Me levanto con una resaca increíble. No sé por que bebí tanto, pero me acuerdo de todo. Me acuerdo de haberme ido de fiesta después de que Mark no respondiera, me acuerdo de haber conocido a Erika, la exnovia de Erik… me acuerdo de haber hablado con Dominik y… sí. Me acuerdo también de lo que dijo Jacob al volver a casa. En la cama y en el apartamento, no hay ni rastro de Mark. —Habrá ido a dormir al estudio. Preparo a los chicos y vamos a la calle. Es temprano. Todas las luces de la calle siguen encendidas. Mientras los chicos hacen sus cosas, llamo a un taxi para que me lleve al aeropuerto. Tenía la esperanza de que lo hiciera Mark. Al volver a casa veo un coche negro aparcado en la puerta de casa. De ahí sale Erik. Tan guapo, con su traje impoluto, su peinado perfecto y… en efecto, su cara de mal humor. —Señor Dagger. —Clark —dice serio—. Creo que me debes una explicación. Repaso mentalmente si dejé todo el trabajo bien hecho, si tenía que hacer alguna cosa antes d
Vuelve del baño y miro la pantalla que indica que quedan todavía cuatro horas… es hora de comer. Una azafata nos trae la comida que yo misma pedí en la reserva de los asientos. A pesar de la tensión tanto sexual como de enfado que tenemos los dos, empezamos a hablar y desaparece un poco. Intento alejar de mi mente a Mark, Dominik y Erika. Cuando me comenta algunas cosas de su familia, porque mucho no habla, me dan ganas de preguntarle por su madre, de qué murió. Pero me reprimo las ganas. —Dominik nos ha invitado su casa el miércoles por la noche. Apúntalo en la agenda.—Pero… ¿Para qué?—Quiere hacerme la pelota, es todo. —Entonces ve tu solo —se echa a reír— no te rías de mí —replico. —¿Es que pasó algo anoche? —sugiere. —¡No! pero eres tú el que dice que no me acerque a él ¿No?—Solo si yo no estoy ahí —mira mi comida—. Venga, come. —No tengo hambre. —¿Es que vas a cuestionar todo?—Si es sobre mí, sí. Pienso cuestionarlo todo… Dominik fue muy amable anoche, que lo sepas.
—Buenos días, señor Müller —digo con profesionalidad— ¿Qué puedo hacer por usted? —Erik se inclina y me quita un segundo el teléfono para ponerlo en manos libres. Sube el cristal opaco que hay detrás de mi y que separa la cabina del chófer de nosotros.—Me preguntaba si le apetecería cenar conmigo esta noche si no tiene ninguna reunión importante con Erik —miro a Erik y no sé que quiere que haga. Es inexpresivo, de hielo. ¿De verdad quieres retarme? ¿Quieres que le diga que no? ¿Qué haga lo que me de la gana? ¿Qué te cabree?—Será un placer cenar con usted esta noche, señor Müller.—¿En qué hotel se hosp
Me levanto de la cama a las siete, me cambio, me maquillo y me arreglo el pelo. Voy al vestíbulo y de nuevo lo encuentro leyendo el periódico. Entramos al restaurante del hotel a desayunar y pido mi café con leche. —Come algo, anoche no cenaste. —Hoy no. Erik —dejo mi café a medias y me levanto— te espero en la limusina. Tarda en llegar a la limusina media hora. Seguro que está meditando para no traerme una magdalena y hacer que me la coma. —Tenemos la reunión con Christa —le recuerdo para ponerlo al día— …para la distribución de medicamentos por todo Europa. Esto son las cifras que tendrá que alcanzar cada seis meses para que salga rentable y nuestra empresa pueda llevarse la parte que le toca —Erik ojea el papel que le he dado y continuo con
¡Alarma! ¡Alarma!«Dominik Müller no supo controlarse con Erika» «Le hizo daño» recuerdo la expresión sin vida en la cara de Erika.—Eh... yo... —su mano viaja hasta mi espalda y la acaricia.—Pensaba que tenía una reunión ¿Le importa si le llamo Mia? —no sé qué decir. Las palabras de Kurt retumban en mi cabeza.«Dominik Müller no supo controlarse con Erika» «Le hizo daño»—Tengo la limusina esperando fuera ¿Quieres acompañarme a cenar?¿Si Dominik hizo daño a Erika, sec
—Vuelve dentro y cámbiate —dice cuando salgo de mi habitación, no me esperaba en el vestíbulo. —¿Porque? —No. Tengo que obedecerlo— vale, señor Dagger —sonríe y eso me cabrea. Nunca he acatado normas, cuanto traté eso con Jacob al final, asumió que no puedo hacerlo, me hizo entender que como mínimo tenía que respetar la ley y no hacer daño a nadie. Sí, así estaba yo... Me cambio, me pongo un vestido más recatado, apenas sin escote y vuelvo a salir. —No. Ponte pantalones —cojo aire. —Sí, señor Dagger —de nuevo sonríe triunfal. Respiro y me cambio otra vez. Salgo con unos pantalones de traje de mujer y una camisa blanca. Cuando salgo me repasa de arriba a abajo y va a decir algo. —Kurt, el secretario de Dagmar me ha llamado —me adelanto— sugiere que empecemos la reunión antes. —¿Y que hay de la reunión con la delegación? —frunce el ceño, odia los cambios de organización no previstos. Cosas que sacan de quicio a mi jefe: que le mientan o no respondan sus preguntas. Que le
Después de las reuniones matutinas, Erik y yo vamos a comer a un restaurante de lujo. Recuerdo lo de Kurt, recuerdo lo de anoche y lucho por mantener distancias, lucho por no llevarle la contraria por mucho que me provoca a hacerlo. —Esta noche quiero que lleves el contrato de Müller. Su nombre me alarma de inmediato. —¿Le importa si no asisto a la cena? Señor Dagger —dejo la cucharilla de mi postre a un lado. —¿Por qué? Mierda. Quiere sinceridad. —Le suplico que respete mi petición, señor Dagger. —¿Suplicar? ¿Por qué no quiere venir? Responde. —No puedo —y seguro que ve mi cara de angustia— por favor, Erik. Frunce el ceño. —Soy una persona comprensiva, dime porque no quieres venir. ¿¡Comprensivo!? ¡Y una mierda! —Lo siento, señor Dagger. —Mia... —empieza a desesperarse— ¿Dominik te ha dicho algo? —me callo. No puedo decírselo. Si se entera que sé que Dominik hizo daño a Erika y él lo permitió, me despedirá, o me hará lo mismo que a Erika. Tengo que inventarme una excusa.
Separa mi silla de la mesa, separa mis piernas y se cuela entre ellas. Me mira des de arriba y me siento pequeña. Me libera con su pulgar el labio y me coge de la barbilla y me obliga a levantarme. Delante de él respiro pesadamente, tengo la boca seca y lo veo sonreír.Mark jamás me ha provocado esto.—¿Qué pretende? señorita Clark —su tono es serio pero divertido, lleno de malicia y curiosidad por mis intenciones. Su mano sigue en mi barbilla.—Simplemente que no me gusta obedecerle, señor Dagger —su sonrisa me llega a la entrepierna, todo mi interior se encoge.—¿Y qué voy ha hacer con usted…? —su voz ronca casi me hace gemir.