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CAPITULO 3 –Te odio

No iba a dejar que me intimidara. Ahora soy su esposa, <Eso creo> y debo tomar la mejor decisión para este bebe, aunque su padre sea un completo imbécil, he decido quedarme aquí mientras busco la forma de decirle que va ser padre gracias al estúpido condón roto o vencido que usó la noche en que me embarazó.

Será difícil buscar alguna forma en que llevemos la fiesta en paz ya que definitivamente el me odia porque usurpé el lugar de esa mujer que tanto cree perfecta, creo que la vi por la ventana. No entiendo porque dice que es perfecta si la vi como una mujer común y corriente, nada fuera de lo normal

<supongo que eso pasa cuando estas enamorada>

Debo decir que, si en verdad está enamorado, es lógico que me odie y la siga buscando pese a todo. Pero, hay algo que me incomoda y es que cuando los vi semi desnudos, me hervía la sangre del coraje, no entiendo porque me sentí así, si es cierto que pasamos una noche salvajemente excitante ya que me llevó al cielo dos veces en una noche, algo que ni mi ex prometido logro, ni siquiera una vez.

Fue una experiencia inolvidable, pero no para decir que comenzara a amarlo. La casa por no llamarlo castillo por lo inmenso que es, estaba en total silencio, tanto que me sentí incomoda y mas después de cruzar miradas desafiantes con él en nuestra segunda discusión marital, obviamente no me iba a quedar porque, así como esta nuestra situación y su estado de ánimo, puede ser capaz de querer sacarme a patadas de su casa por lo que decido irme por mis propios pies.

—¿Señorita, a donde va? —Me detengo cuando un hombre se cruza en mi camino al salir. El sonríe con naturalidad, se ve joven no mayor que el patán que ahora es mi marido. —Debería regresar adentro porque se avecina una tormenta.

—Esta no es mi casa, es la suya y no soy bienvenida por lo visto.

—Pero ahora es la señora de la casa y su deber es estar al lado de su esposo.

Ciertamente tiene razón y mas si llevo dentro de mi a su primer hijo, si fuera una zorra que fuera por su fortuna, le diría sobre este hijo para extorsionarlo, haría más fácil mi vida y no tendría que trabajar, pero, como mi abuelo no me educó como una cazafortunas, seguiré guardando silencio hasta que llegue el momento de sacarlo a la luz

—Después volveré. —ladeo una sonrisa al ver hacia la ventana de su oficina. —Dile al señor que…

—¿Qué me diga que? —parpadeo al ver hacia la entrada de su casa. ¿Cómo llegó tan rápido? —¿A dónde crees que vas a estas horas?

—No tengo porque darte explicaciones de lo que haga, además, ¿no se supone que me odias?

—Como no tienes idea. —responde tajante —Pero ahora llevas nuestro apellido y ahí personas que no vieron tu cara por lo que no me voy a arriesgar a que ciertas personas descubran que mi matrimonio no fue con la chica que amo.

Ruedo mis ojos porque vuelve con lo mismo.

—Me da igual, lo único que quiero es alejarme de ti aunque sea por una noche…

—Ven acá.

—¡Oye no… Suéltame!

Apolo me lleva a arrastras de regreso a la casa y no me podía liberar de su agarre porque su fuerza triplica la mía. Frunciendo el ceño observa mi mano que se aferra al barandal del inicio de las escaleras y soltando un grito cuando de golpe me carga como un saco sobre sus hombros hasta tirarme sobre una cama, sin darme tiempo de observar a mi alrededor me levanto al pensar que quiere tomarme por la fuerza.

—¿Le tienes miedo a tu esposo? —su tono irónico me cabrea porque esta demostrando que es capaz de cualquier cosa para que decida largarme. Trago grueso mientras con mis nervios a mil observo que se quita la camiseta que tenia puesta. —Quieras o no tendrás que cumplirme como esposa, entre tus funciones, el sexo.

—¡Ni muerta tendré sexo contigo! —tomé desesperada una de las lamparas que ilumina la habitación para defenderme. —Primero te rompo la cabeza antes de que lo intentes. —retrocedo intentando persuadirlo. —¿Me odias tanto que eres capaz de violar a una mujer?

—¿Violar? —se burla como si hubiera dicho una ridiculez —¿Porque sería violación si eres mi esposa? Desde el momento en que firmaste, aceptaste todos los deberes que eran de Luzbel, y si crees que alguien va venir para salvarte, —ladeó una sonrisa torcida que me dio escalofríos. —Déjame decirte que nadie que estas muy equivocada.

—Yo no necesito que nadie me salve. —retrocede cada vez que el se acerca a mi. —Y si crees que con esto te voy temer. El que esta equivocado eres tú.

—Sera mejor que lo hagas fácil, ¿por las buenas? O ¿por las malas?. —intento escapar y la única oportunidad que tengo, es, huir al baño y encerrarme. Suelto un grito del susto cuando lo tengo frente a mi sosteniendo mi brazo con fuerza tanto que comenzó a lastimarme. —Te dije que te ibas a arrepentir de tu decisión. Ahora me vas a cumplir como mujer y como no quieres por las buenas, será por las malas entonces.

—¡No!

Comenzamos a forcejear, pero como es demasiado grande y fuerte logra llevarme y tumbarme sobre su cama, comenzando a asustarme, pataleo con mis pies para golpearlo, pero sus piernas me aprisionan, sonríe victorioso mientras se burla de mi

—Con lo que me tengo que conformar por ahora.

El miedo que comencé a sentir se transformó en ira por el filo de sus palabras que me dicen que soy poca cosa para el. Como una bestia me arranca la blusa y cuando libera una de mis manos lo golpeo en la cara e intento quitármelo de encima

—¡Suéltame desgraciado!

—¡Quédate quita…

Fuera de control y sin muchas opciones estiré mi brazo y al sentir que había algo cerca lo tomé del cable y lo estrellé contra su cabeza y apolo cae a un lado de mi cuerpo, así que de inmediato me levanté y me alejé de el, en un rincón lo observo, pero no se mueve, enciendo la luz para saber con qué lo había golpeado.

—¿A-Apolo?...

Me acerco a la cama ya que no creía que le hubiera dado con fuerza.

—Hay m****a…. —mi rostro palidece al ver que había sangre sobre la cama. —No puede ser… lo maté.

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