FELIPEVuelvo a darle una nalgada y un gemido brota de su boca, lo que me pone aún más.—Sigue… —Pide en un jadeo. De un movimiento, la volteo para que quede con sus rodillas en el sillón dándome la espalda. Una de mis manos viaja desde su espalda hasta sus nalgas, apretándolas y con la otra jugueteo en su intimidad de arriba abajo sin parar, desde su clítoris hasta su entrada.La veo apretar sus pechos, por lo que la tomo del cabello, sin lastimarla y la acerco hacia mí para lamer su cuello. Sus jadeos los siento como una corriente eléctrica en mi hombría, mientras chupo el lóbulo de su oreja y se le escapa otro gemido, vuelvo a darle otra nalgada, un poco más fuerte y Emilia me regala otro gemido más.—Felipe… —Esta vez dejo mi mano en el lugar, para que sea más placentero para ella, llevo la mano a su entrepierna y está empapada.—Estás muy mojada —gruño, ronco del deseo. Me pongo detrás de ella y sin más la penetro de una estocada. Es tan apretada y está tan mojada, que es como si
“¿Desde cuando eres sumisa?”, “Hace un momento, tenías el comportamiento de una”, “sólo estoy concluyendo que probablemente eres sumisa por naturaleza y no lo habías descubierto, por no haberlo explorado antes”.No puedo dejar de pensar en lo que me ha dicho Felipe. En todo lo que pasó en casa de sus padres; mi comportamiento y sobre todo en lo mucho que me excitó que Felipe me diera nalgadas.Felipe es mi segundo compañero sexual, sólo había mantenido relaciones con mi exnovio antes, pero con él todo era muy distinto. Ambos perdimos la virginidad juntos. Sin haber tenido nada con nadie antes.A decir verdad, durante los cinco años y medio que estuve con él, nunca me llegué a excitar tanto como hoy, además que siempre fue doloroso para mí, ya que él sí tenía una tremenda anaconda, ¡Ja!, y que, al ser muy estrecha, no era nada agradable. Sólo sentía una que otra vez un orgasmo, cuando intentaba hacerme un oral, pero nada más y por la inexperiencia y el “amor” nunca le di la importancia
FELIPE(cinco años atrás)Estoy en la biblioteca de la universidad como todos los martes, con un grupo de compañeros, ya que nos reunimos para hacer reforzamiento de física mecánica, uno de los ramos más complejos de este semestre.Escucho atentamente a Sebastián, debatir con Fabián sobre estática de los fluidos y veo que se acerca Cecilia, con una chica que no conozco.—Hola, chicos, ella es María. Se unirá a nuestro grupo de estudio desde hoy —explica Cecilia, por lo que todos saludamos con la mano y seguimos escuchando el debate.Sigo concentrado en mis apuntes, cuando siento que me miran con persistencia, por lo que levanto la vista y me cruzo con la mirada de una tímida María, por lo que le hago un gesto como saludo y sigo en mis cuadernos tomando apuntes y subrayando lo importante. Miro a mi alrededor y sólo quedamos Fabián, Cecilia, María y yo. Veo la hora en mi reloj de mano y ya son las once y quince de la noche, por lo que me desperezo un poco, guardo mis libros y cuadernos
FELIPE(Un año y diez meses antes)Después de buscarles hogar a Pepa y sus cachorros, guardar mi ropa y algunas cosas de importancia, voy de vuelta a la ciudad junto a papá.—¿Estás seguro que no hay problema con que vuelva a casa? —pregunto por milésima vez a papá.—Hijo, ¿a qué le temes? —pregunta, mirándome a los ojos.—No tengo nada, papá… Llego con las manos vacías, una maleta y el corazón echo bolsa —contesto apenado.—¿Y qué tenías cuando te fuiste? —Vuelve a preguntar.—Una maleta y muchos sueños… —replico.—En casa, con el amor de la familia, te ayudaremos a reconstruirte. Tu madre lleva meses sin dormir, preocupada por ti —espeta.—Lo sé… María, se apoderó de todo lo bueno que tenía y me dejó así… no valiendo ni un peso —digo con la voz quebrada.—Debes volver a creer en ti, hijo, eres joven. Debes ser como el ave Fénix y renacer de tus propias cenizas —dice y lo abrazo.—Gracias, papá… no sé qué hubiese sido de mí si no hubieras venido a buscarme —digo emocionado, sin soltar
FELIPE(Presente)Emilia me tenía una sorpresa para el fin de semana, pero anoche cuando la fui a dejar a su casa, me recomendó que descanse el fin de semana, que me desconecte de todo y duerma mucho. No le prometí nada, pero creo que me hará bien hacerle caso.Siento que tocan la puerta.—Pasa — digo en seguida.—Hola, hijo, buenos días ¿No irás a ver a Emilia hoy? —pregunta mamá, sentándose a mi lado en la cama.—No, mamá, pasaremos de este fin de semana —comento tranquilo, aunque mamá abre los ojos y me cuestiona con la mirada.—¿Discutieron? —indaga.—No, mamá… Ayer me despidieron… —digo apenado.—Qué lástima, hijo… Ya vendrá algo mejor. Te lo aseguro —dice con voz conciliadora.—Emilia me recomendó descansar por este fin de semana, ordenar mis asuntos para el lunes ponerme a buscar trabajo —comento.—Emilia te quiere mucho, hijo. Te mira con tanto amor —dice mamá, con una sonrisa en la cara.—Lo sé, mamá. Me tiene alborotado de pies a cabeza —confieso, sin saber cómo explicar todo
Cuando Felipe estaba atendiendo al botones, dejé mi bolso en el baño, donde tengo lo que necesito para terminar de sorprenderlo.Camino hacia el baño y cierro la puerta. Me quito la ropa que traigo puesta, me doy una ducha rápida, saco de la bolsa el corpiño de cuero negro que dejé ajustado antes, por lo que me lo pongo sin dificultad. Me cambio las bragas, ajusto el portaligas, me pongo unos zapatos de taco alto, retoco mi maquillaje, un poco de perfume por aquí y por allá. Lista.Respiro profundo, tú puedes, Emilia, me animo. No sé de dónde saqué el valor para comprar estas cosas y muchos menos, de poder salir vestida así, pero me evalué por horas en el espejo anoche y a pesar de todo, no me queda nada mal.Alboroto mis rizos, vuelvo a tomar una gran bocanada de aire, me asomo por la puerta sin salir completamente.—Amor ¿te puedes acomodar en la cama? —pregunto.—Claro, voy para allá —dice un poco ansioso.—¿Ya estás listo? —pregunto un poco nerviosa.—Sííí —dice cantarín.—¿Puedes
Tras haber estado besándonos y acariciándonos por lo que yo sentí fueron horas, explorando nuestros cuerpos con delicadeza y suavidad, en un silencio demasiado cómodo, entre nuestras respiraciones, la tenue música que no dejó de sonar, acompañándonos en este descubrimiento del uno con el otro. Me pongo de pie, para volver a servirnos champaña, la cual se encuentra al lado del jacuzzi.—¿Te animas? —pregunto coqueta y de un salto se pone de pie, por lo que enciendo el hidromasaje del jacuzzi y agrego una bomba de sales efervescentes, cuyo aroma invade la habitación de inmediato, tiñendo el agua color rosado.Felipe entra al jacuzzi, me tiende la mano para entrar, le acerco la copa con champaña y sentir la calidez del agua burbujeante, sus brazos rodeando mi cuerpo, mientras aparta mi cabello y me besa el cuello es algo que quisiera repetir todos los días de mi vida.—Te amo —dice, dejando miles de besos en mi cuello, clavícula y hombros, por los cuales comienza un recorrido con su lengu
FELIPETip número tres:Hago círculos en su clítoris, incitándola y su respiración comienza a agitarse. Le doy un beso fugaz y salto de la cama, donde está la cubetera con la champaña, donde algunos hielos siguen luchando por no derretirse. Tomo un par de ellos y camino hacia Emilia, quien me espera en medio de la cama, recostada de espalda, apoyada sobre sus codos, su cabeza cae hacía atrás, dejando sus pechos en alto. Tiene una pierna flectada y la otra estirada y ésta imagen se transforma en lo más sensual que he visto.Me pongo a un costado de Emilia y pongo el hielo en su ombligo, para comenzar a deslizarlo hacia el norte de sus pechos logrando que me regale un gemido, como tanto me gustan.—Mmmmm —gime. Paso el hielo de un pezón a otro, para luego acercarme y lamerlos, jugueteando con ellos, haciendo círculos con mi lengua. Vuelvo a retomar el camino del hielo hacia el sur, pero la piel de Emilia está tan caliente que logra derretir el hielo al llegar nuevamente a su ombligo, por