No juegues conmigo —El renacer de un amor
No juegues conmigo —El renacer de un amor
Por: Karla Nesta
Capituló 1

El agua caliente cae sobre mi piel, aliviando el cansancio. Cojo mi mini jabón y me lavo el cabello, luego el cuerpo. Me empiezo a sentir mejor cuando escucho pasos en el vestidor. Cierro la llave de la ducha, mi corazón late un poco más rápido mientras me pregunto quién está cerca.

—Casandra, ¿puedes pasarme mi toalla, por favor? —grito para que me la alcance. La veo deslizar la toalla por encima de la puerta de cristal de la regadera. La tomo y empiezo a secarme el cabello, envolviendo mi cuerpo en la toalla antes de abrir la puerta.

Camino hacia el banco donde dejé mi mochila. De repente, siento una mano en la parte descubierta de mi espalda.

—¡Ya basta, Casandra! ¿Qué estás tramando? —digo mientras tomo la mano, notando la textura inusual. Al mirar, me doy cuenta de que no es Casandra, sino la mano de un hombre. El suelto rápidamente y me doy la vuelta, mis ojos se agrandan al ver a Adrien el chico mas atractivo de la escuela—. ¿Qué diablos estás haciendo aquí?

Él me observa, sorprendido—. Nunca imaginé que la señorita Eileen tuviera un vocabulario tan fuerte. —Sus ojos azules se vuelven juguetones, y al fijarme mejor, noto que está desnudo del torso hacia arriba, con solo una toalla enredada en la cintura. Me mira intensamente.

—Respóndeme, Adrien. ¿Qué haces aquí? —le exijo. Veo cómo se acerca cada vez más, mientras yo retrocedo, intentando mantener la distancia. Pero él avanza inexorablemente.

—¿Qué hago aquí? —repite, acercándose aún más—. Es algo tan obvio que seguro ya te has dado cuenta.

Sigo retrocediendo hasta que mi espalda choca contra la fría pared. Mi respiración se acelera, y sus pupilas se dilatan mientras pone ambas manos contra la pared, atrapándome. Su rostro se acerca tanto al mío que casi puedo sentir su aliento.

—Tienes una piel preciosa —susurra Adrien, su dedo deslizándose lentamente por mi hombro. Intento apartar su mano, pero mi respiración se vuelve errática.

—Vete, Adrien —es lo único que consigo decir, mi voz temblando.

—¿Y si no me voy, ¿qué harías? —me desafía, su mirada fija en la mía.

Siento cómo toma mis manos y las coloca sobre mi cabeza, acercándose aún más. Él es mucho más alto, y yo me encuentro mirando su barbilla mientras él me observa con una intensidad que me paraliza.

Baja su cabeza, su aliento acaricia mi cuello, y siento un escalofrío recorrer mi cuerpo.

—Adrien, por favor, no... —mi voz se ahoga en un susurro lleno de terror.

Mis piernas tiemblan al sentir su muslo presionado entre las mías, sus vellos rozan mi piel. Siento que el miedo me invade mientras cierro los ojos y giro mi rostro a un lado, esperando lo peor.

—Vamos, chicos, ninguna mujer puede resistirse a mí —murmura él. De repente, se aparta y yo, confundida, abro los ojos.

—¡Ja, ja, ja! Es verdad, Adrien, ninguna mujer se resiste a ti —se ríen sus amigos, saliendo de su escondite.

—Lo mejor es que tomamos unas fotos con tu teléfono —dice Agustín, entregando su móvil a Adrien. La rabia empieza a hervir en mí. Con una determinación renovada, me acerco a ellos y, sin pensarlo dos veces, le doy una bofetada a Adrien. Los tres me miran, sorprendidos. Tomo mis cosas y me voy, dejando atrás la escena y el eco de su risa.

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