Incluso antes de abrir los ojos, Ava sabía que se encontraba sola en la cama. Su cuerpo podía reconocer la presencia de Alessandro con tan solo estar en una misma habitación. Aunque tratara de negarlo, estaba conectada a él más allá del aspecto físico. Durante la noche había aceptado que estaba total e irrevocablemente enamorada de él. Había tenido que contenerse para no decírselo. Estiró su brazo a su costado y lo encontró aún tibio, lo que le indicó que Alessandro no hacía mucho que se había levantado. Inhaló su aroma de la almohada y luego se sentó en la cama, le costó un poco de esfuerzo. Sentía dolor en muchas partes de su cuerpo. El dolor le recordó la maravillosa noche que habían pasado. Una sonrisa adornó su rostro y no había nada que la pudiera borrar. Eso era lo que el amor hacía. Hizo a un lado las sábanas para levantarse y fue al baño, donde cogió un albornoz para cubrirse. Era mejor que caminar hasta su habitación con su vestido de la noche pasada. Si los niños la veí
Ava aún estaba tratando de descifrar lo que Alessandro quería decir cuando los niños regresaron. Agradeció la distracción que suponían, pero también deseó haber tenido un poco más de tiempo para aclarar las cosas. —¡Papá! —dijo el menor dando brinquitos. Era claro que estaba emocionado por algo. Alessandro le lanzó una última mirada antes de volverse a sus hijos. —Vimos un pájaro hermoso. Está parado en uno de los árboles por allá. —El niño apuntó hacia el borde del bosque. —¿Sí? —preguntó Alessandro alentando a su hijo a contarle todo. —Sí —afirmó Piero—. Era muy grande. Aunque parecía un poco triste. ¿Por qué crees que estará triste? La pregunta del niño le sacó a Ava una ligera sonrisa. Era increíble cómo trabajaba la cabeza de los niños. Era muy probable que de hecho él ya hubiera inventado una triste historia de porque el pájaro estaba triste. —Tal vez no se siente bien. —Yo creo que quizás se siente solo —sugirió Fabrizio mirando de reojo a su hermano. Los dos compartie
La puerta sonó con fuerza al cerrarse detrás de ella. Eso casi le causó satisfacción. Estaba furiosa. Se sentía como una bomba a punto de explotar y tenía frente a ella al causante, por decirlo de alguna manera, de su molestia. Alessandro se la quedó viendo con la confusión marcada en su rostro. Seguro que no se imaginaba lo que le esperaba. —¿Esto es a lo que te referías cuando dijiste que te encargarías? Él rodeó su escritorio y caminó hacia ella con pasos largos. Antes de seguir despotricando contra él, este le robó el aliento con un beso. —No me distraigas —dijo alejándose un poco. —No lo intentaría. Ella lo miró molesta esperando que la tomara en serio esta vez. No estaba de ánimo para bromas. En la mañana todo le había parecido perfecto. El mundo parecía brillar más de lo usual y ella se sentía plena. Su alegría no había durado mucho. La noticia sobre su romance con Alessandro estaba en primera plana de muchos periódicos e incluso en muchas páginas web. Era una total y c
—¿Nos alejarás de mamá? —La pregunta tomó a Ava por sorpresa. Surgió de manera repentina. La mañana había estado llena de diversión y tranquilidad. Habían jugado un rato en la piscina y luego prepararon palomitas para ver un par de películas animadas. Justo ahora estaban sentados en el suelo en medio de la sala jugando con carros y aviones. Los niños se habían mostrado más expresivos que la noche anterior y no habían perdido su sonrisa durante todo el día. Al menos no hasta ahora. Ambos lucían demasiado serios para su corta edad y ella tomó muy en serio sus preocupaciones. No quería disgustarlos. —¿De dónde sacaron esa idea? —preguntó con calma. Le hubiera gustado que Alessandro estuviera allí, pero él había ido a resolver unos problemas de último minuto a su despacho. Aunque le había dicho que no tardaría mucho, sabía que los niños no esperarían. Además, tenía la vaga sospecha de que Piero y Fabrizio estaban aprovechando que su papá no estaba para hablar con ella. —Un niño en
Ava no estaba segura de cómo resultarían las cosas después del encuentro de Marena con Alessandro. Existían tantas posibilidades y un par de ellas le preocupaban más de lo que quería admitir. Ava no podría dormir hasta que Alessandro apareciera en la habitación y le contara como había ido todo. Le habría gustado bajar a ver cómo iban las cosas, pero, con lo difícil que era Marena, tenía miedo de complicar las cosas. Era cerca de la media noche cuando escuchó la puerta de la habitación abrirse y se dio la vuelta para ver a Alessandro entrar. Durante todo el tiempo que lo estuvo esperando, el nerviosismo la había dominado. Recordaba haberse echado y levantado de la cama alrededor de unas cinco veces y, cuando no pudo más, se había sentado en los sofás. También había caminado por la habitación, e incluso había salido al pasillo una vez. Seguro si tuviera un contador de pasos, habría completado su meta para un par de días. —¿Cómo fue todo? —preguntó, sin demora y Alessandro dio un s
Ava seguía pensando que era una mala idea celebrar una fiesta en la casa después de todas las cosas que habían sucedido. Solo a Alessandro se le podía ocurrir algo así. Un par de semanas habían transcurrido desde que ocuparon las primeras planas de las revistas y algunas de ellas aún los mencionaban de vez en cuando. Al menos Piero y Fabrizio cada vez parecían más felices con la nueva relación de su padre. Miró nuevamente su reflejo y las dudas volvieron a acosarla. Era un hecho que ella no había estado pensando con claridad cuando aceptó ser parte de esta ridícula fiesta. Pero en su favor, Alessandro había usado argumentos convincentes. El mejor de ellos: los niños se verían beneficiados si ellos por fin aparecían ante el público bajo sus términos. Nadie podría seguir dando especulaciones falsas sobre su relación. —Estás bella —dijo Alessandro entrando a la habitación y tomándose su tiempo para observarla. —No puedo hacerlo. —Por supuesto que puedes. —Él en verdad parecía t
—¿Cómo van las cosas con Alessandro? —preguntó Lia. Lia era la única con quien podía hablar libremente de su relación. Ella sabía casi toda la historia. Ava ni siquiera les había contado a sus padres que estaba saliendo con alguien. No estaba segura del motivo, tal vez era porque nada era seguro. Desde que empezó lo suyo con Alessandro no había regresado a casa de su amiga. Apenas habían hablado por celular y se habían reunido un par de veces en alguna cafetería. Se regañó por no darse tiempo para verla con más frecuencia. Ella había sido un gran apoyo desde que la conocía y se merecía una amiga que estuviera para ella también. Cerca de un mes había transcurrido desde que su relación con Alessandro se había hecho oficial. Los periódicos y revistas habían pasado al siguiente chisme. Él había tenido razón al decir que la fiesta ayudaría a callar algunos rumores. Pero, aunque las cosas se habían calmado un poco, de vez en cuando sacaban algún rumor sobre ellos. Sobre todo si se exp
Alessandro la estaba mirando como si hubiera hecho algo malo. Si tan solo ella supiera cuales eran los cargos de los que se le acusaban, tal vez habría podido defenderse. En la mañana, él había estado como todos los días. Durante el desayuno la había tratado con afecto y bromeó con ella. Incluso le había comentado de sus planes para viajar y así los dos pudieran relajarse un poco. En la tarde, un poco antes de encontrarse con Lia, había recibido una llamada de su parte y él seguía de buen humor. Entonces lo que le tenía molesto debía haber sucedido después de eso. Por el desprecio con el que la miraba debía de ser algo grave. La alegría que había sentido al llegar a casa se había evaporado. Era difícil creer que hasta hace unos segundos se había sentido feliz y plena. Ahora lo único que podía sentir era confusión y preocupación. —¿Cuánto tiempo más, Ava? —repitió él. —¿De qué estás hablando? —se las arregló para decir. Él soltó una risa irónica que le heló hasta los huesos. Nun