David se detuvo en la oficina por pura costumbre. Por ser fin de semana, no tuvo necesidad de pedirle al chofer que lo llevara porque en realidad no tenía un rumbo definido, lo que le permitió conducir por su cuenta.
Disfrutó del trayecto en su Shelby GT500E, un carro del cual solo existían pocos ejemplares y era objeto de culto; fue el carro que siempre quiso tener desde niño y representaba el éxito alcanzado porque eran producidos bajo demanda.
Usarlo le produjo una sensación agridulce, porque uno de sus sueños fue viajar por la costa con Ángela conduciendo ese auto.
«¿Viajé con Laura en este auto?» se preguntó con desagrado, luego negó con su cabeza y musitó:
―No, no quiero saberlo, y si lo hice, no quiero recordarlo. ―Apretó con fuerza el volante.
Ese fue el motivo por el cual terminó en su oficina, la culpa de pensar si hizo algo que siempre deseó hacer con Ángela con la pelirroja que era su esposa.
Sin embargo,
David no podía creer que ese fuese su amigo. El Alex que recordaba ―y que esperaba encontrar―, era un musculoso hombre de cabello largo y salvaje, de piel bronceada y ojos aguamarina.En cambio, tenía frente a él a un caballero bien vestido, con su cabello oscuro y largo recogido en una coleta en la parte inferior de su nuca, que despedía un aura de mafioso de cuello blanco.Alex García fue su amigo desde la infancia, poseyendo la misma suerte no fue extraño que se hicieran inseparables. A diferencia de David, este era el menor de tres hermanos, y dado sus atributos particulares, fue la víctima de los constantes abusos y burlas de todos ellos. Alex era demasiado lindo, tanto que su madre siempre le dejaba el cabello largo confiriéndole un aspecto medio afeminado.Cuando creció y la pubertad obró magia en su cuerpo, sus rasgos cobraron masculinidad y pronto modeló su cuerpo en una fina m
―Hola, Ángela… ―saludó David forzando una sonrisa―. Qué casualidad encontrarnos aquí.―¡Qué hay, Angie! ―anunció su presencia Alex, sonriendo de manera incómoda.Tanto ella como su acompañante los miraron con perplejidad. Segundos antes ella le había estado sonriendo a Leo y él fingía quejarse de su cabello desastroso mientras acomodaba un mechón detrás de su oreja en un gesto íntimo y cariñoso.Ángela congeló su expresión, la sonrisa se desvaneció y miró a ambos hombres con indiferencia.―Hola ―respondió tras unos segundos cargados de tensión.―¿Quién es tu amigo? ―indagó David, procurando que la mueca de su boca se mantuviera firme. Había escondido los puños en los bolsillos de su pantalón.―Es Leopoldo ―dijo con frialdad.―Hol
Ángela rechinó sus dientes con fuerza a medida que se alejaba del restaurante; pensaba en que tendría que dejar de comer allí por un tiempo, por temor a que David fuese continuamente con el fin de encontrarse con ella.La intuición le dijo que aquella visita de un mes atrás no auguraba nada bueno, en particular por las insinuaciones al respecto de la muerte de su madre. No obstante, no esperó que sucediera todo aquello, David perdiendo su memoria, borrando de su mente los acontecimientos de los últimos casi siete años, era sin lugar a dudas, la ironía más macabra del destino.Desde esa fatídica visita todo se volvió un desastre; tanto que hasta se topó con Laura en el lugar menos pensado. Ángela nunca iba a ese club, pero solo por darle el gusto a Jade, se dejó convencer de ir al único sitio que sabían era discreto y privado porque allí s
La atmosfera dentro del habitáculo del Rolls-Royce era opresiva.Por un momento, a David le llegaron recuerdos de las películas de mafiosos, en las que el protagonista que tenía una enorme deuda de dinero, estaba atrapado entre los dos matones dentro del auto, pensando en qué método tendría que usar para rogar por su vida.«¿En serio Alex es un detective privado?» pensó poco convencido, observándolo de reojo.Su amigo, sentado a la derecha, observaba por la ventanilla, concentrado en la ciudad, como si la situación fuese de lo más normal.En cambio, a David, el silencio lo ponía nervioso, carraspeó un par de veces y cruzó los brazos sobre el pecho.―¿Quién me va a explicar lo que está sucediendo? ―preguntó este, agotando su paciencia.―Creo que quien debería explicar qué pasa es uste
David palideció ante aquello.―¿Qué yo soy quién? ―balbuceó, sorprendido de esas afirmaciones.―Poco después de su nombramiento como CEO de Miller Co., nos encontramos en un evento social ―explicó Robin―. Para haber recibido un nombramiento y el reconocimiento de los Miller, eras un hombre bastante sombrío y deprimente.»Pero como bien dicen que las almas desgraciadas se reconocen unas a otras ―dijo con cierto toque poético―, terminamos hablando de nuestros fracasos personales. Usted perdió a la mujer que amaba y yo a mí familia a mano de los Murphy.»Usted odia a los Miller.»Yo a los Murphy.»Y ya sabe… una cosa llevó a la otra y en poco tiempo me aseguraste que ibas a destruir a los Miller y necesitabas ayuda. Sin embargo, en vez de pedirme un empleo para tener estabilidad financiera y laboral una vez renunciaras, me as
Laura se despertó después del mediodía, el cuerpo le dolía y tenía un sabor desagradable en su paladar. Lo peor de todo era el horroroso dolor de cabeza que le hacía sentir que alguien deseaba abrirle el cráneo desde adentro, era tal que incluso nublaba su vista y alteraba su balance.Soltó un pequeño grito cuando se vio en el espejo del baño, la imagen reflejada era todo lo contrario a lo que siempre proyectó, esa mujer destruida no era ella, no era posible que se viera de esa forma.Marcas rojas alrededor de su cuello, la camisa desabotonada hasta el ombligo, su ropa interior había desaparecido y tenía obvias marcas de dientes en el busto, su maquillaje estaba corrido y el cabello un desastre; se sentía como una callejera después de una noche intensa de trabajo.―¡Aaargh! ―chilló con frustración; su cabeza quería estallarle en ese
David llegó al pent house casi a la medianoche después de una larga travesía emocional. Alex lo llevó en su auto hasta el departamento y le dijo que regresaría por él en un par de horas, tal como acordaron después de que Robin Martin los dejara. De pie en la entrada del edificio, se insultó a sí mismo por no haberle pedido las llaves a su amigo, no obstante, cuando estuvo frente a la puerta de su casa, se percató que necesitaba un código. Miró por un instante el teclado numérico de la puerta, su mano se movió por simple inercia, intuyó que era la memoria dormida, esa que se activaba por la familiaridad, así que dejó que sus dedos seleccionaran las teclas por su cuenta, esperó con bastante anticipación al peculiar pitido que indicaba que la contraseña era incorrecta, pero este no sonó. ―¡Ja! ―soltó con una exhalación de tristeza. La clave de acceso de su puerta era el cumpleaños de Ángela. Pero si el shock de descubrir los trazos de su
Los días pasaron despacio, David trataba con fría cortesía a Laura siempre que estaban frente a otras personas, o Noah; pero ya no compartía la habitación con ella.Ella lo vio llegar la noche del sábado cargando al niño, él no se percató de Laura sentada en la oscuridad de la sala; esperó pacientemente en la habitación a que David apareciera, su intención era pedirle disculpas, admitir que había dado un espectáculo deplorable y prometer que eso no sucedería de nuevo.Solo que su esposo no apareció.La pelirroja salió del cuarto y se dirigió al estudio de David, se sentía como un alma en pena caminando por los pasillos oscuros de la casa, evitando hacer ruido, procurando no temblar demasiado ni llorar por el sufrimiento.Después de tantos años juntos, de tener una familia y un hogar, ella no comprendía p