Mariana se sentó en el escritorio pensativa, tratando de analizar toda la información a su alcance, le habían informado que el dueño de Lombardi Security Solution, era un tipo pagado de sí mismo, con un humor negro, siempre buscando burlarse de los interlocutores, era el sentir de varias personas con quienes había conversado, dentro de ellos su amado tío y ella confiaba cien por ciento en él.
Suspiró profundo, recordando a Liuggi, mientras lo maldecía en su interior, pensaba era un imbécil, quien se había atrevido a burlarse de ella, eso no podía perdonárselo, quería hacerle pagar esa humillación.
Sin embargo, tenía muchas dudas, si era el mejor amigo del esposo de su amiga Sophía, quizás tuviese dinero, claro, no como Nick Sebastini, pues este estaba forrado en pasta, meditó, pero solo tenía ojos para la tonta de la recién adquirida esposa, no sabía como una chica tan insignificante como esa, había logrado conquistar a un hombre como ese, concluyó enojada.
A
Liuggi siguió observándola, no podía apartar sus ojos de ella, sobre todo le era imposible, dejar de posar la vista en el escote, el cual resaltaba de forma provocativa sus senos, la sangre se le encendió de inmediato, fue inevitable contener su gran erección. Ella estaba realmente hermosa, se veía sensual provocativa. Cerró los ojos tratando de apartar esos pensamientos, sin embargo, esa acción surtió el efecto contrario, pues enseguida se imaginó tirando las cosas del escritorio, la tomaba, la desvestía y empezaba a quitar ese trapo de su cuerpo, para deleitarse con cada área de su ser, le provocaba chupar sus labios hasta hacerla jadear, quería a esas piernas cruzarse en la cintura, para él penetrarla con fuerza y tomarla sin piedad. —¡Maledizione! —era una descarada lo estaba provocando. Ella nunca había ido a la oficina vestida así, pero no iba a poder con Liuggi Lombardi, porque era mucho má
La señora Berenice se mantuvo en silencio al otro lado de la línea, totalmente sorprendida por la petición del hombre, quien pensó la mujer no lo había escuchado. —Señora Berenice, ¿Acaso no me escuchó? ¿Quién es ese hombre con quien va a salir Lisbani? ¿Cómo se llama? Quiero conocer todos los detalles —expresó sintiéndose muy incómodo, No lo podía creer, ¿cómo se atrevía Lisbani a citarse con otro tipo? Si apenas unos días atrás habían tenido una relación, se pasó la mano por la cabeza en un gesto de impaciencia, esperando la respuesta de la secretaria. Esta salió de la impresión, empezó a responderle. —El chico es como un par de años mayor a la señorita Lisbani, se llama Fabrizio Conti. Puedo averiguarle con la secretaria de ella el nombre del Restaurante donde van a ir y le digo. Estaba a punto de cortar la llamada, cuando fue interrumpida por la voz de Liuggi, quien estaba demasiado inquieto y aunque le avergonzaba la pregunta, no pudo evitar pode
Liuggi al ver la motocicleta conducida por Lisbani, no pudo evitar darse cuenta de dos cosas, uno la cara de molestia de su ángel, la conocía lo suficiente para saber, si en ese momento, ella tuviera la capacidad de hacerlo, le lanzaría rayos de fuego para fulminarlo, y aunque quería un incendio entre ellos no era precisamente de ese tipo de rabia arrebatadora, sino por una pasión desbordante entre ellos. Segundo, notó la expresión feliz del Corto al ir sentado detrás de ella, sin perder la mínima oportunidad de abrazarse a la cintura y manosearle a la mujer.Porque eso era Lisbani para él, su mujer, su ángel, la persona más importante para él en la vida, ella era… Por un momento acalló sus pensamientos, negándose a aceptar esa verdad, era difícil de digerir, no debía enamorarse, porque quien se enamoraba terminaba perdiendo y sufriendo,
Liuggi estaba sorprendido, no esperaba ella reaccionara de esa manera, trató de alejarse, aunque ya estaba bañado de agua.—¡Por Dios Lisbani! ¡¿Estás loca?! ¿Cómo me has hecho esto? Ahora cuando salga, la gente va a pensar quien sabe qué cosa.—Pues no me importa, por lo menos logró apagar tu incendio. Fíjate bien Liuggi Lombardi, no intentes manipularme, ¡no soy tuya! Ve y busca a tu Mariana, orínale encima y marca territorio en ella, pues este cuerpito—expresó haciendo un gesto señalándose el cuerpo—¡No volverá a ser tuyo!Diciendo eso, arregló su ropa, se lavó el rostro, todo ante la mirada atenta de Liuggi, para después salir del baño, dejándolo solo. Él suspiró con impotencia, pasándose la mano por el cabello mientra
Liuggi se quedó observándola, por un momento sintiéndose avergonzado, preocupado, temía por lo que pudiera pensar de él en ese instante, sin embargo, antes de poder disculparse, en su cerebro resonaron las palabras de ella en el estacionamiento “Ya no estoy disponible para ti Liuggi. No me interesas. Ve con Mariana” “… Si quieres cásate con Mariana…”, «Entonces si no le intereso, no debo disculparme y ella no tiene porque sentirse aludida», pensó enojado.—Lisbani no puedes entrar a mi oficina de esa manera, sin tocar, para eso están las puertas, y veo es verdad, ya no piensas, últimamente esa es tu forma de andar. Entonces no te sorprendas por encontrarte escenas no agradables para ti —pronunció con una mezcla de disgusto y frustración.—Entonces cuando quieras tener sexo en tu ofici
Liuggi salió de la oficina con Mariana, ella decidió dejar el auto en el estacionamiento de la empresa, para irse con él, no quería separarse ni un solo momento de su lado, temía hacerlo, pues pensaba que podía terminar buscando a Lisbani. Esperaba con ansiedad la invitara a la casa, por ello no puso ningún empeño en pedirle la llevara a un hotel. Por el rabillo del ojo, vio al hombre conduciendo en silencio, eso no le agradó, pensaba en hallar una forma de sacar un tema de conversación para atraer su atención.—Sabes, tengo muchísima hambre ¿Dónde me llevarás a comer? Espero sea en un sitio espectacular, con buena comida, estoy sinceramente famélica —expresó la mujer en tono cantarín, sin embargo, cambio de expresión al ver la seriedad del hombre, al parecer es como si no estuviese presente y eso la irritó sobre
Liuggi sin darse cuenta rompió el vaso, la sangre se confundió con el líquido color verdoso, chorreando por sus dedos, la rabia era inmensa, la primera reacción fue tomar a Conti por el cuello y golpearlo hasta romperle el rostro y dejarlo inconsciente, para luego agarrar a Lisbani Angélica y llevársela en el hombro a la villa. Tal vez esa acción sería demasiado cavernícola, pero no soportaba verla con nadie, sentía como si le hubiesen asestado un puñal en el corazón. Antes de poderse levantar, los ojos de sus acompañantes dirigieron la vista hacia él. —¿Qué sucedió? ¿Cómo se te ha quebrado el vaso? —preguntó uno de ellos con preocupación. —Tranquilos, no me di cuenta cuán fuerte apretaba el vaso, no hay nada por lo cual preocuparse. Todo está bien —expresó mientras sacaba un pañuelo del traje, cubriéndose la herida, extendiendo de nuevo la mirada hacia la pista, sin poder apartar la vista de allí. La angusti
Liuggi se mantuvo en la puerta, haciendo caso omiso de las palabras de la mujer, el rostro de cansancio y sus ojos inyectados de sangre, producto de la vigilia durante toda la noche en el estacionamiento del edificio, esperando la salida de Fabrizio, le daban un aspecto desaliñado y enfermizo, no obstante, Lisbani lo atribuyó a la noche desenfrenada que seguramente pasó con sus amigas.El hombre no pudo evitar extender la vista hacia Conti, la expresión de satisfacción en la cara, era innegable, como también lo era el de enojo de Lisbani.—Estoy esperando te apartes de mi puerta, para cerrarla —expuso la mujer con expresión fría.—Lis yo…—las palabras se le atragantaron en la garganta, quería confesarle como se sentía, la importancia de ella, sin embargo, sus palabras no pudieron ser pronunciadas porque en e