31. Desinhibida
Cuando Felipe estaba atendiendo al botones, dejé mi bolso en el baño, donde tengo lo que necesito para terminar de sorprenderlo.

Camino hacia el baño y cierro la puerta. Me quito la ropa que traigo puesta, me doy una ducha rápida, saco de la bolsa el corpiño de cuero negro que dejé ajustado antes, por lo que me lo pongo sin dificultad. Me cambio las bragas, ajusto el portaligas, me pongo unos zapatos de taco alto, retoco mi maquillaje, un poco de perfume por aquí y por allá. Lista.

Respiro profundo, tú puedes, Emilia, me animo. No sé de dónde saqué el valor para comprar estas cosas y muchos menos, de poder salir vestida así, pero me evalué por horas en el espejo anoche y a pesar de todo, no me queda nada mal.

Alboroto mis rizos, vuelvo a tomar una gran bocanada de aire, me asomo por la puerta sin salir completamente.

—Amor ¿te puedes acomodar en la cama? —pregunto.

—Claro, voy para allá —dice un poco ansioso.

—¿Ya estás listo? —pregunto un poco nerviosa.

—Sííí —dice cantarín.

—¿Puedes
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