Ángela miró de reojo a David mientras se marchaba; verlo de nuevo en tan corto tiempo, generó en ella emociones encontradas. Se detestaba a sí misma por ello, aceptaba que no podía odiarlo, sin embargo, tampoco debería quererlo, o nada parecido.
«Lo mejor es sentir nada, ni odio, ni amor, ni pena, nada…»
Era difícil dejar atrás el pasado, en especial cuando se compartían tantas cosas; sí, al final había sido difícil, pero eso no borraba los años anteriores en los cuales se apoyaron mutuamente.
Después de David ella no tuvo pareja, de hecho, el departamento del amor se encontraba clausurado de manera permanente.
Sus amigos le decían que exageraba, todos le aseguraban que más pronto que tarde, se enamoraría de nuevo; incluso insistían en que esa oportunidad estaba más cerca de lo que ella podí
David…David…―¡David!Una mano se posó sobre su hombro, sacándolo de su estado aletargado. Se giró a mirar a la persona que le acompañaba, Stella parecía preocupada por él.―Disculpa, estaba distraído ―se excusó, enfocándose de nuevo en la tableta que tenía en las manos.―¿Está todo bien? ―inquirió la secretaria, mirando al chofer, que aparentaba estar enfocado en la carretera. Volvían de la reunión, que terminó extendiéndose más de lo esperado―. Te noto disperso, con dificultad para concentrarte.―Estoy extenuado, nada más ―contestó él, tecleando algo sobre la pantalla―. Aunque pueda entender las cosas tras leerlas y mantenerme a la par de lo que debo hacer por el puesto que tengo, no significa que sea frustrante y agotador el estar alerta por miedo a equivo
Las luces de la estancia brillaban con alegría, aunque tal vez las percibía así porque él se sentía especialmente feliz; estaba alcanzando el pináculo de su carrera justo a los treinta años, lo cual era fantástico en una sociedad tan competitiva como en la que se vivía en la actualidad.Algunos decían que todo se debía a su esposa, sin embargo, esto no lo molestaba debido a que él, mejor que nadie, sabía lo mucho que se esforzó durante esos ocho años de carrera en la empresa de los Miller. Desde el primer día de trabajo se enfocó en ser eficaz, no solo ofreciendo lo mejor de sí para la empresa, sino también, manteniéndose siempre a la vanguardia de todo lo que se relacionaba al nicho de mercado al que se dedicaban.Al principio había sido difícil, vio cómo otros ascendían más rápido mientra
David abrió los ojos, el dolor de su pecho era asfixiante, como si un lazo espinoso se hubiese enredador alrededor de su cuerpo y lo estuviese estrangulando. Aún podía rememorar el sabor amargo de sus lágrimas, se pasó las manos por el rostro de manera instintiva, esperando con ello, sacudirse la sensación de somnolencia, descubriendo, ya sin asombro, que sus ojos estaban húmedos.―Recuperar mis memorias va a ser un camino de espinas, ¿verdad? ―inquirió a la oscuridad.Miró el reloj en su muñeca y se percató que apenas una hora pasaba de la medianoche. Suspiró de cansancio, el cuerpo le dolía, del mismo modo que la cabeza y la consciencia. Pensó en irse a su cama a descansar, pero al segundo siguiente la idea de que Laura estuviera allí, durmiendo, le hizo hervir la sangre.―¡Maldita mujer!Asqueado ante la posibilidad de compartir el lech
Ángela abandonó el local, a su lado, Jade miraba con temerosa sorpresa a su amiga, mientras se dejaban atrás a una Laura a punto de un colapso.La pelirroja chilló histérica, abrazándose a sí misma. Había ido al club con la intensión de drenar su estrés, que se apilaba sobre ella como pesadas rocas; de hecho, la indiferencia de David tras su última conversación solo despertó más dudas, qué recordó de esos seis años, que pusieron esa expresión en su cara.…veamos si a David le gusta la idea de dormir con la asesina del amor de su vida…Las palabras de aquella odiosa mujer reverberaron en su cabeza.Sin importar si lo negaba, Laura sabía que tenía razón. David la amaba, nunca dejó de hacerlo, y él dejó de ocultarlo cuando descubrió todo lo que hizo para conseguir
David despertó sintiendo que había sido arrollado por un auto, todo su cuerpo dolía y por unos pocos minutos estuvo mareado por el dolor en su cuello. Dormir en el sofá de su estudio no fue tan buena idea, en especial porque no poseía las mismas dimensiones que, en su cabeza, creía tener.Seis años atrás él era un atractivo y encantador hombre, delgado pero atlético; decidido a hacerse de una carrera que le permitiese ganar dinero, no le dio más importancia de la necesaria a ejercitarse. Lo único rebelde de su personalidad se tradujo en un tatuaje que se hizo en la pierna izquierda y cubría desde la rodilla hasta el tobillo.Sin embargo, en algún punto de esos años que no recordaba, se volvió un asiduo amante del fitness, su cuerpo atlético pasó a ser definido, con hombros más anchos, brazos más gruesos y un abdomen marcado, sin ra
David se detuvo en la oficina por pura costumbre. Por ser fin de semana, no tuvo necesidad de pedirle al chofer que lo llevara porque en realidad no tenía un rumbo definido, lo que le permitió conducir por su cuenta. Disfrutó del trayecto en su Shelby GT500E, un carro del cual solo existían pocos ejemplares y era objeto de culto; fue el carro que siempre quiso tener desde niño y representaba el éxito alcanzado porque eran producidos bajo demanda. Usarlo le produjo una sensación agridulce, porque uno de sus sueños fue viajar por la costa con Ángela conduciendo ese auto. «¿Viajé con Laura en este auto?» se preguntó con desagrado, luego negó con su cabeza y musitó: ―No, no quiero saberlo, y si lo hice, no quiero recordarlo. ―Apretó con fuerza el volante. Ese fue el motivo por el cual terminó en su oficina, la culpa de pensar si hizo algo que siempre deseó hacer con Ángela con la pelirroja que era su esposa. Sin embargo,
David no podía creer que ese fuese su amigo. El Alex que recordaba ―y que esperaba encontrar―, era un musculoso hombre de cabello largo y salvaje, de piel bronceada y ojos aguamarina.En cambio, tenía frente a él a un caballero bien vestido, con su cabello oscuro y largo recogido en una coleta en la parte inferior de su nuca, que despedía un aura de mafioso de cuello blanco.Alex García fue su amigo desde la infancia, poseyendo la misma suerte no fue extraño que se hicieran inseparables. A diferencia de David, este era el menor de tres hermanos, y dado sus atributos particulares, fue la víctima de los constantes abusos y burlas de todos ellos. Alex era demasiado lindo, tanto que su madre siempre le dejaba el cabello largo confiriéndole un aspecto medio afeminado.Cuando creció y la pubertad obró magia en su cuerpo, sus rasgos cobraron masculinidad y pronto modeló su cuerpo en una fina m
―Hola, Ángela… ―saludó David forzando una sonrisa―. Qué casualidad encontrarnos aquí.―¡Qué hay, Angie! ―anunció su presencia Alex, sonriendo de manera incómoda.Tanto ella como su acompañante los miraron con perplejidad. Segundos antes ella le había estado sonriendo a Leo y él fingía quejarse de su cabello desastroso mientras acomodaba un mechón detrás de su oreja en un gesto íntimo y cariñoso.Ángela congeló su expresión, la sonrisa se desvaneció y miró a ambos hombres con indiferencia.―Hola ―respondió tras unos segundos cargados de tensión.―¿Quién es tu amigo? ―indagó David, procurando que la mueca de su boca se mantuviera firme. Había escondido los puños en los bolsillos de su pantalón.―Es Leopoldo ―dijo con frialdad.―Hol