… 

—¡Linda!—exclama, e inmediatamente siento sus brazos alrededor de mis hombros. —. No digas eso, no quiero que lo vuelvas a repetir, lo importante es que ya se los diremos, no quiero que te pongas así por eso —besa mi cabeza. 

—No pensé que aún existieran hombres como tú —comento girando la cabeza para verlo a los ojos. 

—Y yo nunca pensé que me enamoraría de ésta manera; vamos, disculpa que no pueda llevarte a comer, no quiero incendiar las redes —tuerce los labios meneando la cabeza. 

—Contigo no importa donde —nos paramos tomados de la mano y nos adentramos a la cocina. 

Luego de comer, estuvimos eligiendo su ropa para el sábado, cada vez que se cambiaba bajaba y modelaba, yo simplemente meneaba la cabeza diciendo que no, hasta que optamos por la correcta. 

Y, ahora estamos viendo una película, como aún no es de noche hemos apagado las luces y cerramos las ventanas. 

Fundo mi cabeza en su pecho antes de ver la desgarradora escena, no sé como puede mirar eso sin siquiera parpadear, el ríe por mi acto. 

—Es la mejor manera de matar a los zombis, cortándole la cabeza, así no hay posibilidades de que reviva —juguetea con mi oreja. 

—Pero ni siquiera están seguros —saco la cabeza, y vuelvo a mirar hacia el televisor. 

Aferra su agarre a mi cintura y besa mi cuello. 

—Tú sigues creyendo que es bueno —susurra. 

—Es por sus ojos, a veces puedes percibir la honestidad en los ojos de las personas —explico acariciando su brazo alrededor de mi cintura. 

La melodía de creo en tu amor empieza a sonar, Antonio extiende su mano y toma mi celular sobre la mesita. 

—¿Quién es?—pregunto tratando de limpiar mis dientes con mi lengua, por eso odio comer palomitas. 

—Tu papá. 

De sólo escucharlo me siento abruptamente para tomar la llamada, le doy una mirada a Antonio quien alza los hombros. 

—Hola —murmuro aligerando mi cuerpo, ya estoy muy tensa que los hombros me duelen. 

—¿Dónde estás?—la voz de mi padre suena suave. Eso es de gran alivio, pues no le dije a donde iba 

Miro a Antonio quien me mira atento, hago un puño sobre el sofá y suspiro. 

—En casa de un amigo —aún no estoy lista, además, quiero que sea presencial, eso no es algo que se pueda decir por teléfono. —. ¿Pasa algo? 

—Que te queremos en casa, mañana en la noche tendremos una reunión importante, debes estar presente. 

—Está bien, estoy lejos de casa, nos vemos en dos horas. 

—No te tardes, y cuídate. 

—Está bien, está bien —cuelgo. 

Dejo el teléfono sobre la mesita, giro y apoyo mi brazo sobre la cabeza del sofá mirando a Antonio. 

—¿No te parece extraño que mi padre también tenga algo muy importante para mañana en la noche? 

—Tal vez vayan a hacer negocios, la última vez que lo hicieron los dos sacaron provecho, y digamos que unidos les iría muy bien; es hora de llevarte a casa. 

Hago un puchero. 

—No me quiero ir. 

—Yo no te quiero dejar ir —acaricia con su pulgar mi mejilla izquierda, pero pronto me tendrás exclusivamente para ti —besa cortamente mis labios. 

Tomo su rostro entre mis manos y profundizo el beso. 

—Llévame tú —pido. 

Él asiente. 

Subo a la recámara, me quito su camiseta, me pongo mi sostén y me entro el vestido. Recojo mi melena castaña en una coleta alta y bajo. 

—Listo. 

Parado en la puerta, alza mis zapatillas sonriendo. 

—Con la misma historia —avanzo hacia él, tomo las zapatillas de su mano y ligeramente entro mis pies en ellas. 

Sus ojos escudriñan mi cuerpo lentamente, se acerca con pasos lentos, pienso que me va a besar pero sólo baja mi vestido para que llegue a mis rodillas. 

—Ahora sí. 

El camino a casa pasa rápido, sí, muy rápido ya que vamos él y yo, pero si fuera con su chofer sería muy aburrido y eterno. 

Nos despedimos con un fuerte abrazo, me gustaría quedarme entres sus brazos, sentir mi rostro contra su pecho caliente y sus fuertes brazos abrazándome toda la noche. 

Pero, aún vivo con mis padres y no saben de mi largo noviazgo, Dios, no me quiero imaginar cuando lo sepan, me colgarán, soy una mala hija, los decepcionaré, sólo espero que no duren mucho en perdonarme. 

—Hija —la emoción en la voz de mi madre no me sorprende, cada vez que salgo, al regresar me recibe como si tuviera días afuera. —. Saliste muy temprano y mira que hora es, y por lo que sé ni pasaste por la empresa. 

Me reclama, mientras me envuelve en sus brazos. Me dejo abrazar porque me gusta estar entre sus brazos y que me trate como una niña aunque ya no lo sea. 

—Estoy bien, me divertí mucho —me alejo para mirar sus ojos grises claros. 

—Ya te dije que descubriré quien es —me señala en forma de acoso. 

—Muy pronto lo sabrás —bromeo, y su impresión me confunde. —. Soy grande ¿no? 

Ella asiente tragando saliva, soba mis hombros y se dirige hacia el despacho de papá. Le resto importancia a su comportamiento y voy a mi habitación. 

Antes de ir a hablar con mi papá para saber que es lo que tiene para decirme, me doy una ducha caliente. 

Con un vestido blanco sin mangas y mis pantuflas azules, camino hacia el despacho de mi padre, a unos metros de la puerta escucho a mi madre susurrar: 

—Creo que tiene novio, eso no estará lindo. 

Frunzo el ceño confundida. ¿De qué están hablando? ¿Por qué no será lindo? 

Sin dar rodeo alguno tomo el pomo de la puerta y entro al despacho. 

—Hola —cierro la puerta despacio sin hacer ruido detrás de mí. 

—Me alegra que ya estés aquí —dice mi padre medio bufando, se para y apoya sus dedos en su escritorio mirándome. —. Necesitamos tu colaboración para la empresa, ¿qué estás dispuesta a hacer por ella? 

—¿Lo que sea?—me pregunto a mí misma. Yo haría todo por ayudar a mis padres, todo. 

Ambos tienen sus ojos en mí, no me está gustando para nada esto. ¿Qué pasa? 

—Sabes que si no fuera necesario, si no conviniera no lo haríamos, eres nuestra única hija y te amamos, los conocemos, nos aseguraremos de… 

—¡¿Qué pasa?!—pregunto ya cansada de tanto misterio. 

—Vamos a arreglar tu matrimonio —me dice bufando, y aunque vea un poco de incomodidad en su voz, no me cabe pensar que le duele, porque esto es el colmo. 

—¿Qué? Eso no es romántico —digo con sarcasmo y recuerdo a Antonio, la misma frase. 

—Cariño… 

—¡No! Tengo novio, pensaba presentárselo el sábado en la noche, ¡esos tipos de matrimonio son un asco! Si tengo que casarme con alguien que no amo para salvar la empresa, ¡que se joda entonces!—farfullo eufórica. 

No espero ningún comentario de su parte y abandono el despacho, me encierro en mi habitación tirando de la puerta un portazo. 

«Esto no puede ser» 

¡Esto es una broma! En serio ellos piensan hacerme esto. Soy mujer, pero no hay diferencia, yo puedo sacar la empresa adelante, y lo puedo hacer sola, aunque pensándolo bien no he demostrado eso, pero… ¡ash! Si me lo propongo lo haré. 

Pienso en Antonio y de sólo hacerlo mi pecho se hunde, puedo hacer todo por mis padres, pero menos sacrificar mi amor por Antonio, primero es lo que siento, luego lo material, y yo no pienso renunciar a él. 

Pego mi espalda a la puerta y me deslizo hasta sentir el frío suelo debajo de mí. Tapo mi rostro frustrada, estaba tratando de ser fuerte y no llorar, pero ya siento el líquido descender mi mejilla. 

Lo único que se me ocurre, es llamar a Antonio. No puedo con esto sola. 

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