Liuggi se sentía destruido le parecía una pesadilla, se repetía una y otra vez en su mente “Esto no está sucediendo, solo es un mal sueño, de donde pronto despertarás” se clavó las uñas en las palmas de las manos, tratando de despertar de ese horrible mundo donde sus pensamientos lo habían llevado, porque solo de esa manera podía explicarse lo sucedido. No obstante, sintió el dolor, nada se desvaneció, todo seguía allí, era la real, su cruda y desagradable realidad.
—¡No! ¡Tú no puedes irte! Debes escucharme. Debes saber la verdad, siempre fuiste tú, por favor Lisbani, amor, no me dejes, ¡No sabías que eras Tú! Tanto tiempo junto a ti y fui un ciego, un idiota. Mi amor no. ¡Yo te amo! ¡Quédate conmigo!—decía mientras la abrazaba y se le tiraba encima—Lis no me hagas esto, por favor, preferiría mil veces morir yo. ¡Oh Dios mío! ¡Qué dolor más grande! ¡Lis no me dejes cuando apenas te acabo de encontrar!
El doctor intentó calmarlo, s
Liuggi lloraba sin parar, ni siquiera un solo momento, esa pérdida era demasiado dolorosa, sentía como lo atormentaba hundiéndolo en el más profundo cráter del averno. No podía encontrar la ansiada paz para su herido y maltrecho corazón, porque a la muerte de la mujer a quien había descubierto amar, más que a su propia vida, se le sumaban los remordimientos, él no haber aprovechado cada momento con ella, el hecho de haberla echado sin contemplaciones, acusándola de cosas a la cuales ella era incapaz de hacer, y dándole un trato cruel e inmerecido, eso intensificaba sus emociones de desdicha, angustia y tristeza. No pudo evitar pronunciar el nombre desde lo más profundo de su alma, en un ahogado grito de desesperación. —¡Lis! ¡Oh mi Lis! ¡Mi Angéli! ¡Mi ángel! Te amo Por favor ¡No me dejes!¿Cómo voy a poder continuar sin ti? Sin siquiera prestar atención a quienes lo observaban, se lanzó encima del ataúd, sus sollozos eran s
Liuggi se fue acercando con pasos lentos a la mujer, sin contener las lágrimas surgidas de sus ojos, levantó la mano y con el dorso, acarició con suavidad una de sus mejillas. —No mi ángel, no pudiste haberte olvidado de tu hija y de mí, jamás harías eso —enfatizó sin poder creerlo. —Ya se lo acaban de explicar señor Lombardi —comenzó a pronunciar la mujer, mirándolo con intensidad—. Siento mucho su pérdida, pero no soy Lisbani, mientras antes lo entiendas, menos sufrirá ¿Por qué le cuesta tanto entender? ¡Usted perdió a su Lis! ¡Ella está muerta! —expresó la mujer con firmeza. —¡Nooo! ¡No puedo perder a Lis! Porque tú eres Lis. Perdóname mi amor, en un principio pensé que encontrar el amor me haría débil, mas no es verdad, fue perder el amor quien lo hizo. Sintió de nuevo como el cuerpo le era sacudido con fuerza, cerró los ojos al sentir todo darle vueltas, estaba mareado porque no dejaban
Al observar a Lisbani con la mirada de absoluto odio, Liuggi sintió su cuerpo erizarse y un atisbo de miedo se instaló en su corazón. Nunca la había visto observar a nadie de esa manera y mucho menos a él, sin embargo, pensó era lógico estuviese así porque estaba herida, cuando iba a hablarle ella se le adelantó expresando en tono gélido.—¡¿Qué haces aquí?! Hasta donde recuerdo, no he traído nada tuyo ¿o aún crees me robé algo de tu maldita empresa? —espetó furiosa.Él se quedó observándola, sin apartar de su rostro una mirada de ternura, lo cual la hizo sentir un poco nerviosa.—¡Si! Te robaste algo, mi corazón y a mi hijo —respondió Liuggi.Ante sus palabras hizo una mueca de desagrado.<
Lisbani no podía creer las pretensiones de Liuggi, ¿Por qué le estaba haciendo eso? Se preguntaba impotente, ¿Cómo podía ser capaz de intentar sabotear su relación con Joao? Si esas eran sus intenciones, no estaba dispuesta a permitírselo.—No Joao, no arregles ninguna habitación para él —expuso con firmeza.—Cierto Joao, no la mandes a arreglar. Lisbani prefiere me quede con ella en la misma habitación. No tengo ningún problema, yo súper encantado, mas no creo eso sea de tu agrado —manifestó con una sonrisa, haciendo rabiar a Lis, quien no sabía si reír o llorar con todo sus ocurrencias.—¡Eres un cretino! Ni en mis peores pesadillas se me ocurriría dormir contigo —espetó alzando la vista desafiante.—Mi ángel, aún
Lisbani se quedó observando por un par de segundos a Liuggi, mientras pensaba en las intenciones del hombre, no le quedó la menor duda, lo estaba haciendo a propósito, pero no sabía con quién se estaba metiendo. Se sonrió fingiendo amabilidad. —Claro, puedes usar el baño, sin embargo, debo dejarte algo en claro, la próxima vez no vengas en toalla a esta habitación…—Liuggi no la dejó continuar. —¿Quieres que venga desnudo? —preguntó el hombre fingiendo no entender, eso la molestó más. —Pues no, todo lo contrario, debes ponerte ropa para entrar aquí, porque soy una mujer prometida, respeto mucho a mi novio, además, ya tú no me provocas ni siquiera un mal pensamiento —declaró mirándolo de modo despectivo—. Definitivamente esa Mariana tiene su concha envenenada, porque te puso flaco, chupado, viejo y feo. Dicho eso se dio la vuelta y salió corriendo de la habitación, bajando a la sala mientras no
Ese mismo día Liuggi, preparó todo, habló con Joao para avisarle, este estuvo conforme quedando en viajar a verlos. Lisbani fue trasladada en una aero ambulancia a Montefioralle, específicamente a Villa Verona ubicada en el valle de Chianti, donde su madre vivía, una hermosa casa de campo de piedras afiladas, rodeadas de hierba, hermosas flores y arbustos que daban una encantadora visión del paisaje, el aroma de romero impregnaba el ambiente dándoles una sensación de sosiego. Liuggi observó a Lisbani mirar la campiña, ella estaba feliz, cerró sus ojos y empezó a suspirar captando el olor del ambiente, esbozó una pequeña sonrisa, mientras le tocaba el vientre, se veía tan bella, tan deseable, sin pensarlo un segundo más, se acercó, la abrazó y la besó con una necesidad apremiante, ella no se esperaba su muestra de cariño, abrió sus ojos y boca en gesto de sorpresa, oportunidad aprovechada por Liuggi para introducir la lengua en su interior.
Liuggi sintió un sudor frío, recorrerle la espina dorsal al escuchar su pregunta, por un segundo quedó pensativo, buscando la mejor manera de decirle lo sucedido con Diva. Cuando iba a contarle, un leve ronquido salió de los labios de Lis, se había quedado dormida.—¡Diablos Liuggi! ¿Ahora qué harás? —se preguntó, sin poder dejar de sentir preocupación, aunque sintiéndose aliviado, porque tendría un poco más de tiempo, para encontrar la forma de confesarle lo sucedido con Diva.—Acuéstate junto a mí, no quiero quedarme sola, tengo miedo —murmuró la chica entre dormida y despierta.Otra vez en sus sueños lo llamó, se sintió emocionado de por lo menos ser importante para ella, aun cuando solo sea durmiendo. Le besó sus labios, ella respondió con muc
Pasaron los días y volvió a llegar el fin de semana, aunque Liuggi no quería marcharse al final presionado por su madre, no le quedó más alternativa, sino hacerlo, pues ella no quería incomodar a Lisbani, para evitar terminara de decidida a dejarlos, por ello lo obligó a irse a Florencia. Ya tenía tres días allí, en ese momento estaba en la sala de juntas, en una reunión de trabajo, pese al cuerpo estar allí, la mente estaba en Villa Verona, recordando los días vivido con su ángel, estaba seguro de que ella seguía amándolo, porque si no, no iba a responderle a sus besos y caricias de esa manera. Sin embargo, la conciencia, al parecer tenía como nuevo objetivo contradecirlo en todo, le decía: "—No se sabe, porque tú también estabas enamorada de ella durante ocho años e igual le respondías a los besos de otras mujeres. Hasta matrimonio a una le pediste", expresó en tono venenoso. El respondió molesto. —Te encanta pul