Me había mantenido por horas trabajando como una posesa y discutiendo con uno que otro interno con el que no me llevaba para nada bien, ya que siempre estaba el petulante chico que creía tener la razón y buscaba desesperadamente la forma de llevarme la contraria en mis indicaciones, pero lastimosamente lo único que conseguían era cabrearme, para ponerlos aún más cargados de tareas a todos, sin excepciones. Así que agotada con tanta tensión en el ambiente, terminé por escaparme de la sala de urgencias, para pasearme por la habitación de Lucila a asegurarme de su estado.No obstante, antes me había detenido a comprar un café para mí y para la rubia, quien estaba segura, no pegaría ojo en toda la noche, más ahora que Cody no parecía tener ánimos de aparecer tras escuchar que Lucila era su hija.Victoria al verme llegar se levantó de la silla en la que se encontraba llorando en silencio, mientras su hija dormía plácidamente, se limpió sus lágrimas con sus manos temblorosas, y le entregué
En esas hojas las cuales eran demasiadas, me encontré con distintos padecimientos que Jack no me había ni siquiera mencionado, quizás porque sabía que me preocuparía más de la cuenta.Él me conocía lo suficiente como para prever que yo no pasaría desapercibido los problemas físicos que presentaba tras el accidente. Traumatismo craneoencefálico moderado, traumatismo cardiaco, contusiones, fracturas, y algunos problemas leves en sus órganos internos que habían estado en su momento, demasiado graves como para poder estar en ese instante aún con vida. En pocas palabras, acceder a operarse era una completa locura, primero, porque los medicamentos que se le administrarían antes de la operación lo dejarían aún más débil de lo que ya se encontraba por unos días.Segundo, estaba completamente seguro de que la anestesia podría regresarlo de nuevo a un estado de coma, del cual no tenía ni idea de cuándo saldría, y posteriormente, estaría casi sin ninguna defensa en su sistema por unas semanas
Afortunadamente, nos limpiamos con unas toallitas húmedas que Jack tenía guardadas en su escritorio, lo que me hacía pensar que quizás aquello que habíamos hecho, había sido premeditado por su parte. No existía forma de ducharnos, así que de mala gana había tenido que quitarme el sudor con aquello y perfumar mi cuerpo, dado que realmente no deseaba tener ni un solo rastro del intenso olor a sexo en mi piel. Tras vestirnos, decidimos caminar por los pasillos sin un rumbo fijo, estaba dispuesta a contárselo absolutamente todo, no obstante, no deseaba aún romper el cómodo silencio que nos invadía, anhelaba que ese momento durase aún más tiempo; ya que estaba segura que se enojaría como un poseso por no decírselo antes. Anduvimos en total calma, mientras bebíamos cada uno un jugo que habíamos conseguido en las dispensadoras, por los pasillos que cruzábamos podía notar que íbamos en dirección a la habitación de Lucila, ya que era hora de sus revisiones, al igual que la visita rutinaria
Calmar a Lucila fue todo un desafío, dado que estaba demasiado alterada, aterrorizada en mis brazos y llorando a todo pulmón. Jack, con mucha paciencia, le había intentado explicar que la abuela era una persona con graves problemas de personalidad y que por lo tanto, aquella faceta solo era un arrebato de la mujer, que tarde que temprano se le pasaría. Le había suplicado que no tomase en serio sus palabras y solo fuese la niña alegre de siempre, porque de lo contrario,bél se sentiría muy decaído, lo cual hizo sonreír a la pequeña de inmediato, lanzándose a su regazo a recibir mimos de su parte. —Te quiero, papi — susurró más calmada.Al otro lado de la estancia, sentados muy juntos en el sofá; un enfadado Cody le curaba las heridas en el rostro a Victoria en total silencio, la rubia se había tranquilizado, casi quedándose inexpresiva, sin el más mínimo rastro de alguna emoción. Se notaba en el ambiente que nos sentíamos fatal, no obstante, podía dar crédito que tras ese firme ulti
Dado que Jack se debía acondicionar para la operación lo mejor posible, decidió alejarse un tanto del trabajo para quedarse en el hospital por días, en donde la enfermera Kim le administraba los medicamentos necesarios para la recolección de células madre, y así el día que se había establecido sería su cirugía, todo saliera sobre ruedas. En ocasiones, me quedaba afuera observando desde el pasillo su cara de dolor y cansancio, no le había dirigido la palabra por mucho que lo intentara, así mismo él no había hecho gran esfuerzo por obligarme a mantener una conversación. El castaño en total calma había optado por mantenerse al margen, a pesar de que en ocasiones, cuando nuestras miradas se cruzaban, podía sentir su silencioso dolor invadir todo mi cuerpo, estar de esa manera era una horripilante tortura. Sin embargo, aún cuando sabía que estaba mal quedarme enfurruñada en un rincón, el ver como se mataba lentamente lo detestaba y aún más el no poder hacer nada para detenerlo, me hacía
Su cabello estaba completamente canoso, este le llegaba casi a los hombros, por ende, lo tenía amarrado en una horrenda coleta y algunos mechones rebeldes que se le pegaban a la cara, lo hacían parecer aún más demente de lo que ya estaba. Sus ojos grises me analizaron de pies a cabeza, podía notarlo sin necesidad de acercarme, ya que estaba totalmente borracho y drogado, quizás ni siquiera sabía dónde se encontraba parado. Llevaba una camisa blanca realmente sucia – que me permitía notar que a pesar de la avanzada edad que ya tenía, estaba con su cuerpo muy bien torneado – y a juego, un jean demasiado desgastado. Sentí los deseos de gritar por ayuda, de salir corriendo pero ningún músculo de mi cuerpo obedecía mis órdenes, el sudor helado se aglomeraba en mi frente y mi piel se erizaba con cada gesto burlón que me dedicaba. Arthur Jerome Wilson, mi padre, a quien no veía desde que era una niña, estaba de pie frente a mí con una navaja entre sus manos, con la cual jugueteaba sólo
Sentí un intenso ardor en el lugar donde Arthur me había hecho la herida y el olor a sangre invadió mis sentidos, poniéndome la vista borrosa a causa del desgarrador dolor que no se detendría, a menos de que me curase de inmediato. Apreté mis labios en una fina línea conteniendo mis sollozos, con la esperanza de que alguien, quien fuera, llegase solo para salvarme la vida, lo cual hasta el momento no sucedía. Paseó la navaja por mi garganta, acariciándome con la filosa punta de ésta, buscando el lugar perfecto para lastimarme de nuevo. Se relamió los labios divertido con verme tan callada y sin poderse contener más, acercó su lengua lujuriosa, para de inmediato lamer descaradamente la piel desnuda de mi cuello. Poco a poco, me rodeó la cintura con sus brazos, aproximándome a su desagradable cuerpo. Sentí mi piel ponerse de gallina y las lágrimas caer más a prisa con mi pecho subiendo y bajando acelerado, gracias a que no podía respirar con normalidad, llené mis pulmones con el oxí
Recuerdo que en mis siniestros sueños, vagaba sin rumbo por un sendero de piedras, que lastimaban las plantas de mis pies con cada paso que daba, sin embargo, no me importaba porque seguía andando, hasta que al final del camino me encontré con toda manchada de sangre.Aterrorizada, me observé las manos, encontrándome con aquel cuchillo entre mis manos, las cuales estaban empapadas de ese líquido carmesí. Estaba preparada para gritar espantada, no obstante, mis ojos se abrieron de sopetón trayéndome de regreso a mi realidad. Lo primero con lo que me encontré fue una pared blanca, el aroma a medicamentos invadió mis fosas nasales y mecánicamente respiré, tranquilizando mi desbocado corazón, percatándome sin mucho esfuerzo que me encontraba en un hospital. Escuchaba las voces distorsionadas de dos personas a unos pasos de mí, dejé que mis ojos se pasearan por la iluminada estancia, encontrándome con Nia y Ryan en el sofá, charlando entre susurros.Me incorporé con dificultad, soltando