CAPÍTULO 9

Al medio día llamo a Mark para acordarme de que le quiero, de que es mi marido, mi pareja y que es al que de verdad tengo que desear. Pero no me sirve, o al menos, no del todo. Por suerte el remordimiento me quita el calentón.

Cojo el teléfono de mi mesa, son las ocho, esperaba que me dejara tranquila todo el día.

—A mi despacho.

Voy a su despacho pero antes bajo mi falda disimuladamente y me ato todos los botones de la camisa.

Mira su ordenador con el ceño fruncido. Vuelve a ser el mismo amargado.

—¿Que vas ha hacer esta noche?

Joder que eres mi jefe...

—Iré a casa —mentira.

Iré a casa, estaré un rato con mis pequeños y Mark y luego saldré a tomar una copa con la zorra de Kate. Mark y yo establecimos que los viernes era nuestra noche libre.

—No tienes pinta de quedarte en tu casa un viernes por la noche. Te repito de nuevo la pregunta, y espero que respondas con sinceridad. Ya me has mentido una vez.

—Eres un mandón —le suelto— eres mi jefe, pero no tienes por qué saber mi v
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