Una vez que el “Rey” -como lo llamaban todos- terminó su desayuno, se levantó y sin medir ningúna otra palabra se retiró del comedor, y posteriormente la puerta que supusé era la de la entrada, fue abierta y luego cerrada.
Me quede unos minutos sentada en la mesa y luego salí del comedor con la intensión de buscar una salida, pero apenas puse un pies fuera del lugar la voz del hombre que parecía mi niñera me sorprendió y acto seguido me tomó del brazo y me trajo a la habitación.
Estaba mirando por la ventana. El día estaba nubloso al parecer iba a llover en cualquier momento, desde mi lugar podía ver claramente a tres hombres armados, estoy segura que hay más pero desdé aquí solo podía ver a esos tres. De esos tres hombre podía ver que dos se llevaban mal, pues uno de ellos intentaba separarlos a cada momento mientras que los otros no hacían más que mirarse desafiantes y dirigirse palabras que desde mi lugar no podía escuchar.
Mirar eso era algo nuevo, por ende interesante. La puerta de la habitación sonó y quitando la vista de los tres sujetos que me entretenían, miré hacia la puerta ver a la persona que estaba entrando a la habitación.
—Buenos días— saludó cordial pero con desdén una chica, que por el uniforme que llevaba puesto deduje que era del area de mantenimiento de la casa.— Han traído ésto para usted.— dijo dejando un montón de bolsas de diferentes marcas en la habitación y luego la niñera entró con muchas más bolsas.
Después de que dejarán todos los envoltorios dentro de la habitación ambos salieron, dejándome sola de nuevo.
Desdé mi lugar miré las bolsa exparcidas por el lugar y luego volví mi mirada a los tres hombres que me habian estado entreteniendo toda la mañana.
No tenía nada que mirar dentro de esas bolsas, porque aunque fueran las mejores marcas no tenía interes en ellas, mi ropa, mis cosas, todo lo que verdaderamente era mío estaba en mi casa, y ese lugar no era precisamente éste. Además no era necesario tanta ropa para mí, pues no pretendo pasar mucho tiempo en éste lugar, apenas mirara la oportunidad me iba a ir de esta mansión.
.......
El cielo estaba oscuro y nublado, eran aproximadamente las siete de la noche, en todo el día no había visto al el “Rey” y más nadie había entrado a la habitación a excepción de la señora Carmen a traerme comida.
Estaba entretenida mirando por la venta, cuando la enorme verja empezó a subir automáticamente, enseguida toda mi atención se puso en ella, a medida que iba subiendo se podía divisar un auto detrás de ella, al parecer era el auto del rubio. Cuando la verja subió en su totalidad, el auto se adentro al interior del inmueble y justo cuando la barrera que dividía él encierro de la libertad estuvo apunto de bajar, la luz se fue, todo absolutamente todo, quedo en negro y un silencio sepulcral, el miedo que le tenía a la oscuridad empezó a florecer y las ganas de llorar y gritar se hicieron presente, pero no lo hice, de hecho, no hice nada solo me quede estática en mi lugar, mientras trataba de acompasar mi respiración. La puerta del auto siendo azotada fuertemente me sobresalto, unas pequeñas lamparitas de mano fueron encendidas por los hombres de seguridad, esos pequeños reflectores de luz hicieron que me calmara un poco más.
Una de las lamparitas alumbró la cara de rubiales, que se veía enojado pero al mismo tiempo preocupado.
—Esten alertas, ésto puede ser una trampa, Cuiden la verja—Gritó fuerte y gracias a que no había ningún otro sonido pude escuchar perfectamente. Cuando giré la vista a la verja abierta, solo una cosa cruzó por mi mente; Es ahora o nunca.
Solo tenía que esperar el momento adecuado, además no se me pasaba por alto las palabras del ojiazul; Esten alertas, ésto puede ser otra trampa, ¿A que se refería con eso?
La puerta de la habitación fue abierta abruptamente haciendome sobresaltar, apenas pude divisar a la persona que había entrado, era él rubio.
—¿Estas bien?— preguntó, tocando mi mejilla, haciendo que la ya conocida corriente eléctrica se paseara por mi cuerpo.
—Si, solo no me gusta la oscuridad — le hice saber en un susurró apenas audible.
—Tranquila, ya regresara la luz— dijo y se dirigió a la salidad de la habitación — Cuidala—dictaminó al guardia niñera y luego ya no lo pude ver más.
Había dejado la puerta abierta, pero el puto animal guardián seguía allí parado, no podía salir así, de la nada, porque me perseguiría y no duraría ni tres segundos en atraparme. Tenía que ideal algo para poder escapar.
—¡Hey!— llamé su atención y pude ver su silueta asomarse por la puerta—hay un extraño ruido en el baño— fue lo primero que se me ocurrió.
El hombre asintió y sin mediar una sola palabra entró a la habitación y continuamente se abrió paso a tropezones con las bolsas esparcidas en el suelo hasta que llegó al baño. Apenas entró al interior de aquel lugar me levanté y caminé con sumo cuidado hasta la puerta.
Sentía mi corazón chocar frenéticamente con mi pecho, era más que obvio que el miedo estaba carcomiendome pero me sostenía de la idea de poder ir y abrazar a Cam nuevamente. Cuando estuve fuera de la habitación empecé a caminar por los lugares que se veían más oscuros, haciéndole caso omiso al miedo por la oscuridad, me sentía segura en el lugar dónde estaba metida, así que esperé a que el guardia que estaba buscando algo inexistente en el baño de la habitación saliera, y así lo hizo, de un momento a otro sus pasos fuertes y rápidos empezarón a resonar por el lugar mientras soltaba maldiciones.
Mis nervios incrementaron cuando pasó frente a mí, pero no me miró, Seguí la trayectoria siendo lo más sigilosa que podía ser hasta llegar a las escaleras, en ese momento por primera vez en mi vida agradecí por estar en un lugar oscuro, había voces abajo pero siendo aún más sigilosa que al principió empecé a descender las escaleras agachada.
—¿Que pasa con las luz?— la voz del rubio hizo que me quedara paralizada en el lugar donde estaba.— ¿Acaso esperan que vengan esos hijos de putas?— volvió a gritar, estaba cabreado.
—Ya Jonny esta en eso, Rey— dijo otro hombre, tenía que terminar con ésto rápido antes que el tal Jonny logrará poner la luz.
Cuando terminé de descender las escaleras me dirigí a la puerta principal, la cual estaba levemente entornada, y por ahí logre salir. Cuando sentí aire frío de la noche atravesarme el cuerpo para nada abrigado, sentí libertad. La lluvia ya había empezado a caer y eso facilitaba la tarea para que nadie escuchará mis pasos. Desdé mi lugar miré al rededor con cuidado de no ser notada por éste lado habían pocos guardias y estaban distraídos en qué sabe qué.
Salí del lugar y en silencio empecé a caminar hacía la verja abierta, apenas sentí el agua fría de la lluvia mi cuerpo se estremeció debido al frío, pero hice caso amiso a ello. Seguí caminando hasta que salí completamente de la enorme casa y empece a correr como si de ello dependiera mi vida, aunque no estaba muy lejos de la realidad. Talvez el rubio tendría intenciones de matarme apenas lo desobedeciera.
Aún a la distancia en la que me encontraba pude escuchar los gritos del rubio insultando a todos los guardias, y segundos después grandes zancadas detrás de mí, pero aún así seguí corriendo, mis lágrimas se camuflajeaban a la perfección con las gotas de lluvia que caían sobre mi cara, sentía un fuerte ardor en mis pies descalzos, Pero aún así continúe corriendo.
Sentía las zancadas de la persona que me seguía cada vez más cerca y eso me llenaba de impotencia, pero seguí corriendo con más fuerzas ignorado el aturdente dolor en mis pies y el miedo de ser atrapada. Pero sólo pasaron unos segundos más cuando sentí todo el pesó de esa persona en mi espalda, un pesó que me hizo caer fuertemente contra el asfalto, sentí mis rodillas arder apenas tocaron el suelo de cemento, y el mismo escozor en mis manos por ponerlas entré mi cuerpo y el piso para no golpear mi rostro.
El perfume del hombre sobre mi llegó a mis fosas nasales y enseguida supe de quien se trataba, era rubiales quien estaba sobre mí.
En un movimiento brusco volteó mi cuerpo de manera que ahora podía ver sus ojos, esos ojos azules que aún en la oscuridad alumbraban y que estaban llenos de enojó, yo no hacía nada más que llorar mientras él me miraba desafiante y enojado.
—Te dije que tú no ibas a escapar de mí —Dictaminó serió puntualizando cada vocablo. Acto seguido se levantó y tomandome del brazo me puso de pie, pero al instante en que mis pies volvieron a tocar el piso Jadee del enorme dolor que sentí. Pasó uno de sus brazos por detrás de mis piernas y me cargo para luego emprender camino a la casa.
Sentía su pecho subir y bajar con enojó, eso incrementaba el miedo en mí y por ende las lágrimas que caían sin parar por mis mejillas. Tenía miedo, no sabía que podía hacerme el rubio maldito una vez que llegaramos a la habitación donde me mantenía encerrada.Cuando llegamos a la casa pude divisar a varios hombres que me miraban como si ubiese firmado mi sentencia de muerte, eso me llenó áun más de nervios. El rubio siguió caminando hasta la puerta de entrada de la mansión y entró, en el recibidor del lugar estaban la señora Carmen y otras tres chicas que no conocía.No dijeron nada, la señora Carmen solo me miró con lástima, dos de las otras chicas miraban cualquier otro lugar que no fuera el mio, mientras que la chica restante, me miraba con burla, insuficiencia y otros sentimientos que no logré descifrar, ya que el ojiazul camino directo a las escaleras.Al llegar a la habitación, entró y se aproximó a la cama, mis lágrimas seguían bajando por el miedo que sentía, pero mi sorpresa
Los rayos del sol se colaban por la ventana y daban justo en mi cara. Intenté abrir los ojos pero la luz me lo impedía. Mi cabeza dolía enormemente, sentía mis sienes palpitar.Quise a moverme en la cama, pero el dolor en mi cuerpo me lo impidió. Sentía como si un auto me hubiese pasado por encíma. Giré el rostro al lado contrario de dónde los rayos de sol me impedían ver, parpadee un par de veces para acoplar mi vista a la nueva claridad.Mi corazón dejó de latir por unos segundo y casi inmediatamente reanudó su marcha a un ritmo descomunal. Tan rápido como pude me levante quedando sentada sobre la cama, con las rodillas pegadas a mi pecho y el edredón cubriéndome.Mis ojos estaban abiertos a más no poder, podía sentir los latidos de mi corazón en la parte de atrás de mis orejas; Él estaba dormido boca abajo en el lado derecho de la cama, y como si de flashes se tratase los recuerdos de la noche anterior llegaron a mí mente. Pero solo podía recordar hasta dónde él me trajo a la habi
Una semana después.Había pasado una semana desde el día que intenté escapar. Las heridas de mi pies estaban casi completamente sanadas.Durante toda esta semana no había vuelto a salir de la habitación y tampoco había vuelto a ver al rubio. La única compañia que tenía era la de Carme, ella venía todos los días a ayudarme a hacer mis necesidades y luego se quedaba un rato más para hacerme compañía.Había intentado persuadir a Carme para que me permitiera comunicarme con Camerón, pero ella con tristeza me hizo saber que tenía prohibido prestarme cualquier cosa con lo que pudiese comunicarme.Camerón pasaba constantemente por mi mente, sabía que mi amigo debía estar muy preocupado por mí, talvez ni siquiera se había creído la mentira que el hombre detestable me había hecho decirle. Lo extrañaba mucho, extrañaba mirar sus ojos ambarinos, su sonrisa, sus abrazos...—Buenos días mí niña— la voz de Carme entrando a la habitación me regreso a la realidad.—Buenos días para tí también Carmen—
Eran las once de la noche, Carmen se había retirado hace tres horas después de pasar todo el día conmigo. En este momento estaba saliendo de la tina para ir por un pijama y hacer lo único que hago desde hace una semana a esta hora; quedarme tirada en la cama mirando al techo hasta que ya mis ojos no dan más y por fin deciden cerrarse.Había dejado de llorar, al final entendí que el rubio tenía razón; Llorando no iba a hacer que las cosas cambiarán, así que decidí transformar el tiempo que perdería llorando en planear mi próximo plan de escape.Aún la puerta de la habitación se mantenía bajo llave, por lo que esa era la forma más difícil pero la única que tenía de salir con vida – por lo menos de la habitación – ya que había estado analizando la ventana pero esta además de tener los cristales sellados, sí salía por ahí acabaría hecha trizas en el suelo.Quizás Carmen me deje salir con ella pronto, y me sostenía de esa idea para que una vez fuera de la habitación poder analizar por dónd
––¿Aún estamos en Seattle Carmen? –– pregunté después de unos largos minutos. Intuía que sí, el clima constantemente frío y lluvioso me decía a que posiblemente seguíamos en la ciudad o por lo menos cerca de ella.Carmen me miró con cierta cautela mientras daba por terminando la pequeña prenda para su futura nieta y empezaba a guardar las agujas y el hilo una pequeña cajita de color beige.––Solo es curiosidad. –– mentí–– Ya nos hemos quedado sin temas de conversación–– agregué.––Sí pequeña–– afirmó y celebré en mi interior–– seguimos en Seattle.–– una vez que terminó de guardar sus cosas en la cajita, se levantó del sillón y supe que era el momento. –– Ahora vuelvo ¿bien?Inmediatamente me levante hasta quedar a solo un par de pasos alejada de ella. Carmen me miró con curiosidad.––Déjame ir contigo–– ella hizo un gesto de negación, y antes de que emitiera palabra alguna seguí hablando:––Por favor, por favor Carmen–– puse mis manos juntas a modo de súplica–– prometo no separarme de
El día estaba culminando y aunque mantenía una actitud neutra frente a Carmen que miraba una película en el televisor de la habitación, estaba muy animada por todo lo que en un solo día había conseguido saber.Si solo un día fuera de esta habitación había resultado más productivo de lo que pensé, en un par de veces más podría encontrar hasta una salida mágica.Había empezado a armar un plan en mi cabeza. Y lo primero que debía a hacer era hacer como que si la sola presencia del rubio no me irritaba, sí bien el miedo que le tenía también era un problema dejaría la piel en ser la persona más convincente para que el no sospechara nada. “Caería en sus encantos” ese era el plan, ese era mi boleto de salida y al mismo tiempo la manera que tenía de molestar a la pesada de Dana.La puerta de la habitación se abrió abruptamente haciéndo que Carmen se levantará inmediatamente de la cama, yo por otro lado solo miré la puerta, él era el único que entraba de esa manera, y aunque sí me tomó desprev
Al amanecer me desperté más temprano que de costumbre, me duché, me vestí y cuando estuve lista fuí hasta la puerta. Por un momento pensé que seguiría cerrada y que el maldito rubio me había engañado, pero apenas giré el pomo y esta se abrió sin objeción alguna.Por lo menos tenía palabra.Cuando salí de la habitación llegué a la pequeña sala de estar dónde Hansel estaba hace dos días cuando salí con Carmen, pero ahora no había nadie. Me acerqué con cautela al ventanal del tamaño de la pared que estaba cerca de dónde estaban los sofás y miré a través de él. Eran las seis o siete de la mañana, la verdad no me había fijado en el reloj de la habitación cuando salí, pero lo intuía por la opaca claridad que había en el exterior. Desde esté ventanal podía ver el patio trasero y desde la altura en la que estaba lo que había después de los altos muros y el alambrado eléctrico; bosque, la cantidad de árboles que había era tan espesa que solo podía ver la copa verde de los árboles.Dejé de mir
Hace unos minutos Damián había entrado en la habitación a decirme que debía bajar para tomar la cena con él en el comedor. Y la verdad que después de saltarme el almuerzo por culpa de él, ahora si tenía hambre así que sin llevarle la contraría bajé.Al llegar al comedor me senté en la misma silla en la que él me había sentado en la mañana, él aún no llegaba.Mi actitud tranquila y de obediencia se debía a que cada dos segundos me repetía mentalmente que sí había logrado soportarlo por poco más de una semana, nada me costaba hacerlo por dos días más.Tenía mucha fe en que el día después de mañana ya yo no estaría aquí, que ya no volvería a ver su hermosa pero irritante y malhumorada cara jamás en la vida. Que abrazaría a Camerón mucho por todo el tiempo que lo he extrañado, que le pediría que viniera conmigo hasta el otro extremo del país para que Damián no me encontrara nunca. Tenía muy claro que Camerón tenía su vida en Seattle que ahora tenía a Melissa y en dado caso que se negara a