La miré a los ojos, esperando que me dijera algo, pero ella solo me apuntaba con el arma. —Paulina, pensé que estabas muerta.—Lo estoy —dijo, sin quitarme la mirada y apuntando.Su aspecto era desaliñado, se notaba que el cabello no lo lavaba hace tiempo. Parecía un zombie. Mas delgada que nunca, ojerosa y muy pálida. Su mirada intentaba decirme algo, pero no sabía qué era.—¿Por qué haces esto? —pregunté, acercándome poco a poco con las manos en alto. —Por él...—¿Por quién? ¿Andrés? No me respondió.—Paulina, tú no eres así, yo te conozco. ¿Fue Andrés quien te obligó a hacer esto?Mi pregunta la desconcertó, se notaba que estaba muy confundida y claramente no tenía ni la más mínima idea de qué hacer. El arma hizo un sonido, el típico de cuando la bala se pone en su posición para salir. Estaba aterrada, pero no podía morir sin saber la verdad.—Entrégame el arma, conversemos. Puedo ayudarte. No hagas cosas que te harán más daño. ¿Estás sola en casa? —Estiré la mano para que me e
Ambos nos levantamos de las reposeras y vestimos. Estábamos siendo espiados y ni idea de algún sospechoso con tanta gente poniendo cámaras por la casa. Pensábamos que todo había terminado, pero no, eso estaba recién comenzando. Renato venía entrando a la casa con más gente aún, a renovar nuestros closets. Gracias a que los ventanales de la casa estaban abiertos, podíamos escuchar su inigualable voz desde la piscina. —¿Dónde está la bella y la bestia? —preguntó, en voz alta. De inmediato le respondieron que estábamos en la piscina y salió a saludar. —Amiga, bella. Divina como siempre. Tanto tiempo sin verte. Tú estás cada día más linda. No puedo decir lo mismo de ti, Nicholas —dijo, mirando a mi rubio—. Si me aumentaras el sueldo, podría recomendarte a algunas personas para que te arreglen unas arruguitas que te están saliendo. ¿Qué les pasa a los dos? ¿Vieron a un muerto o qué? ¿No me van a saludar? —culminó.—Hola, Renato, qué agradable sorpresa —dije mientras lo abrazaba. —¿Ve
Seguramente él o la acosadora, sabía dónde estaba Nicholas, últimamente sabía todo. Por eso decidí responder a su mensaje:«¿Sabes dónde está Nicholas?»«Buscándome...»«¿Dónde?»«Ponte un lindo vestido y tacones. Te envío mi ubicación.»Rápidamente me vestí con uno de los nuevos vestidos que me había dejado Renato. Lamentablemente no tenían casi nada de tela, pero no era el momento de regodearme, me puse el primero que encontré: negro, muy ajustado, con escote en V y lentejuelas. También saqué unos tacones y me fui, tan rápido como el flujo vehicular me dejó hacerlo. Las Vegas es una ciudad que está prendida veinticuatro horas, no hay un momento en donde pueda encontrar menos tráfico. A la media hora ya estaba en la dirección que me habían enviado. Era la casa particular de alguien, enorme, seguramente de algún millonario.Me acerqué y toqué el timbre.Me abrió un hombre muy alto, vestido solo con un bóxer. Un modelo Calvin Klein lo dejaba pequeño con lo guapo que era. Grandes ojo
Siempre pensé que mis padres eran buenas personas, pero ese día me di cuenta de que de ellos no aprendí ni lo que es ser una familia y menos lo que es respetarla.Mi reacción frente al hombre que abrió la puerta no fue la que siempre imaginé o la de cualquier hija que no vio a su papá hace años. Presentía que había algo oscuro en todo eso y que muchas de las cosas que me estaban pasando eran el resultado de malas decisiones de él.Se acercó para abrazarme, pero no pude responderle. De inmediato tomó distancia. Nicholas me miró a los ojos y me dijo:—Em, los dejo, tienen mucho de qué hablar.—No, Nicolás, por favor, no. Te necesito ahora.Mis ojos sacaron a lagrimear, sabía que el discurso que se venía era algo difícil de digerir. No quería mentiras y era obvio que Nicholas tenía la historia completa. No podía creer que después de años llorando, estaba parado frente a mí como si nada.—Bien, papá, empieza a hablar. Quiero todos los detalles, no más mentiras.—Emilia, lo lamento mucho.
Llevaba dos días acostada. No tenía ganas de nada. Solo quería dormir y los momentos en los que estaba despierta trataba de procesar todo. No sabía si agradecer al fantasma de los mensajes por presionar a Nicholas a contarme todo o si odiarlo aún más. De cualquier forma, me estaba jodiendo la vida. Renato fue a visitarme y ni él pudo sacarme una sonrisa por lo vivido. Nicholas hacía de todo para levantarme el ánimo, pero tampoco resultaba. Mi cuerpo me exigía quedarse tumbado y descansar. El pequeño Nathe fue a verme y al verle su tierno rostro, me descompuse aún más. Después de todo fui yo la que le quitó la oportunidad de conocer a su madre. Eso nunca me lo perdonaría. Estaba entrando en otro sueño cuando mi celular empezó a vibrar. Sabía que cogerlo era la peor decisión, pero ¿qué más podría pasar? Ya había ocurrido todo lo malo, no perdía nada.«Vamos, perra, nos queda camino por descubrir. Acostada eres aburrida.»¿Cómo sabía mi estado? ¿Por qué siempre estaba un paso más ade
Era un completo desconocido. No tenía más de treinta años, pelo oscuro y ojos marrones. Muy delgado y por su cara podía asegurar que no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba haciendo. No tenía nada en sus manos, solo un celular.Le preguntaban que estaba haciendo en la casa, pero no hablaba inglés. Nicholas se acercó y le quitó el teléfono de las manos. Nuevamente le habló, pero el desconocido con acento al parecer mexicano no entendió.Miré a Nicholas y le dije que yo haría las preguntas y traduciría de ser necesario.—Está bien, nena, pero no te acerques a él, no te alejes de mi tampoco. No sabemos si está solo.—¿Cuál es tu nombre? —pregunté, tranquila y con una voz suave. Se veía muy asustado y me daba lástima maltratarlo.—Ismael, señorita —respondió, temblando.—¿Estás solo?—No lo sé, señorita.—¿Qué haces acá?—Me pagaron para entrar y grabarlos —respondió de inmediato. Como si fuera un discurso aprendido.—¿Cuánto te pagaron?—Señorita, por favor, yo no les quería roba
Mientras Nicholas tomaba el arma con fuerza, un hombre se hacía visible entre la noche.Nunca lo había visto, era alto, robusto, canoso y parecía granjero. Nos tocó la ventana y Nicholas bajó un poco el vidrio para saber que quería.—¿Están bien? ¿Puedo ayudarles?Mi rubio le explicó que nos habíamos quedado estancados en el lodo, así que ofreció ayuda para sacarnos por la mañana, cuando se pudiera ver algo. —Señora, la veo pálida, ¿por qué no vamos a mi casa que queda a solo un par de pasos? Toman una ducha, un café y descansan.No nos quedaba de otra que aceptar, el desconocido por lo menos se veía amable. Llegamos a su casa, era una casa muy bonita, sin lujos, pero era notorio el calor de hogar en ella. El hombre se llamaba Robert, nos presentó a su esposa llamada Rhoda. Era una mujer delgada que parecía sacada de una revisa de alemanes con su mantel en la cintura. Tenía su cabello muy rubio. Su hija, Paige, literalmente se le tiró a los brazos a Nicholas. Tenía mi edad, era muy
—Nicholas, ¿no crees en fantasmas verdad?—No, por eso ayer me dio risa.Tomamos aire y empezamos a buscar un lugar por donde entrar. Se veía todo cerrado. Entre por un ventanal que estaba quebrado. Pasé a cortarme en el brazo, pero no fue nada grave. Corrí a abrirle la puerta principal a Nicholas.La casa era muy antigua, había olor a madera vieja. Estaba completamente vacía, no había nada en ella que pudiese darme alguna pista de quién nos acosaba.No me cabía en la cabeza como es que habíamos llegado hasta ahí y caído en el juego de un enfermo mental. Ni fantasmas ni fotografías ni cartas ni nada que pudiera decirnos algo.Recorrimos la casa completa. Lo único que nos faltaba por revisar era el sótano, pero ahí sí me daba miedo entrar. Estábamos bajando las escaleras y Nicholas por molestarme me hace: ¡Bu!—¡Ah...! —grité.Ambos reímos hasta que llegamos a la puerta del sótano y la abrimos. Entramos y era un tesoro para museo, lleno de ropa antigua, libros y cajas con juguetes. Eso