—¡Dafne! ¡Mike!
La voz fuerte y gruesa de Emiliano sobresaltó a los chiquillos.
—¡Nuestro papá! —exclamaron agitando sus manitas, asustados.
—¿Qué hacemos? —preguntó Mike a su hermana, abriendo sus ojos de par en par.
—Entretenlo, sácalo de la casa, mientras usted. —Miró al hombre que rescataron—, debe esconderse, venga conmigo al baño —suplicó, agarró a su propio padre de la mano y ambos sintieron una gran calidez.
—Pero…—Juan Miguel no deseaba esconderse, sino más bien dar la cara, agradecerle al padre de los niños por la valentía de ellos, pero al verlos tan asustados y desesperados, accedió muy a su pesar.
Mike escondió la caja de Luciana, bajo la cama, y salió corriendo a saludar a Emiliano.
—Hola —contestó agitado.
Emiliano lo observó con suma atención.
—¿Qué está pasando? ¿En dónde está tu hermana?
—Me acordé de que mañana debemos llevar unos materiales, y la librería de la vuelta ya mismo cierra, vamos pronto. —Lo tomó de la mano para sacarlo de la casa.
—Espera, no me has dicho en dónde está Dafne.
—Fue a casa de doña Caridad, está con ella, por favor papá, vamos rápido.
Emiliano no se quedó muy convencido de la explicación, imaginó que alguna travesura había hecho y que Dafne estaría recogiendo o limpiando el desastre, los conocía bien, el hombre estaba lejos de imaginar que los mellizos tenían escondido a su papá.
****
Cuando Dafne escuchó el crujir de la puerta de fierro, asomó su cabeza por la ventana, y miró que Emiliano y su hermano atravesaban el parque, enseguida resopló aliviada, y fue al baño, tocó a la puerta.
—Señor.
Juan Miguel abrió.
—Ya puede irse, por favor no se demore.
Miguel la observó con ternura.
—No estoy de acuerdo con que les mientan a sus papás. —Se inclinó a la misma altura de la niña, miró su dulce rostro que se le hizo tan familiar—, ni tampoco es bueno que metan desconocidos a la casa, puede ser muy peligroso.
—Pero usted no se ve peligroso. —Ella enfocó sus ojos azules en los de Miguel—, pareces buena persona, me caíste bien. —Sonrió de la misma forma que solía hacerlo Lu, ese gesto conmocionó al hombre. Sintió la misma agitación inexplicable en su corazón, suspiró profundo.
—Ustedes también, me han caído muy bien, además les debo la vida. —Estiró su mano para acariciar la mejilla de la niña, pero se detuvo, él era un desconocido, y se podrían malinterpretar sus intenciones, desistió. Irguió su postura—, acompáñame a la puerta —solicitó.
Dafne asintió lo guio a la salida. Miguel observó aquella sencilla casa, todo estaba muy ordenado, olía a limpio, el lugar era acogedor, se respiraba una energía pura.
—Está muy linda su casa.
—Gracias —respondió Dafne.
Entonces Miguel recordó lo que había ido a hacer en aquel barrio.
—Por cierto, quiero preguntarte algo, estoy buscando a una persona, se llama: Lucía Cedeño. ¿La conoces?
Dafne abrió los labios con gran sorpresa, se paralizó, pensó en los malos, aunque el hombre que tenía frente a ella, parecía bueno, la piel se le erizó.
«¿Por qué estará buscando a mi mamá?» pensó.
—No, no la conozco, quizás se equivocó de dirección —balbuceó con nerviosismo.
Miguel asintió, la niña tenía razón, él había llegado a ese parque huyendo de esos delincuentes, además la dirección que tenía de Lu, era de su anterior domicilio, a la vuelta del mismo parque, no sabía que el destino lo había llevado a la casa de Lu, no imaginaba que esos pequeños que le salvaron la vida, tenían su misma sangre.
—Bueno, gracias por todo Dafne. —Sacó de su cartera, un billete de veinte dólares—, ten, acéptalo.
Dafne negó.
—No, no puedo recibir dinero de extraños.
Miguel le sonrió.
—Yo ya no soy un extraño, soy tu amigo, me llamo Juan Miguel Duque. —Sacó su tarjeta del bolsillo de su chaqueta—, aquí están mis teléfonos, si algún día requieren mi ayuda, no dudes en buscarme. —La miró con ternura, y colocó el dinero sobre una maceta—. Cuídate mucho Dafne. —Sintió una punzada en el corazón—, también dile a tu hermano que es muy valiente. —Abandonó la casa, percibiendo una extraña sensación, como un vacío en el estómago cuando se alejó de aquel lugar.
Llegó a su auto pensativo, y se subió, ahí se quedó por varios minutos. Cerró sus ojos, sintiendo aquel hueco en su alma, ese enorme vacío que Irma no había podido llenar.
«¿Por qué te vas a casar con ella?» retumbó en su mente la voz de su hermano gemelo.
«Porque Irma ha estado conmigo en mis peores momentos, me ama, desde que tuve el accidente me ha apoyado, la conozco de toda la vida» Fue la respuesta de él.
«Pero no la amas»
Suspiró profundo, sus labios temblaron, y todo su cuerpo también, gruesas lágrimas corrieron por sus mejillas.
—Si no me hubieras engañado Lu, todo sería tan distinto, a estas alturas quizás tendríamos dos niños como… ellos, pero eso es un imposible.
****
Los mellizos esperaron que su mamá y Emiliano se quedaron dormidos, Lu había llegado casi cerca de las once de la noche, muy cansada, ese día había atendido muchas mesas.
Entonces los niños se metieron bajo la cama, encendieron la lámpara y sacaron las cosas que Luciana tenía en esa caja de zapatos.
—Solo hay fotos de nosotros —susurró Dafne.
Y de pronto encontraron un sobre grande amarillo, y una hoja en el interior, se miraron entre ellos y la sacaron, era una carta, la empezaron a leer.
—Pero no dice nada, no tenemos una dirección de nuestro papá, solo sabemos que se llama Miguel —murmuró Mike.
Entonces revisaron el sobre y leyeron: Para Juan Miguel Duque.
Dafne abrió sus ojos con gran sorpresa, salió de debajo de la cama con rapidez, y abrió el cajón de su mesa de noche, buscó en su escondite secreto la tarjeta que Miguel le dejó.
—¡Mike! —exclamó.
—¡Shhh! —reclamó el niño. —¿Qué ocurre? —preguntó saliendo de debajo de la cama.
—El señor que rescatamos se llama igual que nuestro papá.
Mike abrió sus labios en una gran O, y luego parpadeó.
—Pero en el mundo deben existir muchas personas con ese homónimo, no podemos llegar y decirle señor usted es nuestro padre.
—Pero preguntó por nuestra mamá —rebatió Dafne.
—No comprendo algo. —Mike rascó su nuca—, en la carta mamá, firma como Luciana Gómez.
Dafne se sentó en la cama, movió los labios de un lado a otro.
—¡Qué extraño está todo eso! —mencionó, y de nuevo volvieron a esculcar en la caja y encontraron un acta de defunción, junto con un acta de nacimiento.
—Aquí dice que Luciana Gómez murió.
Dafne y Mike se miraron entre ellos.
—Se cambió de identidad, así los malos no la encuentran. Ahora solo debemos buscar una foto, o algo que nos lleve hacia nuestro padre.
—¡Dafne! ¡Mike! ¿Están despiertos?
Los pequeños se sobresaltaron escondieron las cosas, y se hicieron los que leían un libro de detectives.
—¿Por qué no duermen? —reclamó Lu, entrando a la alcoba.
—No tenemos sueño —contestó Dafne—, mami… nos podrías contar más acerca de nuestro papá, ¿Cómo es? ¿En dónde vive?
Luciana suspiró profundo, recordarlo, por un lado, era bonito, y por el otro sumamente doloroso.
—Es un hombre muy guapo, alto, siempre viste elegante, le gusta verse impecable, se parece mucho a ti. —Abrazó a Mike—, eres su vivo retrato. —Suspiró y acarició la mejilla de su hijo—, ambos tienen su mismo color de ojos y esa mirada tan sincera, él es muy inteligente, amable, caballero. —La voz se le quebró—, quedan muy pocos hombres como su papá, espero no haya cambiado. —Apretó su puño sintiendo una opresión en el pecho, pensó en Irma, y la sangre le hirvió.
—¿Todavía lo quieres? —investigó Mike.
Luciana sintió que el corazón se le oprimía.
—Con toda mi alma —contestó, abrazó a sus hijos, y derramó las lágrimas que estaba conteniendo.
Emiliano apretó sus puños con fuerza, había salido a buscarla, y la escuchó.
«Aún lo ama»
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Miguel había vuelto los días posteriores a buscar aquella dirección, y cuando localizó la casa, estaba vacía, y nadie le supo dar razón de Lucía.
«Quizás eras otra persona» pensó desanimado, y dio vueltas por el parque esperando encontrarse con aquellos chiquillos que le salvaron la vida, pero no los divisó, los niños en la mañana iban a la escuela. Con las esperanzas rotas, se dirigió a la empresa.
Juan Miguel había abierto una sucursal de la fábrica de café en la ciudad, no había tenido la oportunidad de entrevistarse con el nuevo administrador, pero no podía dejar pasar más tiempo, requería darle indicaciones antes de su viaje de luna de miel.
Unos minutos después llegó a la empresa, saludó con su asistente.
—Dile al ingeniero Emiliano Gamboa que lo espero en mi oficina —ordenó.
—Claro doctor Duque.
Miguel entró a su despacho, desde ese lugar la vista de la ciudad era impresionante, él se hallaba en la cima de su carrera profesional; sin embargo, su vida era vacía, lo único que le llenaba eran los recuerdos que se le venían en sueños de Lu.
—¿Puedo pasar? —indagó el hombre de mirada profunda, ojos marrones, cabello oscuro, piel bronceada.
—Claro, pasa Emiliano —contestó Miguel, y se aproximó a su escritorio.
—Mucho gusto doctor Duque. —Estiró su mano.
Miguel correspondió el saludo de forma cordial.
—Toma siento —ordenó.
Ambos charlaron acerca de la experiencia laboral de Emiliano, de las nuevas ideas para la fábrica, de los beneficios para los empleados, entre los dos caballeros se generó mucha empatía; sin embargo, Miguel estaba lejos de imaginar que ese hombre que tenía frente a él, durante estos años había figurado como el padre de sus hijos y el esposo de Luciana.
Emiliano no tenía la menor idea de que su jefe, era el mismo hombre al cual Luciana amaba, y obviamente su rival.
****
Un día antes de la boda, era tarde ya doña Caridad había vuelto a su casa, y los mellizos se quedaron solos, sin querer se le había regado jugo en el piso de la cocina a Mike, y fueron a buscar una hoja de periódico para poner sobre la baldosa y que de esa forma absorbiera el líquido antes de trapear.
Entonces cuando abrieron una página, miraron como alguien había tachado con marcador la imagen de una mujer que salía junto al hombre a quiénes ellos salvaron la vida.
—Mira eso —dijo Dafne a su hermano.
El niño frunció el ceño.
—No fui yo, ni conozco a esa señora. —Sonrió al ver que en otras imágenes la mujer tenía dibujado unos bigotes.
—Aquí habla de una boda, y este señor es el mismo al que rescatamos.
—Mamá dijo que nuestro papá se iba a casar con otra mujer, con una muy mala. —Dafne abrió sus ojos de par en par.
—Entonces…
—¡Es nuestro padre! ¡Juan Miguel Duque es nuestro papá! —exclamó Mike sintiendo una enorme emoción.
—¡No podemos permitir que se case con esta bruja! ¡La boda es mañana! ¡Debemos impedirla! —propuso Dafne con firmeza, y desesperación al mismo tiempo.
No olviden los comentarios, y las reseñas. ¿Qué harán este par de chiquillos para impedir la boda de su papá? ¿Qué plan tendrán en mente? Si lo quieren descubrir no pueden perderse el siguiente capítulo. Les recuerdo que los mellizos de Lu y Miguel son niños con un coeficiente intelectual superior a los niños de su edad, por eso tienen comportamiento y pensamientos de adultos, mezclado con la inocencia propia de su edad y de sus corazones.
Era viernes por la noche, el jefe de Luciana se había enterado de que ella solía cantar de vez en cuando en los bares, y le pidió que esa noche lo hiciera en el restaurante. Lu tenía las emociones a flor de piel, contaba las horas y deseaba que no amaneciera, que no llegara el medio día del día siguiente, el alma le dolía, la tristeza se le notaba en el semblante, en su mirada llena de melancolía, hasta pasó por su mente, presentarse en la iglesia, desenmascarar a Irma, pero desistió, tenía miedo que al hablar, Albeiro su ex pareja apareciera a hacerle daño a sus hijos. —Está bien —contestó y suspiró profundo. —Perfecto, pediré que preparen el escenario. —¿Qué vas a cantar?—Aunque no sea conmigo —respondió. ****Dafne y Mike se aseguraron que Emiliano se estuviera duchando, aprovecharon ese momento para tomar el móvil de él, y marcar el número que estaba en la tarjeta que les dejó Juan Miguel. «Usted se ha comunicado al consorcio colombiano de café Alma mía, en este momento no
Miguel estaba por contestar la pregunta de su futura esposa, cuando escuchó aquel nombre, su corazón se sobresaltó, giró su cabeza como rapidez para buscarla, y vio a una hermosa mujer con sus mismas características. «¿Es ella?» se dijo en la mente, y sin pensar en nada se puso de pie, salió corriendo tras de Lu. Luciana tembló al darse cuenta de que él estaba tan cerca, cruzó la calzada casi corriendo. —¡Espera! —gritó Miguel, intentó ir tras de ella, pero los autos se lo impidieron, resopló. El corazón de Luciana se aceleró, subió con rapidez al primer taxi que pudo, giró su rostro y sus ojos se encontraron con los de él, volteó para que Irma no la recociera. —¿Qué ocurre? ¿Conoces a esta tal Lucía? —preguntó Irma con evidente molestia, alcanzándolo. —Es la chica que me ayudó cuando me desmayé, quería darle las gracias en persona, y una gratificación —mintió. —¿Solo eso? —averiguó Irma mirándolo con seriedad. —Sí era eso nada más, y no vayas a empezar, quiero dormir tranquilo
«¡Porque tú eres nuestro papá!»Un silencio sepulcral inundó la iglesia, esa frase hizo que el corazón de Miguel se le subiera a la garganta, las piernas le fallaron cayó al piso de rodillas ante los pequeños. —¿Mis hijos? —balbuceó, los labios le temblaban, así como el corazón, y sus ojos, se hallaban anegados de lágrimas. —¿Ustedes dos… son mis hijos? —volvió a preguntar sin poder creerlo.¡Cuántas noches imaginó teniendo una familia junto a la mujer que se le aparecía en sueños! Y ahora su sueño era una realidad, los hijos que pensó que jamás pudo tener con Luciana, ahora estaban ahí frente a él, su cerebro era un completo caos, los recuerdos volvieron de manera imprevista, frunció el ceño, apretó los párpados, se sentía aturdido. —¿Estás bien? —fue lo único que lograba distinguir en esa misma tierna vocecita que días antes le salvó la vida. A lo lejos podía oír los gritos de Irma, pero ni siquiera entendía lo que decía. —Miguel, hijo ¿estás bien?—Necesito mis pastillas, urge
Miguel parpadeó, y puso atención a lo que decía su cuñada. —¿Qué? ¿Por qué dices eso Paula? —gritó con la voz agitada. —No, es un complot en mi contra, no les creas. —Lloriqueó Irma desesperada, estaba perdida. —No miento. —Paula observó a Irma—, tú eras la mujer que le pasaba información, la amante de ese loco eres tú, m@aldita desgraciada. —No sabes lo que dices, no tienes pruebas —vociferó Irma. —Yo sí las tengo. —La voz de Mariela quién fue durante años la mejor amiga de Irma, se escuchó, no había asistido a la boda por ella, sino por la amistad con la familia Duque—. Yo te encontré en ocasiones saliendo del departamento de mi primo, y me mentiste diciendo que habías ido para que te recetara tranquilizantes, pero ahora lo entiendo todo, eran amantes. Miguel apretó los puños, intentaba contenerse, pero no pudo más, se acercó a Irma, alzó su mano, decidido a abofetearla. —¡No! —La voz del señor Duque, su padre, lo detuvo—, jamás golpees a una mujer por más miserable que
Todo era un verdadero caos en la mente de Juan Miguel. Habían sido demasiados secretos descubiertos en tan corto tiempo; necesitaba pensar con claridad, tomar cartas en el asunto, charlar con los niños, con la señora que estaba a su cargo, estaba lleno de dudas, que necesitaba resolverlas a la brevedad.—Hijo, es mejor ir a la casa, no es conveniente que estés en el mismo hotel con Irma, su familia, y los niños —recomendó María Paz, la madre del joven. —Tienes razón mamá —dijo él. Acarició la cabeza de ambos niños, los observó de nuevo con atención, suspiró profundo al verlos—, eres tan linda —murmuró a Dafne—, te pareces tanto a tu madre, eres igual de hermosa que Luciana —comentó y su corazón dolió al mencionarla, desconocía si ella aún lo seguía amando, luego observó a Mike—, eres idéntico a mí cuando tenía tu edad. ¿Cómo no me di cuenta ese día? —cuestionó. Los niños se observaron entre ellos, y sonrieron. —Estabas bajo los efectos de esa medicina, ¿estás igual de enfermo que E
Luciana inclinó su cabeza, volvió a sollozar. —En parte sí, no te lo voy a negar, no soy ese tipo de mujer. —Alzó sus párpados lo miró a los ojos—, pero tengo otros motivos, has estado conmigo desde siempre, me has ayudado con el cuidado de mis hijos desde que nacieron, tengo tanto que agradecerte, que quiero intentarlo, decidí dejar mi pasado atrás. —Por agradecimiento Lu —contestó él con decepción en el tono de su voz—, sabes que no soy ese tipo de hombre, jamás te presionaría a estar a mi lado por todo lo que hemos pasado juntos, no quiero que seas mi pareja, ni por despecho, ni lástima, ni agradecimiento, sino porque estés convencida de que me vas a llegar a amar, aunque sea un poco de lo que yo te amo. Luciana pasó la saliva con dificultad, el corazón se le apretujó en el pecho. ¿Cómo podía darle esperanzas? Si no lograba sacarse del alma a Juan Miguel. —Dame tiempo —suplicó. —Vivimos juntos cinco años Lu, ¿más tiempo? —Frunció el ceño, la miró a los ojos—, he sido paciente,
Los niños se observaron entre ellos, y decidieron confiar en su papá, asintieron con la cabeza, entonces una niña de larga cabellera castaña, y ojos azules apareció. —Tío, dice la abuela que ya está lista la comida, que vengan a comer —comunicó Mariluz, observó a sus pequeños primos, y les brindó una sonrisa. —Vengan conmigo —dijo Miguel, invitando a la señora Caridad a seguirlos, entonces se dirigió a sus hijos—. Ella es su prima Mariluz, y en la casa van a conocer al resto de la familia. —Hola —pronunció Mariluz. Mike y Dafne la saludaron con la misma cordialidad. Una vez que entraron a la casa, los pequeños abrieron sus ojos con sorpresa, el gran salón era enorme y muy elegante, decorado con finos muebles y adornos muy sofisticados, pero lo que más llamó la atención de los niños, fue la gran mesa del comedor. Observaron a toda esa gente, y prefirieron quedarse junto a su papá, sin moverse.—¿Qué ocurre? —preguntó Miguel. —Nunca hemos comido con tanta gente —informó Dafne. Mig
Después de compartir el almuerzo y que los chiquitines salieran al jardín a jugar con el resto de sus primos, Paula aprovechó para acercarse a ellos. —Hola, no puedo creer que sean hijos de mi amiga Luciana y que esté viva —comentó con la voz débil—, ella y yo nos quisimos mucho, vivíamos juntas. Dafne y Mike, dejaron de comer su helado, se miraron entre ellos, fruncieron el ceño. —¿Eres la misma Paula que tenía una enfermedad incurable? —cuestionó Dafne. Paula suspiró profundo, asintió. —Sí, soy la misma. —Pero mi mamá cree que te moriste, te recuerda con tristeza, eras su única amiga, ahora solo tiene a doña Caridad para contarle sus penas —comentó Mike. Paula se aclaró la garganta, apretó los labios. —Es una larga historia, que espero poder compartirla con su mamá, me muero por verla, y abrazarla. —La voz se le entrecortó y los ojos se le llenaron de lágrimas—, pero no le vayan a decir nada, esperemos que su papá hable antes con ella. —Está bien, no diremos nada —dijeron l