XXVI Jasha estaba temeroso de lo que sucedía. Desde que despertó notó que Kei apenas si podía con su propia melancolía. Parecía más preocupado por Beska que por él mismo. No estaba celoso, pero por alguna razón creía que lo ignoraba. Sabía que algo había pasado con Nina, o quizás la niña de la nieve sí se había llevado a su Kei y le había dejado un cuerpo sin corazón. Ahora, que hubiera saludado tan efusivamente a Alexis, cuando una semana atrás lo forzaba a besarlo, lo confundió. Pensó en las palabras de su padre. Dejarlo ir, y poco a poco olvidarlo. Eso significaría que de verdad ya no serían nunca pareja y que él compartiría su cama con alguien más. Kei era muy joven, tenía que rehacer su vida seguramente con una mujer. Y lo olvidaría. Todo con el tiempo se podría olvidar, o al menos sanar. Pero no podía concebir la idea de verlo en brazos, de quien fuera. Era un egoísta. Kei era suyo y punto. Siempre lo iba a ser. Y entonces, pensó en una decisión, ahora que ya no había nada qu
XXVII —Por Dios mujer, ya deja de llorar. En la azotea de su hotel, estaba Jasha, sentado de forma peligrosa al borde del abismo, con la clara intensión de querer lanzarse, o al menos eso creía Ekaterina. Lo había seguido por horas, llorando como si hubiese muerto alguien. Así había sido, dos corazones muertos en una sola noche, y una resurrección. La mujer seguía histérica y le jalaba constantemente para que regresaran y hablaran con Kanzaki. Para ella, ese no podía ser el joven japonés, para ella, él había sido drogado y obligado, tenían que volver, aclarar ese mal entendido y llamar a la policía a denunciar a Alexis por violación. No podía acabarse todo de esa manera vulgar, y menos sin saber porqué. —¡Él no estaba consciente Jasha! Tienes que volver y ayudarlo por favor... —y de nuevo se soltó a llorar sin control. —Ekaterina, ya, por favor, detente. —Giró para verla, ella estaba prudente alejada de él, le aterraban las alturas. —Te agradezco en el alma que llores por mí, porqu
XXVIII En el hospital, todo era alegría. El chico, a pesar de todo lo malo qu estaba viviendo, fue a visitar a su amigo. —Kei, Jasha te va a odiar, ¿podrás con eso? —No —respondió Kei a Beska, quien le miraba con tristeza al escuchar la historia—. Pero es la única manera de saberlo vivo. Su odio hará que Nina esté tranquila. Ella no necesita amor. Un corazón de hielo le sirve. —¿Por cuánto tiempo? Kei lo miró sorprendido. Esa pregunta no se la había hecho nunca. Ni se la hizo a Nina. Había la posibilidad que Jasha no odiara para siempre, había la posibilidad que en algún momento, conociendo su carácter, decidiera simplemente volver a intentarlo y ese sería el fin. Ya nada podría hacerse, tendría que cumplir a Nina e irse con ella. Parecía entonces que nada estaba resuelto. Miró por la ventana y creyó que el haber hecho toda esa escena era inútil y supo que había hecho lo mismo que Jasha al inicio cuando lo dejó, actuar solo y empeorar las cosas. Su corazón empezó a latir más rápi
XXIX — ¡¿Te acostaste con Ekaterina?! ¡¿La embarazaste?! ¡¿Qué pensaste que iba a pasar?! ¡¿Qué tienes en la cabeza, qué tienes?! ¡¿Mierda?! Y el padre dejó reposar un puño en la pared mientras Jasha seguía sin reaccionar. No había tiempo, se había reservado un vuelo a Oslo para dentro de unas horas, apenas tendría tiempo para buscar algo de ropa y los papeles que el abogado le pidió que llevara. Pero él no reaccionaba. Los alumnos empezaban a llegar y también los otros maestros. El padre avisó que las clases con su hijo quedarían suspendidas un tiempo, que debía atender asuntos urgentes fuera del país. Jasha, desde su escritorio, escuchaba todo. Se sacudió un poco y se levantó para ir directo a su auto. —¿Te dijo el abogado, qué era? —preguntó Jasha cuando se encontró de camino a su padre. —No. Y eso es lo de menos. Por ahora tienes que ir, Ekaterina está muriendo y no es uno de sus inventos. Cuando estés allá, sabrás qué hacer. Jasha salió perturbado. Cuando estaba por abrir la
XXX—¿Es un niño? —preguntó Jasha apenas con un hilo de voz—Sí, lo es. No entiendo cuál es el problema en el sexo del bebé. Por qué tan de repente ya no te gusta la idea. —Parecía que era el momento para que Ekaterina supiera la historia.—Debo decirte algo, tengo que contarte...—¡NO! —gritó la mujer alterándose—. Seguro es ese algo que te ha hecho la vida una miseria. Que te separó de Kanzaki y te convirtió tantas veces en un monstruo. No quiero saberlo, no ahora que voy a morir. Llévatelo, él te va a dar la alegría que ese "algo" no te ha dejado... llévalo contigo, yo no tengo a nadie más que mi abuela y ella está muy anciana. No podrá cuidarlo. Por Dios Jasha, no le tengas miedo, es un bebé, puedes pagarle nanas que lo cuiden yo tengo mucho dinero que heredarle... llévalo contigo.Jasha no sabía qué hacer o decir. Todo estaba mal. Ella lo miraba con esperanza, con ganas de que todos fueran felices. Lo pensó por un segundo, quedarse con el bebé no podía ser tan malo, le daría sent
XXXIAún con la decisión atorada en la garganta, aun sabiendo que ya no se hablaba de su vida, sino de la de un inocente, sabiendo que debía apartarse de cualquier cosa que lo mantuviera vinculado a Jasha, Kei no podía solo dejar de lado su corazón, y actuar si piedad. Entendió, que era inútil huir del niño, así estaba destinado, y por mucho que el padre verdadero lo hubiese rechazado, sabía que debía tener el corazón roto por hacerlo. Conocía a su hombre, medio loco, medio extraño, pero de sentimientos nobles y puros. Jasha llevaría clavado para siempre a su bebé en el alma.—¿Cómo será posible, que me lo den si no hay una pareja conmigo? —preguntó con voz temblorosa ese de ojos tan rasgados.—Señor Kanzaki, no le voy a mentir, es ahí cuando el dinero empieza a hablar. La señora Ekaterina dejará toda la documentación lista cediendo todos los derecho a usted, pero es cierto, no es del todo suficiente. Usted debe firmar ahora que la señora está en pleno uso de su razón, si ella cae en
XXXII Kei estuvo el mes pertinente en Noruega y nanas contratadas por el abogado de Ekaterina, le enseñaron lo básico del cuidado del bebé. Cuando se quedaba con él solo en las noches, en la pequeña casa que le habían alquilado, todo era una un manicomio. Corría de un lado a otro con biberones, pañales, ropa limpia, todo el cliché del que le habían hablado resultaba brutalmente cierto. Dormía al nene en su pecho, pero si Kei se movía medio centímetro, Sasha estallaba en llanto. No durmió nada ese mes, y no solo por el hecho de tener que cuidar de ese diminuto ser sin tener idea de cómo empezar un día nuevo con él, sino por la angustia infinita de saberlo hijo del hombre que amaba tanto. Si un día, Jasha volvía, o lo buscaba, o se hartaba de todo y decidía regresar a su lado, se enteraría que él había cuidado de su hijo, y no sabía cuál podría ser su reacción. Sin importar qué, no podía dejar al bebé a la deriva, era un pedacillo del ser que más adoraba en el universo. A veces cuand
XXXIII Las vidas se habían hecho monótonas en los meses luego de la llegada de Sasha. Kei era un padre amoroso que cuidaba de su pequeño, sabiendo a la perfección que en algún momento debía separarse de él. Nada lo hubiera preparado para sentir ese afecto tan grande por ese chiquillo que iluminaba su vida, misma que ya no estaba tan a la deriva desde su rompimiento con Jasha. No obstante, se sentía una basura al no decirle la verdad a su ex amante. Sabía que hacerlo lo llenaría de esperanza, que tuvo que rechazarlo en ese momento, por que se vio atado de pies y manos y de seguro ella hizo su aparición. Jasha debía pensar en ese bebé constantemente, orando porque estuviera bien, rogando porque su futuro fuera prometedor. Kei miraba a la noche, mientras el pequeño dormía abrazado a su muñeca de trato. Poco a poco llegaron los primeros pasos, las primeras palabras. Sasha tenía una mirada muy intensa, casi aterradora cuando quería algo. Los miembros de la familia se estaban acostumbrand