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El placer me inundó como el agua inunda a una piscina, lenta ardorosa y seductoramente, sentía vergüenza de desear esto pero me sentía al mismo tiempo en libertad de pedirlo, nunca en mi vida había tomado nada para mí y ahora él estaba adorando mi cuerpo como si de verdad fuera valioso. Abrí los ojos sin haberme dado cuenta en verdad en que momento los había cerrado, lo miré, sus esculpidas mejillas estaban rojas y sonreía seductoramente consiente de lo mucho que lo deseaba y de lo mucho me gustaba que amara mi cuerpo.

Se puso de pie rápidamente y me apretó contra el besándome con urgencia, di un paso hacia atrás y mis caderas tropezaron con la mesa. Él me levantó de la cintura, y me sentó con suavidad sobre la mesa sin separar nuestras bocas, y si se daba el caso sin separar nuestras miradas, algo en mí se rompió ante el entendimiento de una cosa y ese algo roto fue mi inseguridad, los ojos de él me hablaban en ese lenguaje y me decían todas las cosas seductoras
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