De repente me di cuenta de algo. ¿Quién más, aparte de mí, conocía ese hábito de mi padre?

¿Sebastián? ¿Será él?

Mientras reflexionaba, Oscar me interrumpió.

—Señorita Rodríguez, arriesgarse de esa manera para conseguir pruebas fue muy imprudente. Sabías que Hugo es un asesino despiadado, y aun así fuiste temeraria.

Sacudí la cabeza.

—Abogado Fernández, precisamente porque entendí la situación, supe que no podía esperar. Hugo es demasiado inteligente y cruel para darme tiempo de recolectar pruebas o contraatacar. Solo con una táctica arriesgada podía superarlo. Admito que fui a la Colina Clara dispuesta a arriesgar mi vida.

Oscar me miró como si fuera una tonta.

—También dejé que descubriera que fui al hospital a buscar pruebas, para que me tendiera una trampa, y así pudiera aprovecharme de la situación…

Si no hubiera sido por la ayuda del exnovio de Diana, nunca habría podido instalar el teléfono para la transmisión en el jardín sin que Hugo se diera cuenta.

Pero, como él era el geren