Capítulo 36

Los minutos transcurrían lento y con la vista puesta en la ventana, Mayra dejaba correr sus lágrimas, sintiéndose tan miserable. Faltaba poco para el amanecer y al final llegaban a la Galapa, o eso parecía, cuando los autos se detuvieron.

—¿Es aquí? —pregunta ella ansiosa, intentando bajar.

—Creo que no — responde Esteban —. Parecen que están abasteciéndose. Puede ver a unos metros un minimarket —. ¿Acompáñame? —pide él quitándose el cinturón de seguridad.

—¿A dónde vamos Esteban?

—Necesitas beber un poco de agua y comer algo.

—No tengo hambre, esta angustia me hace un nudo en mi garganta.

—Pero debes hacerlo.

—Ambos, tú tampoco has comido nada.

—Por eso lo digo, llevamos casi dos dí
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