Miguel abrió sus ojos, parpadeó, aún veía borroso, frunció el ceño, y buscó con la mirada a la mujer que minutos antes vio en la alcoba.
—¿En dónde está Luciana? —indagó con desesperación.
La mirada de Irma su novia se oscureció por completo, fingió una sonrisa, pero cada vez que él recordaba a su gran amor, ella se llenaba de celos, que le quemaban la piel como las llamas del infierno.
—Cariño, esa mujer está muerta.
Miguel negó con la cabeza.
—¡No! ¡Yo la vi! ¡Estuvo aquí! —exclamó agitado. —¡Debo ir a buscarla! —expresó con la respiración acelerada, se notaba angustiado, intentó ponerse de pie, pero de nuevo se mareó.
Irma sentía que se comía lo más amargo, la garganta le quemaba como hiel.
—Ella murió, por favor descansa, ya no pienses en esa mala mujer —solicitó gruñendo.
Miguel resopló, apretó sus puños.
«¡Yo la vi, era ella, estoy seguro!» dijo en su mente. «¡Debo averiguar por mi propia cuenta!»
Cerró sus ojos, necesitaba estar más restablecido y pensar con claridad.
—Tienes razón, dormiré un rato.
****
—¿Otra vez te quedaste sin empleo? —preguntó el pequeño Mike a su madre.
Luciana había llegado desesperada a la escuela por los niños, apenas los tuvo entre sus brazos, agarró el primer taxi y los llevó a casa, los mellizos eran demasiado inteligentes como para no notar el estado de conmoción de su mamá.
—Seguramente uno de los huéspedes intentó pasarse de listo —añadió Dafne.
Luciana los miró llena de angustia, se inclinó a la misma altura de ellos, percibiendo una sensación de zozobra, los abrazó.
—Son muy inteligentes y acertaron, ya encontraré otro empleo —comunicó con la voz temblorosa, acarició la cabeza de ambos, se reflejó en los azules ojos de sus niños, ese color, la manera en la cual la miraban era idéntica a la de Miguel, sintió de nuevo el corazón acelerarse—. Vamos a almorzar, vayan a lavarse las manos —ordenó con voz débil.
Ambos niños se observaron entre ellos, negaron con la cabeza.
—Mamá, somos pequeños de edad, y de cuerpo, pero no de entendimiento, te conocemos bien, ¿qué te ocurre? —preguntó Mike, la observó con seriedad, con la misma expresión que solía poner Miguel cuando intentaba averiguar las cosas.
—Tienes los ojos rojos e hinchados, y se podría deber a varias causas, quizás a una conjuntivitis, pero también tu respiración agitada, y que llegaras a la escuela desesperada, indica que algo grave pasó. ¿Aparecieron los malos? —preguntó Dafne.
Lu se sobresaltó, abrió sus labios, sorprendida.
—¿Cómo saben de los malos? ¿Quién se los contó? —preguntó con desespero, su respiración cada vez era irregular, sentía hasta que le faltaba el aire. —¿Han hablado de esto con alguna persona?
—¡Cálmate mamá! —solicitó Mike, la tomó de la mano—, no hablamos con nadie, sabes bien que los niños de nuestra edad, no nos entienden, y siempre nos has dicho que las cosas de esta casa no las debemos divulgar con los vecinos.
—Lo escuchamos hace tiempo, tú hablabas con Emiliano, entonces supimos que estamos refugiados en este país, porque hay gente muy mala que nos quiere hacer daño —comunicó Dafne.
—¿Cuántas veces les he dicho que no tienen que estar escuchando las conversaciones de los adultos? —reclamó con voz fuerte.
Los pequeños se sobresaltaron, conocían bien a su mamá cuando se enojaba, sabían que no se iban a librar de un castigo. Luciana resopló, suspiró profundo, estaba consciente que ellos no eran como los niños de cinco años, ellos tenían la mente de pequeños de diez, y no podía ocultares las cosas con facilidad.
—Vamos a sentarnos, tenemos que hablar —indicó con voz suave.
Los niños asintieron y se sentaron en los sencillos muebles de su sala, su casa era pequeña, toda la decoración era en blanco, lo que le daba vida eran las plantas ornamentales que le fascinaba a Lu.
—Ustedes siempre han sabido que Emiliano, no es su papá, pero deben llamarlo así, por nuestra seguridad —empezó a decir—, quiero que sepan que su padre, el verdadero, es un buen hombre. —Suspiró y la voz se le fragmentó—, él es el mejor ser humano que existe, nosotros nos quisimos mucho, y ustedes son producto de ese amor; pero yo…—Tomó una gran bocanada de aire—, antes de conocerlo, no tenía un trabajo muy bueno, y me gané un enemigo, esa persona juró vengarse, y cuando pudo hacerlo planeó una trampa, para separarme de su papá.
—¿Y por qué no buscamos a nuestro papá? —preguntó Mike—, él puede protegernos, mamá.
Lu limpió las lágrimas que corrieron por sus mejillas, sentía una opresión en el pecho, revivir el pasado dolía y mucho.
—No, no podemos buscarlo, porque él…—Apretó sus labios—, se va a casar, con otra mujer.
—¡No! —exclamó Dafne—, nuestro padre tiene que casarse contigo, debemos impedir esa boda —advirtió la pequeña, frunció el ceño con evidente molestia.
Lu negó con la cabeza, qué más hubiera deseado ella, que impedir ese matrimonio, pero eso era poner en riesgo su vida, y la de todos.
—No es posible, su papá se va a casar con una mala mujer, ella jamás aceptó que su padre se enamorara de mí, y la dejara, se unió con los malos, y les quería hacer daño a ustedes, amenazó con robármelos. —Sollozó.
Dafne apretó sus puños, observó a su hermano. Mike la miró con seriedad, y ambos asintieron, no se iban a quedar de brazos cruzados, solo necesitaban conocer más detalles acerca de su papá, encontrar la manera de dar con él, y contarle la verdad.
****
Unas horas más tarde, Miguel aprovechando que Irma salió de nuevo, fue hasta las oficinas administrativas, solicitó hablar con la gerente del hotel, la señora Fabiana.
—¿En qué puedo ayudarlo, señor Duque? —preguntó con amabilidad.
—He estado tratando de localizar todo el día a la camarera que me ayudó cuando me desmayé, quiero darle una gratificación, pero no sé su nombre, ni la he vuelto a ver.
La mujer inhaló profundo.
—Lucía ya no trabaja en el hotel, renunció por motivos personales —comunicó—, si usted confía en mí, puede dejarle conmigo la gratificación, y cuando le entreguemos la liquidación, le daremos con su dinero.
Juan Miguel se quedó pensativo, arrugó el ceño.
—¿Lucía? —indagó aturdido—. Me dijo que se llama Luciana, me gustaría darle en persona las gracias, y una gratificación económica.
La gerente frunció la nariz, sacudió la cabeza, extrañada.
—No, hay un error señor Duque, ella es Lucía Cedeño, pero no volverá sino hasta fin de mes.
«¿Lucía Cedeño?» se cuestionó dubitativo, resopló. «¡Era ella!» «¡No me voy a quedar de brazos cruzados!»
Miguel necesitaba volver a verla, convencerse de que era la mujer que aparecía en sus sueños.
—Y si me da su dirección —propuso, ladeó una sonrisa—, recomendaré este hotel, y le dejaré una buena compensación a usted. —Ladeó una sonrisa.
Fabiana lo miró con profunda seriedad.
—Señor Duque, tenemos prohibido dar información personal de nuestros empleados, lamento no poder ayudarlo. —Se puso de pie y caminó hasta la puerta.
Miguel rascó la barbilla, asintió, y no hizo más preguntas, no quería mostrarse desesperado, así que decidió que al día siguiente averiguaría con alguna de las compañeras de la muchacha.
—Lo comprendo, gracias —contestó, y salió de la oficina, caminó por los pasillos, se recargó en uno de los muros.
—¡No descansaré hasta encontrarte! ¡Estoy seguro de que eras tú! —Acarició sus labios, percibiendo una agitación en su pecho—, sé que no fue un sueño, pude sentir tu beso, aún lo siento, eres real.
Al día siguiente. Luciana caminaba por las calles de la ciudad de Cuenca, tenía las manos en los bolsillos de su chaqueta, la mañana había amanecido casi con siete grados de temperatura, el cielo estaba nublando, y una bruma de neblina adornaba las montañas alrededor. Necesitaba con urgencia conseguir un nuevo empleo, y en una esquina se encontró con el puesto de periódicos, y mientras la mujer le daba el cambio, la mirada de Lu, se posó en la portada de una importante revista. «La hermosa ciudad de Cuenca en Ecuador, ha sido escogida por el importante empresario Juan Miguel Duque y su bella novia: Irma Mejía para la celebración de su boda en la catedral de la Inmaculada»La mirada de Lu cambió de tinte, apretó el diario con todas sus fuerzas. —El evento del año —susurró arrastrando las palabras. —Imagine señorita que, por esa boda, se van a cerrar las calles de la ciudad ese día, no van a permitir vendedores ambulantes, dicen que es el evento del año —comunicó la mujer al notar
La suave voz de una niña pequeña se coló por los oídos de Juan Miguel, se hallaba de rodillas, con la mano en el estómago, entonces alzó su cara, y miró ese tierno rostro. Dafne era una mini copia de Luciana cuando era niña, tenía su mismo color de piel, sus facciones suaves, su cabello color chocolate, solo el color de sus ojos era distinto, la pequeña los tenía azules como su papá; sin embargo, la mente del hombre aún no tenía claridad. Dafne parpadeó al mirar a aquel señor, sintió una extraña sensación, pero no fue temor, sino algo diferente, él la observaba con dulzura, ella lo contempló atenta, y luego arrugó el ceño. —Usted se parece mucho a mi hermano —comunicó. Miguel se sentía aturdido, necesitaba tomar su medicamento, veía borroso, todo empezaba a dar vueltas a su alrededor, la voz de la niña se le hizo lejana. —¿Se siente mal? —preguntó la chiquilla, abriendo sus ojos, de par en par. —¿Está herido? —indagó Mike, al llegar corriendo agitado. —No veo sangre a su alr
—¡Dafne! ¡Mike! La voz fuerte y gruesa de Emiliano sobresaltó a los chiquillos. —¡Nuestro papá! —exclamaron agitando sus manitas, asustados. —¿Qué hacemos? —preguntó Mike a su hermana, abriendo sus ojos de par en par. —Entretenlo, sácalo de la casa, mientras usted. —Miró al hombre que rescataron—, debe esconderse, venga conmigo al baño —suplicó, agarró a su propio padre de la mano y ambos sintieron una gran calidez. —Pero…—Juan Miguel no deseaba esconderse, sino más bien dar la cara, agradecerle al padre de los niños por la valentía de ellos, pero al verlos tan asustados y desesperados, accedió muy a su pesar. Mike escondió la caja de Luciana, bajo la cama, y salió corriendo a saludar a Emiliano. —Hola —contestó agitado. Emiliano lo observó con suma atención. —¿Qué está pasando? ¿En dónde está tu hermana? —Me acordé de que mañana debemos llevar unos materiales, y la librería de la vuelta ya mismo cierra, vamos pronto. —Lo tomó de la mano para sacarlo de la casa. —Es
Era viernes por la noche, el jefe de Luciana se había enterado de que ella solía cantar de vez en cuando en los bares, y le pidió que esa noche lo hiciera en el restaurante. Lu tenía las emociones a flor de piel, contaba las horas y deseaba que no amaneciera, que no llegara el medio día del día siguiente, el alma le dolía, la tristeza se le notaba en el semblante, en su mirada llena de melancolía, hasta pasó por su mente, presentarse en la iglesia, desenmascarar a Irma, pero desistió, tenía miedo que al hablar, Albeiro su ex pareja apareciera a hacerle daño a sus hijos. —Está bien —contestó y suspiró profundo. —Perfecto, pediré que preparen el escenario. —¿Qué vas a cantar?—Aunque no sea conmigo —respondió. ****Dafne y Mike se aseguraron que Emiliano se estuviera duchando, aprovecharon ese momento para tomar el móvil de él, y marcar el número que estaba en la tarjeta que les dejó Juan Miguel. «Usted se ha comunicado al consorcio colombiano de café Alma mía, en este momento no
Miguel estaba por contestar la pregunta de su futura esposa, cuando escuchó aquel nombre, su corazón se sobresaltó, giró su cabeza como rapidez para buscarla, y vio a una hermosa mujer con sus mismas características. «¿Es ella?» se dijo en la mente, y sin pensar en nada se puso de pie, salió corriendo tras de Lu. Luciana tembló al darse cuenta de que él estaba tan cerca, cruzó la calzada casi corriendo. —¡Espera! —gritó Miguel, intentó ir tras de ella, pero los autos se lo impidieron, resopló. El corazón de Luciana se aceleró, subió con rapidez al primer taxi que pudo, giró su rostro y sus ojos se encontraron con los de él, volteó para que Irma no la recociera. —¿Qué ocurre? ¿Conoces a esta tal Lucía? —preguntó Irma con evidente molestia, alcanzándolo. —Es la chica que me ayudó cuando me desmayé, quería darle las gracias en persona, y una gratificación —mintió. —¿Solo eso? —averiguó Irma mirándolo con seriedad. —Sí era eso nada más, y no vayas a empezar, quiero dormir tranquilo
«¡Porque tú eres nuestro papá!»Un silencio sepulcral inundó la iglesia, esa frase hizo que el corazón de Miguel se le subiera a la garganta, las piernas le fallaron cayó al piso de rodillas ante los pequeños. —¿Mis hijos? —balbuceó, los labios le temblaban, así como el corazón, y sus ojos, se hallaban anegados de lágrimas. —¿Ustedes dos… son mis hijos? —volvió a preguntar sin poder creerlo.¡Cuántas noches imaginó teniendo una familia junto a la mujer que se le aparecía en sueños! Y ahora su sueño era una realidad, los hijos que pensó que jamás pudo tener con Luciana, ahora estaban ahí frente a él, su cerebro era un completo caos, los recuerdos volvieron de manera imprevista, frunció el ceño, apretó los párpados, se sentía aturdido. —¿Estás bien? —fue lo único que lograba distinguir en esa misma tierna vocecita que días antes le salvó la vida. A lo lejos podía oír los gritos de Irma, pero ni siquiera entendía lo que decía. —Miguel, hijo ¿estás bien?—Necesito mis pastillas, urge
Miguel parpadeó, y puso atención a lo que decía su cuñada. —¿Qué? ¿Por qué dices eso Paula? —gritó con la voz agitada. —No, es un complot en mi contra, no les creas. —Lloriqueó Irma desesperada, estaba perdida. —No miento. —Paula observó a Irma—, tú eras la mujer que le pasaba información, la amante de ese loco eres tú, m@aldita desgraciada. —No sabes lo que dices, no tienes pruebas —vociferó Irma. —Yo sí las tengo. —La voz de Mariela quién fue durante años la mejor amiga de Irma, se escuchó, no había asistido a la boda por ella, sino por la amistad con la familia Duque—. Yo te encontré en ocasiones saliendo del departamento de mi primo, y me mentiste diciendo que habías ido para que te recetara tranquilizantes, pero ahora lo entiendo todo, eran amantes. Miguel apretó los puños, intentaba contenerse, pero no pudo más, se acercó a Irma, alzó su mano, decidido a abofetearla. —¡No! —La voz del señor Duque, su padre, lo detuvo—, jamás golpees a una mujer por más miserable que
Todo era un verdadero caos en la mente de Juan Miguel. Habían sido demasiados secretos descubiertos en tan corto tiempo; necesitaba pensar con claridad, tomar cartas en el asunto, charlar con los niños, con la señora que estaba a su cargo, estaba lleno de dudas, que necesitaba resolverlas a la brevedad.—Hijo, es mejor ir a la casa, no es conveniente que estés en el mismo hotel con Irma, su familia, y los niños —recomendó María Paz, la madre del joven. —Tienes razón mamá —dijo él. Acarició la cabeza de ambos niños, los observó de nuevo con atención, suspiró profundo al verlos—, eres tan linda —murmuró a Dafne—, te pareces tanto a tu madre, eres igual de hermosa que Luciana —comentó y su corazón dolió al mencionarla, desconocía si ella aún lo seguía amando, luego observó a Mike—, eres idéntico a mí cuando tenía tu edad. ¿Cómo no me di cuenta ese día? —cuestionó. Los niños se observaron entre ellos, y sonrieron. —Estabas bajo los efectos de esa medicina, ¿estás igual de enfermo que E