Me levanto de la cama a las siete, me cambio, me maquillo y me arreglo el pelo. Voy al vestíbulo y de nuevo lo encuentro leyendo el periódico. Entramos al restaurante del hotel a desayunar y pido mi café con leche.
—Come algo, anoche no cenaste.
—Hoy no. Erik —dejo mi café a medias y me levanto— te espero en la limusina.
Tarda en llegar a la limusina media hora. Seguro que está meditando para no traerme una magdalena y hacer que me la coma.
—Tenemos la reunión con Christa —le recuerdo para ponerlo al día— …para la distribución de medicamentos por todo Europa. Esto son las cifras que tendrá que alcanzar cada seis meses para que salga rentable y nuestra empresa pueda llevarse la parte que le toca —Erik ojea el papel que le he dado y continuo con
¡Alarma! ¡Alarma!«Dominik Müller no supo controlarse con Erika» «Le hizo daño» recuerdo la expresión sin vida en la cara de Erika.—Eh... yo... —su mano viaja hasta mi espalda y la acaricia.—Pensaba que tenía una reunión ¿Le importa si le llamo Mia? —no sé qué decir. Las palabras de Kurt retumban en mi cabeza.«Dominik Müller no supo controlarse con Erika» «Le hizo daño»—Tengo la limusina esperando fuera ¿Quieres acompañarme a cenar?¿Si Dominik hizo daño a Erika, sec
—Vuelve dentro y cámbiate —dice cuando salgo de mi habitación, no me esperaba en el vestíbulo. —¿Porque? —No. Tengo que obedecerlo— vale, señor Dagger —sonríe y eso me cabrea. Nunca he acatado normas, cuanto traté eso con Jacob al final, asumió que no puedo hacerlo, me hizo entender que como mínimo tenía que respetar la ley y no hacer daño a nadie. Sí, así estaba yo... Me cambio, me pongo un vestido más recatado, apenas sin escote y vuelvo a salir. —No. Ponte pantalones —cojo aire. —Sí, señor Dagger —de nuevo sonríe triunfal. Respiro y me cambio otra vez. Salgo con unos pantalones de traje de mujer y una camisa blanca. Cuando salgo me repasa de arriba a abajo y va a decir algo. —Kurt, el secretario de Dagmar me ha llamado —me adelanto— sugiere que empecemos la reunión antes. —¿Y que hay de la reunión con la delegación? —frunce el ceño, odia los cambios de organización no previstos. Cosas que sacan de quicio a mi jefe: que le mientan o no respondan sus preguntas. Que le
Después de las reuniones matutinas, Erik y yo vamos a comer a un restaurante de lujo. Recuerdo lo de Kurt, recuerdo lo de anoche y lucho por mantener distancias, lucho por no llevarle la contraria por mucho que me provoca a hacerlo. —Esta noche quiero que lleves el contrato de Müller. Su nombre me alarma de inmediato. —¿Le importa si no asisto a la cena? Señor Dagger —dejo la cucharilla de mi postre a un lado. —¿Por qué? Mierda. Quiere sinceridad. —Le suplico que respete mi petición, señor Dagger. —¿Suplicar? ¿Por qué no quiere venir? Responde. —No puedo —y seguro que ve mi cara de angustia— por favor, Erik. Frunce el ceño. —Soy una persona comprensiva, dime porque no quieres venir. ¿¡Comprensivo!? ¡Y una mierda! —Lo siento, señor Dagger. —Mia... —empieza a desesperarse— ¿Dominik te ha dicho algo? —me callo. No puedo decírselo. Si se entera que sé que Dominik hizo daño a Erika y él lo permitió, me despedirá, o me hará lo mismo que a Erika. Tengo que inventarme una excusa.
Separa mi silla de la mesa, separa mis piernas y se cuela entre ellas. Me mira des de arriba y me siento pequeña. Me libera con su pulgar el labio y me coge de la barbilla y me obliga a levantarme. Delante de él respiro pesadamente, tengo la boca seca y lo veo sonreír.Mark jamás me ha provocado esto.—¿Qué pretende? señorita Clark —su tono es serio pero divertido, lleno de malicia y curiosidad por mis intenciones. Su mano sigue en mi barbilla.—Simplemente que no me gusta obedecerle, señor Dagger —su sonrisa me llega a la entrepierna, todo mi interior se encoge.—¿Y qué voy ha hacer con usted…? —su voz ronca casi me hace gemir.
Como de costumbre, apenas duermo. Así que salgo de mi cama temprano. Cuando veo mi tanga roto en el suelo me cabreo. Me cabreo mucho. Me pongo mi ropa interior más sexy y el vestido más elegante que tengo, pero también el que mejor me queda. Con escote asimétrico, negro y por las rodillas. Me pongo los tacones y bajo.Enfundado en su traje azul marino, diferente al del otro día, lee el periódico. Cuando me planto a su lado ni me mira.—Llegas tarde —miro mi reloj y veo que llego dos minutos tarde. Lo sigo cabreada por que ni siquiera me haya mirado.Repasamos la agenda y solo nos miramos a los ojos. Está cabreado y no lo entiendo, fue él quien me dejó a medias ¿O es que a parte de gilipollas le falta memoria?&n
A primerísima hora estoy en mi mesa. Es lunes y mi jefe ni siquiera me ha dirigido la palabra, ni el avión de vuelta ni al llegar aquí. Ni un mensaje. Cogí un taxi y fui a directa a casa, Kate me dio la nueva llave y entré al silencioso apartamento donde las cosas de Mark ya no estaban. Todo lo que pasó en Alemania es desconcertante, sus actos claramente posesivos «Si otro hombre te toca quiero saberlo», sus besos en medio de reuniones, cuando me tocó en el hotel, como me tocó cuando Dominik me miró y como se puso cuando se enteró que vino a mi hotel... pero sobre todo, de ese viaje recuerdo como me tocó, de esa manera tan posesiva. Me enciendo solo de pensarlo. En cuanto a Mark, sigue consolándome la idea de que mejor ahora que dentro de viente años. Liam se planta delante de mi mesa. —Pero bueno... ¿A quien tenemos aquí? ¿Es que no tienes teléfono o que? —me levanto de la silla y abre sus brazo esperando mi abrazo— te he llamado casi cada día. —He estado muy liada —me sonríe y
Me ve y su sonrisa, como de costumbre me ataca a la entrepierna.—Está deslumbrante, señorita Clark.—Usted también, señor Dagger —lleva un pantalón gris de traje y una camisa blanca deslumbrante ¿Quién le hará la colada? no tiene pinta de ser un hombre dedicado a las tareas del hogar.Me abre la puerta de su Lamborghini y entro cautivada por su caballerosidad. Sé que va a pedirme algo fuerte, se está comportando demasiado bien después de lo último que pasó en Alemania.—¿Dónde vamos?—¿Conoces el restaurante Per se
Esta historia la cuento por mi y por vosotros. Yo ya he aprendido lo que es querer a alguien y que te demuestre que siente exactamente lo mismo que tú. La misma intensidad. El mismo deseo. Ya he aprendido que es mirar a esa persona y pensar que no quieres que se marche nunca. No es una historia de amor, por lo menos, no una convencional. No hay bombones ni rosas, no hay promesas a la luz de las velas... Solo espero que sientas cada palabra, cada emoción y cada risa tanto como lo he hecho yo. Creo que solo así, entenderás el porque de mis palabras.