XXIX — ¡¿Te acostaste con Ekaterina?! ¡¿La embarazaste?! ¡¿Qué pensaste que iba a pasar?! ¡¿Qué tienes en la cabeza, qué tienes?! ¡¿Mierda?! Y el padre dejó reposar un puño en la pared mientras Jasha seguía sin reaccionar. No había tiempo, se había reservado un vuelo a Oslo para dentro de unas horas, apenas tendría tiempo para buscar algo de ropa y los papeles que el abogado le pidió que llevara. Pero él no reaccionaba. Los alumnos empezaban a llegar y también los otros maestros. El padre avisó que las clases con su hijo quedarían suspendidas un tiempo, que debía atender asuntos urgentes fuera del país. Jasha, desde su escritorio, escuchaba todo. Se sacudió un poco y se levantó para ir directo a su auto. —¿Te dijo el abogado, qué era? —preguntó Jasha cuando se encontró de camino a su padre. —No. Y eso es lo de menos. Por ahora tienes que ir, Ekaterina está muriendo y no es uno de sus inventos. Cuando estés allá, sabrás qué hacer. Jasha salió perturbado. Cuando estaba por abrir la
XXX—¿Es un niño? —preguntó Jasha apenas con un hilo de voz—Sí, lo es. No entiendo cuál es el problema en el sexo del bebé. Por qué tan de repente ya no te gusta la idea. —Parecía que era el momento para que Ekaterina supiera la historia.—Debo decirte algo, tengo que contarte...—¡NO! —gritó la mujer alterándose—. Seguro es ese algo que te ha hecho la vida una miseria. Que te separó de Kanzaki y te convirtió tantas veces en un monstruo. No quiero saberlo, no ahora que voy a morir. Llévatelo, él te va a dar la alegría que ese "algo" no te ha dejado... llévalo contigo, yo no tengo a nadie más que mi abuela y ella está muy anciana. No podrá cuidarlo. Por Dios Jasha, no le tengas miedo, es un bebé, puedes pagarle nanas que lo cuiden yo tengo mucho dinero que heredarle... llévalo contigo.Jasha no sabía qué hacer o decir. Todo estaba mal. Ella lo miraba con esperanza, con ganas de que todos fueran felices. Lo pensó por un segundo, quedarse con el bebé no podía ser tan malo, le daría sent
XXXIAún con la decisión atorada en la garganta, aun sabiendo que ya no se hablaba de su vida, sino de la de un inocente, sabiendo que debía apartarse de cualquier cosa que lo mantuviera vinculado a Jasha, Kei no podía solo dejar de lado su corazón, y actuar si piedad. Entendió, que era inútil huir del niño, así estaba destinado, y por mucho que el padre verdadero lo hubiese rechazado, sabía que debía tener el corazón roto por hacerlo. Conocía a su hombre, medio loco, medio extraño, pero de sentimientos nobles y puros. Jasha llevaría clavado para siempre a su bebé en el alma.—¿Cómo será posible, que me lo den si no hay una pareja conmigo? —preguntó con voz temblorosa ese de ojos tan rasgados.—Señor Kanzaki, no le voy a mentir, es ahí cuando el dinero empieza a hablar. La señora Ekaterina dejará toda la documentación lista cediendo todos los derecho a usted, pero es cierto, no es del todo suficiente. Usted debe firmar ahora que la señora está en pleno uso de su razón, si ella cae en
XXXII Kei estuvo el mes pertinente en Noruega y nanas contratadas por el abogado de Ekaterina, le enseñaron lo básico del cuidado del bebé. Cuando se quedaba con él solo en las noches, en la pequeña casa que le habían alquilado, todo era una un manicomio. Corría de un lado a otro con biberones, pañales, ropa limpia, todo el cliché del que le habían hablado resultaba brutalmente cierto. Dormía al nene en su pecho, pero si Kei se movía medio centímetro, Sasha estallaba en llanto. No durmió nada ese mes, y no solo por el hecho de tener que cuidar de ese diminuto ser sin tener idea de cómo empezar un día nuevo con él, sino por la angustia infinita de saberlo hijo del hombre que amaba tanto. Si un día, Jasha volvía, o lo buscaba, o se hartaba de todo y decidía regresar a su lado, se enteraría que él había cuidado de su hijo, y no sabía cuál podría ser su reacción. Sin importar qué, no podía dejar al bebé a la deriva, era un pedacillo del ser que más adoraba en el universo. A veces cuand
XXXIII Las vidas se habían hecho monótonas en los meses luego de la llegada de Sasha. Kei era un padre amoroso que cuidaba de su pequeño, sabiendo a la perfección que en algún momento debía separarse de él. Nada lo hubiera preparado para sentir ese afecto tan grande por ese chiquillo que iluminaba su vida, misma que ya no estaba tan a la deriva desde su rompimiento con Jasha. No obstante, se sentía una basura al no decirle la verdad a su ex amante. Sabía que hacerlo lo llenaría de esperanza, que tuvo que rechazarlo en ese momento, por que se vio atado de pies y manos y de seguro ella hizo su aparición. Jasha debía pensar en ese bebé constantemente, orando porque estuviera bien, rogando porque su futuro fuera prometedor. Kei miraba a la noche, mientras el pequeño dormía abrazado a su muñeca de trato. Poco a poco llegaron los primeros pasos, las primeras palabras. Sasha tenía una mirada muy intensa, casi aterradora cuando quería algo. Los miembros de la familia se estaban acostumbrand
XXXIV «¡De nuevo estamos con ustedes para darles la información deportiva que siempre esperan!. Es un orgullo para Rusia que el ex patinador más grande de este planeta, sí señores la leyenda Jasha Volkov, haya sido elegido por el comité olímpico para ser parte de la delegación de jueces de los juegos ¡durante los próximos diez años!, Es alucinante. Su carrera ha sido vertiginosa, y a pesar de haberse retirado tan joven del patinaje aún acumula éxitos, su profesión, su academia y ahora su nombramiento. No cabe duda que tiene una estrella muy grande en el cielo...» —O en el infierno —dijo Jasha secándose el cabello, saliendo del baño, mientras escuchaba las noticias en la televisión. Estaba sorprendido con la rapidez con que la prensa se había enterado de su nombramiento que aún no se hacía oficial. Se sentó en la cama para seguir viendo. «...Eso es un orgullo para la historia rusa. Y por cierto, otra estrella que en días pasados brilló pero por su sorpresiva boda, fue el patinador:
XXXV Jasha llevó a Kei hasta el hotel en el que se estaba hospedando con su padre. Al entrar en la habitación, vio que aún las maletas estaba hechas, se notaba que habían ido a su casa sin haber descansado ni un poco. Jasha hablaba por teléfono, pidiendo algo de comer. A la distancia Kei le regaló una sonrisa, cansada, quizás algo derrotada. Cuando dejó la llamada, le pidió que se sentaran ambos en la pequeña mesa que ahí había. —Creo saber todo lo que pasó, y no vine a recriminarte cómo es que terminaste con Sasha. La verdad es que luego de un ataque de ira, supe que Ekaterina había hecho las cosas muy bien. Estos años sufrí mucho pensando dónde o con quién estaría mi niño… —Jasha no soportó y puso sus codos en la mesa para poder tomarse la cabeza con angustia. Kei, temblando, llevó su mano hacia la de Jasha, que parecía más aterrado que otra cosa. —Gracias, Jasha, por tomarlo de esta forma. Yo tomé mi teléfono tantas veces para decirte todo, pero no podría con el dolor de perder
XXXVI Ambos estaban en la misma habitación, en ese hospital. El primero en abrir los ojos fue Kei, que se vio cubierto por una manta muy gruesa y una máscara de oxígeno sobre su nariz. No tenía conectado nada más que un catéter en su brazo por donde seguro le pasaban medicamentos y suero. Tardó un poco en acomodar sus recuerdos y pensó en su Jasha, cosa que hizo que se exaltara mucho, movió su cabeza a la derecha y lo vio también en un a cama en condiciones parecidas a las suyas. Vino como una ráfaga ese momento que estuvieron con Nina y lo poco que había faltado para que se cumpliera la promesa, también le asaltó la duda por saber quién era ese joven que los había halado con tanta fuerza, tan temeroso de perderlos. No supo que habría sido mejor, si volver y pensar en otra solución, o ya haber terminado con esa maldición de una vez por todas. —Kei… —escuchó débilmente de la boca de Jasha que lo llamaba, pero parecía aún inconsciente. Kei se incorporó un poco y tocó el timbre para l