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11. Conociendo a Alai

[GERRARD]

—Me gusta tu edificio— Comento cuando estamos entrando al elegante lobby completamente blanco compuesto por pisos de mármol, paredes con una textura bastante sofisticada e iluminación de ultima moda.

—En teoría no es mi edificio— Explica divertida y la miro de inmediato.

—Claro— Respondo riéndome de mi mismo —Pero, ya sabes a lo que me refiero.

—Lo sé— Dice y una vez frente al elevador, soy yo quien presiona el botón como queriendo ganarle en este movimiento y me mira preguntándome porque he hecho esto.

—Soy un caballero— Le dejo saber y mueve su cabeza de un lado hacia otro como si no pudiese creer lo que acaba de escuchar.

—No se me romperán las uñas por presionar ese botón, lo hago todos los días— Me dice entre risas y una vez que las puertas se abren, ambos entramos al reducido espacio que combina perfectamente con el resto del lugar.

—Sé perfectamente que no se te romperán las uñas, primero que nada, porque son naturales, algo que me agrada mucho, y debo decir que son muy lindas… y segundo, porque sé que eres una mujer fuerte, pero todo eso no importa, puedo seguir siendo un caballero ¿no lo crees?— Le pregunto mientras que la veo apoyando su espalda contra la pared.

Me doy cuenta de como ella se mira las manos y no entiendo que es lo que le pasa —¿Cómo has sabido que son naturales? Las tengo pintadas de rojo y podrían ser de acrílico tranquilamente— Comenta y por alguna razón sus palabras me hacen reír.

—Es muy fácil, ya te he visto con dos colores diferentes en estos días y una persona con uñas acrílicas no se cambia de color o diseño casi a diario— Expongo y ahora es ella quien ríe.

—Eres demasiado observador— Murmura cuando las puertas se abren en el piso que ella vive.

—Si tengo el éxito que tengo, es precisamente por eso Alenka… siempre estoy al pendiente de todos los detalles y trato de sacarle el mejor provecho— Me defiendo.

—¿Y que provecho le sacas al observar mis uñas?— Indaga mientras que busca sus llaves y vamos caminando por el pasillo y yo sigo cargando la pizza como todo un buen camarero.

—Conocerte mejor y saber con quien estoy trabajando ¿no lo crees?— Le pregunto y me mira fijamente.

—Lo creo— Es lo único que responde para luego abrir la puerta.

Ella es quien entra primero y luego yo sigo sus pasos viendo que incluso su departamento combina con su elegante personalidad y me quedo sorprendido al ver lo moderno y sofisticado de su decoración en tonalidades grises y blancas con pisos de madera y hermosa vista de la ciudad de Nueva York a través de los cristales que van del techo al piso por toda la pared final.

—¡Mami!— Escucho que gritar y de pronto veo a una preciosa niña de cabello rubio al igual que Alenka y su mismo color de ojos que corre hacia ella.

—¡Princesa mía!— Le responde ella mientras se agacha para alzarla entre sus brazos y luego la llena de besos y la mira —¿Cómo te has portado hoy con Samantha?— Le pregunta cuando una mujer de cabello oscuro y ojos del mismo color se acerca a nosotros y nos sonríe.

—Muy bien mami, dibujamos, vimos tele… bailamos…— Explica la niña un poco tímida y me mira.

—Que bueno.—

—Se porto muy bien hoy— Habla la mujer.

—Muchas gracias por todo Sam, tu pago ya esta en el banco, de verdad que eres un sol— Le explica Alenka.

—Es un placer para mi cuidar a esta princesa, ella es un amor— Comenta y acaricia su mejilla.

—Él es el señor Gauthier, es mi jefe— Nos presenta y sujeto la pizza con una mano para estrechar la otra con la niñera de Alai.

—Un gusto conocerla—

—Igualmente— Dice y mira a Alenka —¿Necesita algo más?— Le pregunta.

—No, muchas gracias, mañana a la misma hora ¿si?— Le pide y asiente.

—Por supuesto— Responde y sin más se marcha.

—¿Él es tu jefe mami?— Pregunta la pequeña mientras que me mira.

—Asi es princesa, él es mi jefe y vino a comer pizza con nosotras ¿Qué dices?— Le cuenta mientras la baja al suelo.

—No es mayor… ¿Cuántos años tienes?— Me pregunta haciéndome reír y Alenka me mira como pidiéndome disculpas.

—No pasa nada…— Le digo y me agacho frente a la niña —Tengo 40 ¿y tú?— Pregunto, aunque ya lo sé.

—Cuatro— Responde y me muestra sus cuatro deditos haciéndome sonreír.

—Ya eres grande ¿no?—

—Tú eres más grande…— Murmura y mira la caja de pizza —¿Es de peperoni?— Indaga y a asiento.

—Si, y de esa pizzería que te gusta tanto, bueno eso me dijo tu mami ¿te parece si comemos?— Le propongo y asiente con una enorme sonrisa tatuada en su rostro —Vamos entonces— Digo poniéndome de pie y al hacerlo me sorprendo cuando ella me toma de la mano como si me conociera de toda la vida para llevarme a su ritmo por el departamento.

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