La señora Berenice se mantuvo en silencio al otro lado de la línea, totalmente sorprendida por la petición del hombre, quien pensó la mujer no lo había escuchado.
—Señora Berenice, ¿Acaso no me escuchó? ¿Quién es ese hombre con quien va a salir Lisbani? ¿Cómo se llama? Quiero conocer todos los detalles —expresó sintiéndose muy incómodo,
No lo podía creer, ¿cómo se atrevía Lisbani a citarse con otro tipo? Si apenas unos días atrás habían tenido una relación, se pasó la mano por la cabeza en un gesto de impaciencia, esperando la respuesta de la secretaria. Esta salió de la impresión, empezó a responderle.
—El chico es como un par de años mayor a la señorita Lisbani, se llama Fabrizio Conti. Puedo averiguarle con la secretaria de ella el nombre del Restaurante donde van a ir y le digo.
Estaba a punto de cortar la llamada, cuando fue interrumpida por la voz de Liuggi, quien estaba demasiado inquieto y aunque le avergonzaba la pregunta, no pudo evitar pode
Liuggi al ver la motocicleta conducida por Lisbani, no pudo evitar darse cuenta de dos cosas, uno la cara de molestia de su ángel, la conocía lo suficiente para saber, si en ese momento, ella tuviera la capacidad de hacerlo, le lanzaría rayos de fuego para fulminarlo, y aunque quería un incendio entre ellos no era precisamente de ese tipo de rabia arrebatadora, sino por una pasión desbordante entre ellos. Segundo, notó la expresión feliz del Corto al ir sentado detrás de ella, sin perder la mínima oportunidad de abrazarse a la cintura y manosearle a la mujer.Porque eso era Lisbani para él, su mujer, su ángel, la persona más importante para él en la vida, ella era… Por un momento acalló sus pensamientos, negándose a aceptar esa verdad, era difícil de digerir, no debía enamorarse, porque quien se enamoraba terminaba perdiendo y sufriendo,
Liuggi estaba sorprendido, no esperaba ella reaccionara de esa manera, trató de alejarse, aunque ya estaba bañado de agua.—¡Por Dios Lisbani! ¡¿Estás loca?! ¿Cómo me has hecho esto? Ahora cuando salga, la gente va a pensar quien sabe qué cosa.—Pues no me importa, por lo menos logró apagar tu incendio. Fíjate bien Liuggi Lombardi, no intentes manipularme, ¡no soy tuya! Ve y busca a tu Mariana, orínale encima y marca territorio en ella, pues este cuerpito—expresó haciendo un gesto señalándose el cuerpo—¡No volverá a ser tuyo!Diciendo eso, arregló su ropa, se lavó el rostro, todo ante la mirada atenta de Liuggi, para después salir del baño, dejándolo solo. Él suspiró con impotencia, pasándose la mano por el cabello mientra
Liuggi se quedó observándola, por un momento sintiéndose avergonzado, preocupado, temía por lo que pudiera pensar de él en ese instante, sin embargo, antes de poder disculparse, en su cerebro resonaron las palabras de ella en el estacionamiento “Ya no estoy disponible para ti Liuggi. No me interesas. Ve con Mariana” “… Si quieres cásate con Mariana…”, «Entonces si no le intereso, no debo disculparme y ella no tiene porque sentirse aludida», pensó enojado.—Lisbani no puedes entrar a mi oficina de esa manera, sin tocar, para eso están las puertas, y veo es verdad, ya no piensas, últimamente esa es tu forma de andar. Entonces no te sorprendas por encontrarte escenas no agradables para ti —pronunció con una mezcla de disgusto y frustración.—Entonces cuando quieras tener sexo en tu ofici
Liuggi salió de la oficina con Mariana, ella decidió dejar el auto en el estacionamiento de la empresa, para irse con él, no quería separarse ni un solo momento de su lado, temía hacerlo, pues pensaba que podía terminar buscando a Lisbani. Esperaba con ansiedad la invitara a la casa, por ello no puso ningún empeño en pedirle la llevara a un hotel. Por el rabillo del ojo, vio al hombre conduciendo en silencio, eso no le agradó, pensaba en hallar una forma de sacar un tema de conversación para atraer su atención.—Sabes, tengo muchísima hambre ¿Dónde me llevarás a comer? Espero sea en un sitio espectacular, con buena comida, estoy sinceramente famélica —expresó la mujer en tono cantarín, sin embargo, cambio de expresión al ver la seriedad del hombre, al parecer es como si no estuviese presente y eso la irritó sobre
Liuggi sin darse cuenta rompió el vaso, la sangre se confundió con el líquido color verdoso, chorreando por sus dedos, la rabia era inmensa, la primera reacción fue tomar a Conti por el cuello y golpearlo hasta romperle el rostro y dejarlo inconsciente, para luego agarrar a Lisbani Angélica y llevársela en el hombro a la villa. Tal vez esa acción sería demasiado cavernícola, pero no soportaba verla con nadie, sentía como si le hubiesen asestado un puñal en el corazón. Antes de poderse levantar, los ojos de sus acompañantes dirigieron la vista hacia él. —¿Qué sucedió? ¿Cómo se te ha quebrado el vaso? —preguntó uno de ellos con preocupación. —Tranquilos, no me di cuenta cuán fuerte apretaba el vaso, no hay nada por lo cual preocuparse. Todo está bien —expresó mientras sacaba un pañuelo del traje, cubriéndose la herida, extendiendo de nuevo la mirada hacia la pista, sin poder apartar la vista de allí. La angusti
Liuggi se mantuvo en la puerta, haciendo caso omiso de las palabras de la mujer, el rostro de cansancio y sus ojos inyectados de sangre, producto de la vigilia durante toda la noche en el estacionamiento del edificio, esperando la salida de Fabrizio, le daban un aspecto desaliñado y enfermizo, no obstante, Lisbani lo atribuyó a la noche desenfrenada que seguramente pasó con sus amigas.El hombre no pudo evitar extender la vista hacia Conti, la expresión de satisfacción en la cara, era innegable, como también lo era el de enojo de Lisbani.—Estoy esperando te apartes de mi puerta, para cerrarla —expuso la mujer con expresión fría.—Lis yo…—las palabras se le atragantaron en la garganta, quería confesarle como se sentía, la importancia de ella, sin embargo, sus palabras no pudieron ser pronunciadas porque en e
Cuando Mariana escuchó a Liuggi, pedirle ser su prometida, no lo podía creer. Le parecía un sueño hecho realidad, él era como lo había imaginado. No pudo evitar las lágrimas que de manera descontrolada comenzaron a surcarle el rostro. La emoción la embargó, haciéndola sentir la mujer más feliz del mundo. Por un momento, le vino a la mente la nube gris capaz de empañar su felicidad, sintió una opresión en el pecho, respiró profundo y se obligó a controlarse. Debía contarle la verdad sobre el artículo, porque no quería ningún secreto entre ellos, sin embargo, tenía miedo a su reacción, Liuggi era pacífico, pero una vez molesto, no era fácil de manejar. Si le contaba, tal vez no la perdonaría, eso la tenía aterrada nunca antes tuvo la oportunidad de conocer el amor, solo con él. Aunque también, estaba la opción de poder inculpar a otra persona de ese hecho, podía pedir publicaran el artículo con el nombre de otro periodista y a este si algu
Liuggi salió de la oficina muy molesto. Subió al auto sin siquiera despedirse de los hombres de seguridad, estaba indignado con Lisbani, era una necia, ni siquiera lo había dejado expresarse, él como un idiota intentando reconocer esos sentimientos por tanto tiempo guardado, pero mejor así, allí se quedarían esas estúpidas emociones, guardadas en lo más profundo del corazón. No pensaba hacer uso de ellos nunca más los mantendría en el olvido, así estaría protegido, no quería sufrir por amor como los otros. Quizás eso no significaba nada, mientras no los pronunciara a viva voz, no existían y debía tenerlo claro. “Si seguro, dejando de hablar de un tema deja de existir, cada quien merece aquello que busca, no diré más nada, trataré de mantenerme al margen sin decirte lo bueno y lo malo, o tal vez cambiar de estrategia, porque siempre haces lo contrario a mis consejos, creo estoy de adorno, llegará un día cuando quieras buscarme para