Capítulo 40

Cuando Mayra abre los ojos, aún está desorientada, lo primero que ve en una ventana oscura, segundos después se da cuenta de que está dentro de un auto, atada. No tiene idea de cuánto tiempo ha transcurrido desde que perdió la conciencia. Pero debe de ser mucho, pues ya es de noche.

—Despertaste pronto, cariño —. Le dice Valentino.

Lleva la vista a un lado y puedo verlo con su sonrisa estúpida pintada en sus labios. Acerca su mano para acariciarla y en medio de su debilidad no se lo permito. Se carcajea por unos segundos y luego se inclina un poco para tomar su cara, aprisionarla y obligarla a mirarlo.

—No me toques—se queja a media voz Mayra.

—Sigues siendo mi gran debilidad. Pude dejarte ir, pero mi obsesión por tenerte será mi perdición. No puedo renunciar a ti, te amo, te necesito, te deseo. —baja sus mano
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