Y sueño...
He vuelto a la pelea casi un mes más tarde de mi mala pisada. Esta vez, me han colocado en la cocina con el propósito de cuidar mi tobillo de una recaída. En apenas un par de días, mi trasero ha engordado varios kilos. Y es que me encanta el sabor de lo que se cuece en los calderos, y también la compañía de Basima.

Me he impuesto hacer dieta a la fuerza aunque las tripas se me retuerzan y mis dragones echen candela hasta por las orejas. Es mejor sufrir ahora que cuando me convierta en un balón de playa.

Cada semana, Ahmed pasa menos tiempo en la mansión. Él piensa que se está acercando a una pista prometedora, pero yo no le veo avanzar. Sus sueños imposibles me hacen olvidar los trances de mal humor. A veces, regresa ya entrada la madrugada. Como ratón hambriento, deja sus huellas en el suelo, en las encimeras, en el fogón y sobre todo en el fregadero. En ocasiones me pregunto en cuántos clones de sí se transforma mientras nadie le ve. No creo que una sola persona sea capaz de ensuci
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